Los calabozos de la Policía en Medellín son el reflejo de la crisis carcelaria que atraviesa el país: tienen un hacinamiento del 575 por ciento.
Así lo reveló un diagnóstico hecho por la Unidad Permanente para los Derechos Humanos y el Observatorio Penal de la Personería en las 14 estaciones de Policía de la ciudad.
El caso más grave es en la estación La Candelaria (centro), donde en una celda que mide 164 metros cuadrados hay 230 internos, cuando la capacidad máxima es de 40. Otro caso crítico es en la estación Laureles, donde hay poco espacio para dormir y caminar porque las celdas tienen capacidad para cinco personas, pero están ocupadas por 25.
El personero de Medellín, Guillermo Durán, explicó que “el alto hacinamiento promueve el uso de baños y zonas de basura como albergue. El área de habitabilidad en promedio de un interno está entre los 35 y 90 centímetros cuadrados”, precisó el personero.
Durán dijo que la superación en el tope de capacidad en los centros carcelarios, elevó el crecimiento en la tasa de hacinamiento en las salas de captura de la Policía.
Por ello, se realizó el diagnóstico que revela las principales situaciones que permiten la configuración de tratos crueles hacia la dignidad de las personas que están allí, asimismo una afectación directa en la prestación del servicio de custodia y vigilancia del personal oficial a cargo.

Según la Personería de Medellín, el área de habitabilidad en promedio de un interno en un calabozo de Policía está entre los 35 y 90 centímetros cuadrados
Jaime Moreno /Archivo EL TIEMPO
El análisis dice que los espacios estructurales dedicados para los capturados no cuentan con mínimas garantías que permitan un ambiente afable para la integridad física de cualquier persona. “Un capturado en Medellín, independiente de la calidad procesal (con medida de aseguramiento o condena) tiene una larga estancia en las estaciones de policía antes de ingresar a una cárcel”, dijo Durán.
El estudio de la Personería, además, muestra que la salud es crítica. Hay alto riesgo de epidemias, como el contagio de infección tuberculosa, cuyo avance de enfermedad se encuentra en diferentes fases sin tratamiento ni posibilidad de aislamiento.
Igualmente, se dificulta la caracterización de los tipos de enfermedad y qué tratamiento tienen los internos. Por ejemplo, enfermedades coronarias y de transmisión sexual, como en el caso de portadores de VIH sintomáticos.
“Asímismo, el acceso a un servicio de urgencias se limita ante la carencia de medios vehiculares en las estaciones de Policía por la sobrecarga en funciones que poseen ante la crisis carcelaria”, agregó el personero.
También están las afecciones en la piel, enfermedades gastrointestinales, defección de sangre, tuberculosis y problemas respiratorios.
A eso se le suma que la Personería “identificó anomalías en el suministro alimentario ante la presunta falla en el servicio de entrega de los planes alimentarios por parte del operador del Inpec, cuyo caso más emblemático es el de la estación La Candelaria, donde el suministro para más de 230 internos es limitado en cantidad y con impuntual entrega de raciones”, contó Durán.
Los calabozos de la Policía se convirtieron en bodegas humanas, donde no hay ninguna consideración con los detenidos.
En lo que coincidió Jorge Carmona, coordinador mesa de soluciones a la crisis carcelaria en Antioquia, quien detalló que es tanto el incumplimiento del operador, que los reclusos pasan días sin desayuno porque les llega a las 4 p. m.
Otro de los problemas que la Unidad Permanente para los Derechos Humanos detectó fue la falta de aire, de ventanas, la limitación de luz solar y la constante humedad en pisos y paredes, lo que causa hongos y bacterias que facilitan el desarrollo de infecciones respiratorias, pulmonares y epiteliales.
Y como si fuera poco, la cercanía a las unidades sanitarias o el uso de los mismos como dormitorios aumenta el riesgo de contraer enfermedades. El representante del Ministerio Público describió que en muchas celdas, hay carencia absoluta de ventanas hacia el exterior que permita la fluidez del aire, eso causa que la temperatura interna se torne similar al tipo sauna durante el día y la noche.
Muchos internos llevan hasta un año en una estación de Policía, cuando lo normal son 72 horas.
Para Carmona, los calabozos de la Policía se convirtieron en bodegas humanas, donde no hay ninguna consideración con los detenidos. “Está bien que ellos cometieron un error y que respondan ante la justicia, pero tienen derechos, pueden ver a su familia, hacer una llamada, tener una digna alimentación, salud y hasta una visita conyugal”, concluyó.
Deicy Johana Pareja M.
Redactora de EL TIEMPO
En Twitter: @johapareja
MEDELLÍN
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