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Medellín

'Un desmovilizado puede ser un exitoso'

Juliana Castaño es psicóloga reintegradora de la ACR y desde hace 10 años trabaja con desmovilizados.

Juliana Castaño es psicóloga reintegradora de la ACR y desde hace 10 años trabaja con desmovilizados.

Foto:Guillermo Ossa/EL TIEMPO

Así es la vida del grupo de personas que trabaja con la Agencia Colombiana para la Reintegración.

Redacción El Tiempo
Al poco tiempo de ser contratada como profesional del programa de Paz y Reconciliación, Paula Andrea Cárdenas recibió una llamada que la arrojó de un empujón a la realidad que la rodeaba y que hasta ese día todavía no veía con claridad.
Al otro lado de la línea, la esperaba un desmovilizado que la saludó diciéndole:
-Le voy a poner una bomba y después la voy picar. Pedazo por pedazo.
Quien así le habló aquel día era un antiguo combatiente de las autodefensas que hacía dos meses había ingresado al programa y al que le incumplieron la promesa de un subsidio. Aquella frase no era un chiste, ni una forma de asustarla. Tenía el respaldo de su pasado en cada palabra.
Mientras sostenía el teléfono en su mano, Paula sintió cómo el miedo se deslizó helado por su cuerpo.
El corazón comenzó a dar golpes, presionando su pecho con fuerza. Conteniendo el aliento y sin dejarle entrever su temor, le respondió:
-Oíste. ¿Y para qué te vas a poner a picarme, si con la bomba ya vuelo en pedazos?
Ahora que es un hecho la refrendación del acuerdo entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc, que pondrá fin a más de 50 años de mbates, una de las preguntas que surge para este posconflicto es: ¿Qué pasará con los guerrilleros tras la entrega de sus fusiles y el abandono de los campamentos de concentración? ¿Llegarán a las ciudades dejando en el olvido el pasado de violencia buscando nuevas oportunidades?
Desde hace 13 años, la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) tiene su sede en un rincón discreto del Tránsito Caribe, en el occidente de la ciudad. Allí, 118 personas, 70 de ellos profesionales de la Alcaldía de Medellín en psicología, trabajo social y otras disciplinas, más 48 contratados por la ACR buscan dar respuesta a esas preguntas.
Un desmovilizado es un ser humano como cualquiera de nosotros que siente, que tiene sueños, que quiere cambiar su vida. Una persona común y corriente que nos podemos encontrar en una EPS o en un centro comercial, en cualquier parte”, asegura Juliana Castaño, psicóloga reintegradora de la ACR que desde hace 10 años trabaja con desmovilizados.
La historia de la Agencia Colombiana para la Reintegración empezó en el 2010, cuando desde el Gobierno Nacional comenzaron a diseñar políticas para atender a las personas que habían formado parte de grupos armados. Sin embargo, en Medellín los orígenes se remontan al 2003, cuando nació el programa Paz y Reconciliación de la Alcaldía.
Dicho Programa, apoyado por la ACR, hoy lleva el nombre de Reintegración Sostenible para un Territorio en Paz y nació como una respuesta del Estado para atender a las personas que querían aprovechar el acuerdo entre el Gobierno y las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).
Según cifras del Observatorio de Procesos de Desarme, Desmovilización y Reintegración (ODDR) de la Universidad Nacional entre 2003 y 2006 se desmovilizaron 10.194 integrantes de las autodefensas.
Sin embargo, debido a su experiencia, en los últimos años se ha especializado en atender a desmovilizados de las guerrillas.
“Este es un trabajo que te cambia por completo. Para mí, todos estos años han sido un proceso de aprendizaje, de aprender a perdonar, incluso desde lo personal. En mi caso yo vengo de una historia de vida compleja: mi papá fue asesinado. Este trabajo me enseñó que muchas veces esa condición de victimarios se asemeja mucho a la condición de las víctimas. No todos los seres humanos lidiamos igual con las cosas malas que nos pasan”, reflexiona Castaño, haciendo un balance de su tiempo en el programa.
Cárdenas, unos cuantos días después de recibir la amenaza, tuvo que ir al barrio donde vivía aquel desmovilizado.
En esa época, el modelo de intervención consistía en actividades grupales en los territorios donde operaban las antiguas estructuras armadas.
Antes de entrar al salón donde hacían las reuniones, el hombre se paró en una esquina y con sus manos comenzó a hacerle señales diciéndole que la observaba.
Luego, se llevaba las manos a su cuello haciéndole entender que la iba a matar.
“Yo le decía que se acercara, que conversáramos, y él se negaba. Cuando empezó la reunión grupal lo primero que dije fue: “Yo tenía para ustedes un taller, pero hoy vamos a tratar otro tema. Resulta que me amenazaron”, relata.
Después de escucharla, los demás desmovilizados se sobresaltaron y comenzaron a exigirle que les dijera quién había sido. Ella les contestó: “Yo no vengo aquí a delatar a nadie. Se trata de que nos preguntemos: ¿Para qué estamos en un proceso de desmovilización y de reintegración si vamos a seguir haciendo lo mismo?”. Ese día, el taller giró en torno a reflexionar sobre eso.
Al final, el desmovilizado que la amenazó, esperó a que todos se fueran, pidió perdón y la abrazó. “Todo consiste en lograr conectar con el otro la condición humana que se comparte”, explica Paula.
Sin embargo, en el transcurso de ese mismo año, 2008, una de las compañeras de trabajo no corrió la misma suerte. Marjorie Kisner, una psicóloga del programa, encontró la muerte un día después de visitar a un hombre condenado por violación que, aunque no era desmovilizado, había acabado de salir de la cárcel de Bellavista y estaba en un programa de acompañamiento.
Luego de ser reportada como desaparecida, Marjorie fue encontrada descuartizada. Su victimario fue condenado y regresó a la cárcel.
Mientras se prepara para continuar con su trabajo, Cárdenas reflexiona sobre su experiencia y señala que para poder transformar la realidad, primero las personas deben transformarse en su individualidad.
“Una nunca vuelve a ser la misma persona que era antes de comenzar a trabajar en esto. Al comienzo, mi familia me decía que no iba a poder con el trabajo porque yo era una persona muy tierna, suave. Después de este tiempo, creo que ya no queda nada de lo que era en ese momento como ser humano. Si uno sigue siendo la misma persona, que piensa que el mundo es de cristal, todo el tiempo va estar chocándose con la realidad. Para transformar otras realidades hay que transformase a sí mismo”, concluye.
Para Castaño, el objetivo es apuntar a la reconciliación, a lograr que “todos podamos vivir con ese otro que nos hizo daño. Un desmovilizado puede ser una persona exitosa, que puede aportarle a la sociedad, que no merece ser estigmatizado".
JACOBO BETANCUR PELÁEZ
Para EL TIEMPO
MEDELLÍN
Redacción El Tiempo
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