Wílder Alfredo Gómez Piedrahita, uno de 19 colombianos entre las 2.996 víctimas en las Torres Gemelas, trabajaba usualmente de noche, pero el 11 de septiembre de 2001 madrugó a reemplazar a un compañero.
El impacto de los aviones lo sorprendió en el piso 103, donde recibió su última llamada. Su cuerpo fue identificado un año después y la mamá dice que es un milagro que estuviera entero en medio de un desplome descomunal.
En Cali, Cecilia Urueña, la prometida, dice que "no todas las historias de amor tienen un final feliz, lo importante es vivir con intensidad cada momento de nuestras vidas, siempre habrá seres humanos con sed de poder, que no les importe el sufrimiento de los demás".
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A comienzos de los años 80, Luz América Piedrahita deja el barrio Ciudad Modelo de Cali y decide irse a Nueva York, en busca del 'Sueño Americano'. Sus hijos Wálter, Ómar, Jairo y Wílder Alfredo quedaban en Colombia, pero ella no los olvidaba y poco a poco fueron llegando a su lado.
Wilder Alfredo, el menor, a sus 26 años, viajó en 1991 y se encontraron en Nueva York, una de las ciudades más pobladas del mundo y rascacielos de más de 100 pisos.
Las Torres Gemelas eran la referencia de todos con sus 110 pisos y 417 metros de altura, cada una, como parte del World Trade Center, un complejo de siete edificios en el Distrito Financiero de Manhattan.

Wílder Alfredo Gómez Piedrahita con sus hijos
Archivo particular
Wílder dejaba en Cali a sus tres hijos, Hernán Darío, Katerine e Isabel Cristina, quienes tenían entre 17 y 12 años, de su unión con Elisa Escalante
Cuando ya se acomodaba a ese ajetreo de vida, entre trabajos de servicios, su hija Isabel Cristina se fue a vivir con él y la abuela Luz América, en Brooklyn.
En Estados Unidos, Wílder tuvo con Tatiana una hija, Stephanía, quien siempre vivió a su lado.
El martes 11 de septiembre de 2001, a las 4:10 de la madrugada el colombiano se levantó porque iría a reemplazar a otro colombiano en un 'part time', es decir, medio tiempo, en un restaurante de la Torre Gemela Norte.
Su tarea era usualmente nocturna, pero ese día le tocó desde el amanecer.
Era el restaurante The Windows on the Word (Ventana al mundo), entre los pisos 106 y 107, donde ya tenía unos cinco años en la atención de clientela. Un mirador, hasta de 80 kilómetros en cielos despejados, era su espacio como mesero o barman.
Estaba de madrugada, el martes 11 de septiembre de 2001, cuando le dijo a su mamá Luz América que le encargaba a Stephanía, de 7 años. Eran las 5:30 y debía llegar a las 6:30 de la mañana. En la víspera le habían dicho que se requería un reemplazo en el turno de día.
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En la memoria de la mamá se mantiene intacta la imagen de ese hijo vestido de pantalón azul oscuro, camiseta de rayas azules y blancas, con tenis blancos, que se despidió y le dejó a Stephanía, para que la llevara a la escuela.
Iba vestido de pantalón azul oscuro, camiseta de rayas azules y blancas, con tenis blancos, se despidió y dejó a su hija pequeña, Stephanía, para que se la llevara a la escuela
Él se alcanzó a devolver porque se le quedó un sobre de correo. Le dio el último beso a la mamá y le dijo que la recogería por la noche en el trabajo.
A las 7:00 a.m. la llamó desde la Torre y le preguntó por la niña y ella le contestó que ya la tenía lista.
Él debió subir en uno de esos ascensores que llevaban en 58 segundos, a una velocidad de 40 kilómetros por hora, hasta el piso 107.
El colombiano llegó más que puntual a ese mirador de la incesante 'Capital de Mundo'.
A esas mismas horas, Luz América Piedrahita dejaba a la niña Stephanía en la escuela y seguía a su trabajo en una casa en Manhattan, con vista al Océano Atlántico.
Estaba trabajando en un quinto piso cuando las miradas giraron hacia las Torres Gemelas, lo más alto en ese paisaje. Ella narró que vio cuando una 'avioneta' chocaba con una de esas moles.
No tenía cómo calcular a tal distancia que era un avión de American Airlines, identificado como AA11, con 92 ocupantes. Eran las 8:46 de la mañana.
Le pareció que era una nave pequeña, pero se veía humo. Entonces llamó a su casa porque en la confusión no recordaba el número de Wílder. Unos minutos después su familia le dijo que él estaba a salvo.
No se sabía, entonces, que el avión había atravesado entre los pisos 93 y 99 a la Torre Norte, donde Wilder estaba solo cuatro pisos arriba.

A las 9:59 a. m. (hora local), colapsó la Torre Sur del World Trade Center.
AARON MILESTONE / AFP

Homenaje de Luz América Piedrahita a su hijo Wílder Alredo Gómez Piedrahita, quien murió en ataque del S 11.
Archivo particular
Estamos atrapados en el piso 103. Hay mucho humo y mucha gente corriendo. No sé qué está pasando Dígale a mi mamá que esté tranquila, que yo estoy bien
Desde Colombia, Wálter logró hablar con su hermano Wílder, quien le dijo: "Estamos atrapados en el piso 103. Hay mucho humo y gente corriendo. Voy tratando de bajar. Dígale a mi mamá que esté tranquila, que yo estoy bien".
Luz América recibió los mensajes. La televisión transmitía en directo. Pasados 17 minutos, a las 9:03 de la mañana, como en una película, otro avión, el United States, identificado como UA175, con 65 ocupantes, chocó y atravesó desde el piso 77 al 85 la vecina Torre Sur.
Bajo el desconcierto e incredulidad, entre las autoridades empezaban a circular llamadas como la de la auxiliar de vuelo Betty Ong, al centro de reservas de American Airlines, al que alertaba de un posible secuestro del avión.
A las 9:54 la Torre Gemela Sur colapsa sobre sí misma, en 11 segundos. A las 10:28 es la Torre Norte la que se derrumba. La nube de polvo y llamas es el cuadro de la tragedia
Para Luz América Piedrahita se derrumbaba también su vida al saber que el menor de sus hijos estaba adentro de una de las Torres.
La televisión acudía a repeticiones en cámara lenta de una desgracia. A ella solo le quedaba la esperanza, como la que siempre la acompaña.
En Cali, a las 8:00 de la mañana de ese 11 de septiembre, en su trabajo, Cecilia Urueña recibió una llamada de su mamá. Le preguntaba si Wílder estaba trabajando y ella le respondió que sí.
Entonces le dijo que en la televisión mostraban el choque de los aviones contra las dos Torres. Cecilia corrió a la sala de juntas de su empresa y vio en silencio y entre lágrimas lo que estaba pasando. Solo le quedaban sus oraciones para verlo salir con vida.
Su jefe de entonces le dijo que se regresara a la casa. Llamó a un hermano de Wílder, quien le dijo que él estaba bien y era la Torre Sur la que se había desplomado. Cuando llegó a su vivienda supo que se había desplomado la mole donde estaba su prometido.

Wílder Alfredo Gómez Piedrahita y Cecilia Urueña en su noviazgo a los 18.
Archivo particular

En agosto de 2001 se reunieron Wílder Alfredo Gómez Piedrahita y Cecilia Urueña.
Archivo particular
El romance de Cecilia y Wílder comenzó a los 18 años cuando jugaban voleibol en un polideportivo cerca del barrio Ciudad Modelo, donde ambos se criaron.
Fueron novios durante un año y medio, hasta cuando él tuvo un viaje a Panamá, a especializarse en mecánica de aviación, luego de ser técnico en la Fuerza Aérea Colombiana (FAC).
Pero Wílder se casó y tuvo a sus tres primeros hijos. Ella también se casó y tuvo dos niños. Ambos se perdieron el rastro. Él, con su espíritu entre emprendedor y aventurero, se fue luego a Estados Unidos, donde nació su cuarta hija.
Ella adelantó su carrera como licenciada en filosofía y ciencias religiosas. Hoy es docente.
Diez años después del noviazgo, ambos estaban separados. En una visita al país, Wílder se enteró que ella estaba sola, la llamó y le dijo que todavía le amaba.
El 20 de agosto de 2001, en una ceremonia familiar, Wílder le entregó el anillo de compromiso a Cecilia. Fijaron el 5 de enero de 2002 para la boda.
Él debía volver al trabajo en Nueva York En el aeropuerto Alfonso Bonilla, en Palmira (Valle), él se despidió de su padre Jorge Hernán y lloró porque tenía cáncer. “Viejo, tal vez, no te vuelva a ver”, le dijo.
En esa despedida ella le dijo "No me vas a dejar sola 20 años otra vez, mi amor". La respuesta de Wílder fue que solo la muerte los separaría.
Él regresó ese septiembre de 2001 a su trabajo en el restaurante de la Torre Gemela Norte. A Cecilia le quedaron el anillo y el vestido de novia, que él compró, y el compromiso de boda.
Los días amargos después del desplome siguieron un largo año. La mamá Luz América muchas veces esperó que llegara a casa empolvado, pero vivo.
No perdía la esperanza de saber dónde habría quedado, pero también la aterraba pensar que se había convertido en ese polvo entre las ruinas y fuego de las Torres demolidas. Por eso, estuvo en tratamiento sicológico.
Unos meses después del desplome, a la familia le pidieron pruebas de ADN,. La mamá se sentía muy deprimida para ir y fue su hermana, pero unos meses después, en 2002, acudió a ese examen. También llevó a su nieta Stephanía, la hija de Wílder.

El tumba de Wílder Alfredo Gómez
Archivo particular
En plena misa del primer aniversario, el sábado 7 de septiembre de 2002, sonó una llamada en el celular de Tatiana, la mamá de Stephanía.
A Luz América Piedrahita le dijeron que había aparecido el cadáver de su hijo. Esa comunicacion desató una algarabía en la iglesia.
La familia no sabía entonces que el hombre figuraba, sin identificar, como el cadáver 103. En los reportes oficiales citaba un persona sin vida hallada en vía pública entre escombros, un día después del desplome.
Horas más tarde, en la morgue de Manhattan, Wílder fue reconocido por su hermano Wálter y un sobrino.
Desde allá, llamaron a Luz America Piedrahita y le dijeron que su hijo estaba completo, solo un golpe en la cabeza y lesiones severas en sus piernas.
Es un milagro, después de un año, haber encontrado a Wílder Alfredo con su cuerpo completo. Eso permite saber dónde estará y lo mantenemos en nuestros corazones
"Ha sido un milagro. Un día después de la tragedia yo escuché ese número 103 en televisión, pero no sabía que era mi hijo", siempre ha dicho la mamá porque pensó que nunca más lo volvería a ver.
Los allegados no entienden por qué se retrasó tanto la entrega si su cadáver estaba completo. Solo les dijeron que era un proceso lento y con las pruebas de ADN.
Wílder tenía sus anillos y otras prendas de la mañana del 11 de septiembre de 2001.
Doña Luz América llamó a Cali y le contó a Cecilia de ese milagro. Lo que allegados creen es que después del impacto del avión en la Torre Norte, él habría subido a la azotea. Pudo estar cerca de la antena y prenderse de algo para caer sobre los escombros e ir a dar a la calle donde apareció muerto.
El sepelio fue el 10 de septiembre en Nueva York. Había llanto y alivio porque podían enterrarlo, saber dónde estaría para siempre.
La mamá Luz América, quien se ha quejado al no haber recibido compensación, nunca falta en los 11 de septiembre llevando un cartel con la foto de su hijo y cuatro rosas rojas. En su camino siente que la acompaña.

Cecilia Urueña en el homenaje a Wílder Alfredo Gómez Piedrahita y otras víctimas del 11 S.
Archivo particular
Cecilia, hoy profesora, no pudo ir al funeral porque no tenía la Visa para entrar a Estados Unidos.
No fue posible alcanzar un trámite porque supo de la identificación el sábado 7 de septiembre de 2002.
El sepelio fue cuatro días después.
Solo pudo viajar 10 años después cuando logró el ingreso a ese país y estuvo en la Zona Cero, el mismo sitio donde se desplomaron las Torres.
Allí encontró el nombre de ese hombre amado entre los cerca de 3.000 personas muertas durante el ataque con aviones repletos de pasajeros contra las Torres. Luego visitó la tumba.
A Wílder no deja de mencionarlo en sus oraciones por esos recuerdos desde los días juveniles del barrio Ciudad Modelo de Cali. A sus enseñanzas de vida les entrega un “gracias por tanto amor que nos dejaste”
Seguimiento satelital y tiroteo en rescate de un comerciante en Cali