Por los últimos 16 años, el mundo de Abelardo Arboleda Ortiz ha medido alrededor de nueve metros cuadrados.
Está situado en el ‘corredor de la muerte’ (nombre que se da al pabellón de los condenados a muerte en Estados Unidos) de la cárcel de la ciudad de Kansas.
Arboleda, nacido en el puerto de Buenaventura hace 49 años, se encuentra recluido por orden de una corte del estado de Jackson, desde el 2001, cuando se ordenó la aplicación de la inyección letal, para él y otro vallecaucano, por el homicidio de un panameño.
Los abogados de oficio que el porteño ha tenido en su defensa en estos 16 años han logrado que la orden se posponga sin una fecha precisa, con base en la octava enmienda de la Constitución de ese país, la cual impide que una persona en condición de discapacidad mental pueda ser ejecutada. “Mi hijo sufrió meningitis y por eso quedó con discapacidad”, dice el padre.
Mientras el tiempo siguió pasando para Arboleda en el ‘corredor de la muerte’, en ese 2001, año de la sentencia de muerte, a 2.600 kilómetros de distancia, en el barrio La Playita, sector de familias humildes en la zona insular de Buenaventura (Valle del Cauca), Emiliano Arboleda, su padre, acató los consejos del abogado Árlington Agudelo, quien conoció su drama cuando era personero del puerto.
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Agudelo y don Emiliano emprendieron una cruzada para lograr que el bonaverense no fuera ejecutado. El sueño tardó 16 años y fue a través de una de las últimas decisiones de Barack Obama, tres días antes de entregar la presidencia a su sucesor, el magnate Donald Trump.
Obama incluyó a Abelardo en un listado de 209 personas a quienes se les reducirán las penas en cárceles de Estados Unidos. Además, 65 recibirán indultos.
Arboleda llegó a Estados Unidos como polizón, cuando tenía 19 años, a fines de la década del 80, en un barco que zarpó de Buenaventura, luego de haber prestado su servicio militar como soldado raso. De acuerdo con la decisión, definitivamente Abelardo ya no morirá mediante la inyección letal.
Obama le otorgó cadena perpetua, decisión que alivió el agobiado corazón del padre, de 80 años. Don Emiliano, a punta de pegar ladrillos como obrero de construcción, ha levantado a 19 hijos, de los cuales Abelardo es el mayor.
La cruzada empezó cuando el entonces personero de Buenaventura y el padre de Arboleda tocaron las puertas del Gobierno Nacional. En el 2001, ante el entonces presidente Andrés Pastrana, nació el sueño de un padre para que su hijo no muriera en Estados Unidos.
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Los cargosEl bonaverense fue procesado por el homicidio del panameño Julián Colón, en 1998. En ese entonces tenía 31 años y fue investigado por hechos relacionados con distribución de drogas en los que se vio enredado con otros tres hombres, entre ellos el también bonaverense Germán Sinisterra Agudelo.
Arboleda, detenido en 1999, fue llevado a juicio por homicidio, porte de armas y posesión de drogas. Tanto Sinisterra como él tenían el mismo destino: la pena de muerte. Pero, en el 2013, Sinisterra murió a causa de un infarto.
Él y Arboleda habían viajado sin pensar en todo lo que implicaba ser inmigrantes ilegales al país del Tío Sam. Arboleda estuvo inicialmente en Houston, donde se mantuvo oculto y tratando de trabajar en construcción, como su padre.
“Si me pregunta por qué se fue, lo hizo por lo que lo han hecho muchos jóvenes en Buenaventura: por encontrar un mejor futuro”, dice don Emiliano.
Aunque Abelardo no sabe leer ni escribir, y como lo indicó su actual abogada, la estadounidense Amy Donnella, tampoco hace cuentas numéricas, el vallecaucano sí ha sido consciente de todo el tiempo que ha permanecido lejos de su familia, entre las cuatro paredes de la reducida celda.
En uno de los pedidos de clemencia que cada dos semanas le repite por teléfono a su padre, Abelardo dijo: “Soy un ciudadano colombiano que por falta de oportunidad laboral en mi país me tocó irme de polizonte a Estados Unidos, en busca de una mejor forma de vida para mí y mi familia... Pero la fatalidad me persiguió y me vi envuelto en un caso de homicidio por el único hecho de ser negro, colombiano y estar indocumentado”.
“Don Emiliano ha sido un ejemplo de que los sueños se logran. Es un ejemplo de perseverancia”, expresa el abogado Agudelo.
“Estoy feliz. Muy contento y muy animado. Esto es el comienzo de otro sueño, de que a mi hijo lo repatrien. Que sea enviado a Colombia. Que pueda estar cerca de su familia”, dice don Emiliano, quien había manifestado que no resistiría perder a otro hijo muerto en una cárcel.
Cuenta que hace cuatro años, Cristian, uno de los menores, fue apresado en Venezuela. “A él lo mataron en el día de la visita conyugal. Mi hijo no recibió visita y estuvo en un patio. Fue allí que lo asesinaron”.
Y está empeñado en esa nueva cruzada que buscará la repatriación de Abelardo, de nuevo, con el apoyo de Agudelo.
“Don Emiliano es una muestra de lucha –dice el profesional–. Ahora lo que se espera es acudir a razones humanitarias, que el gobierno de EE. UU. permita el reencuentro de un hijo en condición de discapacidad y su padre. Pienso que así como el sueño para que su hijo no fuera ejecutado se cumplió, por qué no creer que el segundo sueño, el regreso al país, pueda llevarse a cabo”.
Para la abogada, la discapacidad de Abelardo, quien cumplirá 50 años el próximo 4 de abril, es moderada, si se tiene en cuenta que su coeficiente intelectual es de 54, cuando una persona promedio arroja un índice por encima de 100.
El abogado Agudelo contó que en esa cruzada para que se diera un paso atrás a la sentencia de muerte también se acudió a la entonces embajadora de Estados Unidos, Anne Patterson, en el 2001.
“Ella tuvo mucho que ver en que la sentencia se postergara”, añadió el expersonero de Buenaventura. Él y don Emiliano también acudieron a organizaciones internacionales en la defensa de los presos condenados a muerte, algunos del mismo Estados Unidos.
“También se escribió una carta al papa Juan Pablo II, buscando su mediación. Toda la suma de estos clamores finalmente llegó al hoy presidente de Estados Unidos”, comenta Agudelo.
“Es un milagro y agradecemos que el gobierno de Barack Obama permitió que mi hijo pueda seguir viviendo. Es duro pensar que estará bajo cadena perpetua, pero es mejor a que haya sido ejecutado. Tengo un sueño y es ver mi hijo Abelardo. No lo he podido ver desde que se fue. No he tenido dinero para viajar a verlo a la cárcel”.
Por eso, otra vez pide clemencia, esperando que conmuevan las palabras de un hombre de 80 años que quiere abrazar al mayor de sus hijos, así sea en una cárcel. “Pero que sea en una de mi país”.
‘No entendieron que tenía discapacidad’A pesar de la conmutación de pena de muerte que recibió Abelardo Arboleda Ortiz por parte del saliente presidente de EE. UU., Barack Obama, el colombiano seguirá en prisión. Así lo aseguró en diálogo con EL TIEMPO Amy Donella, abogada de Arboleda desde 2008 y especializada en casos de pena capital, quien dijo que el colombiano nunca esperó estar envuelto en una situación como la que ha vivido.
¿Cuándo lo conoció?
Yo lo conocí en el 2008. Lo represento desde ese momento. Desde 1994 he representado a varios prisioneros. Es un trabajo en el que creo porque considero que en EE. UU. la pena de muerte ha sido usada de una manera injusta, y el sistema Federal no funciona.
¿Cree que la decisión de Obama fue tardía?
Abelardo estuvo en la cárcel desde 1998, pero fue condenado en el 2001. El problema es que quienes llevaron su caso antes lo manejaron muy mal, conocieron muy poco a Abelardo y no entendieron que tenía discapacidad mental.
¿Es probable que Abelardo recupere su libertad?
Ahora mismo, él será sentenciado a cadena perpetua. Debido a la conmutación, no tendrá posibilidad de libertad condicional.
¿Cuál será su futuro?
En la actualidad, Abelardo –que está en la prisión de Indiana– tiene permiso de salir una hora al día. Pero cuando sea trasladado de cárcel, que aún no sé a cuál será, él tendrá la oportunidad de salir varias veces al día y de relacionarse con otras personas.
¿Cuál fue la reacción de Abelardo a la conmutación?
Le conté la noticia el martes. Le tomó un poco entenderlo, por su discapacidad mental, pero una vez lo hizo me dijo que quería decirles a todos los involucrados en el caso que les agradecía desde el fondo del corazón.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
DANIEL STEVEN TÁMARA
Corresponsal de EL TIEMPO