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Sepelio de Jaír Abonía, en un Jamundí militarizado
Allegados y amigos cercanos al exjugador Jaír Abonía le rindieron homenaje ayer en las calles de Jamundí. Sigue el rechazo

Allegados y amigos cercanos al exjugador Jaír Abonía le rindieron homenaje ayer en las calles de Jamundí. Sigue el rechazo.

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Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO

Sepelio de Jaír Abonía, en un Jamundí militarizado

Este viernes se planea consejo de seguridad. Recompensa de hasta $ 20 millones por homicidas.


Un pequeño balón de fútbol y una rosa roja se observaron sobre el féretro del exjugador de fútbol Jaír Abonía, al ser llevado a un parque de Jamundí.

Allí, el cortejo fúnebre era esperado por habitantes indignados que se cubrieron sus rostros, mientras rechazaban el asesinato del exdelantero que, trabajando para la secretaría de Educación, formaba a niños en el deporte.

A unos metros, soldados de la Policía Militar estaban en alerta, como parte de unos 200 efectivos, incluidos del Gaula y Policía, luego de la orden de la alcaldesa encargada, Noralba García, y de la gobernadora, Dilian Francisca Toro, de militarizar el municipio porque en una semana se presentaron el secuestro del comerciante Guillermo Moncada, liberado ayer, y el asesinato del exjugador Abonía. Este crimen ocurrió a las 3:30 p.m. del martes, cuando le dispararon en la cancha del barrio Villa Pyme, ante los alumnos.

El repudio se siente en por ese atentado cuyos móviles no se han precisado, y por la violencia atribuida a microtráfico. Por los autores hay una recompensa que se anunció en un comienzo de hasta 10 millones de pesos y luego subió hasta 20 millones. Desde el secuestro de Moncada, el 21 de septiembre, la Fuerza Pública intensificó el cerco hasta el norte del Cauca.

Comerciante, libre

Ante el sobrevuelo de un avión y la presión, los secuestradores huyeron y dejaron al comerciante, de 51 años, en el corregimiento La Liberia. Caminó pidiendo ayuda hasta que un señor lo orientó y pudo encontrarse con las autoridades.

Moncada contó que a ‘pata y puño’ quiso evitar el secuestro pero lo hirieron en los glúteos. Lo acostaron en la parte trasera de su camioneta y le vendaron los ojos. Luego le tocó andar en el monte. Estuvo en una casa de madera dos noches.

Los secuestradores, siempre encapuchados, primero le dijeron que era guerrilla y después ‘una banda grande de Jamundí’. Caminaban de noche y lo encerraban de día. Llegó a pensar en la muerte.

Él y su familia agredieron al Ejército Gaula y la Policía.

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