De unos pocos meses, apenas sosteniéndose en pie, los chiquillos en Cali siguen los movimientos de sus padres al ritmo de trompetas, bongoes y timbales.
Crecen con el influjo de la salsa, ese ritmo que en Cali es una forma de vida y que le da reconocimiento internacional.
Desde las lejanas Eslovenia, Israel o República Checa y de países vecinos como Ecuador o México turistas se abrieron paso y cruzaron mares o carreteras para disfrutar de cuatro días salseros.
Grupos y parejas de Canadá, Perú, Cuba se le midieron al reto de competirles a los bailarines de Cali, como también lo hicieron de otras ciudades del país.
Hoy se rematarán cuatro días del XI Festival Mundial de Salsa Cali 2016.
(Además: Bailar, un salto de vida con sacrificios)
Talleres de salsa, los rumberos de la ‘Vieja Guardia’ -toda una leyenda- y representantes de las escuelas se mostraron ante el jurado y público de la salsa, el boogaloo y el bolero.
Alfredo de la Fé y la percusionista Alexandra Albán, una pastusa que vive en Miami y que se siente caleña, hicieron parte de los conversatorios.
La secretaria de Cultura, Luz Adriana Betancourth, dijo que la Plaza de Toros de Cañaveralejo se convirtió en ‘La Ciudadela de la salsa’, donde propios y visitantes dieron sus primeros pasos en talleres de baile con los mejores maestros, algunos de ellos campeones mundiales. Otros como el mexicano Quique Orduña y su esposa Minú Landa vinieron a perfeccionar pasos para su escuela ‘Quique y sus caleñitos’, en el país azteca.
En la Ciudadela, la ‘vieja guardia’ mostró la evolución del ‘bailao’ caleño y en las tardes la Plaza fue una pista hasta con 500 parejas en el ‘baile social’.
(Lea también: Los bogotanos que le rinden homenaje a la salsa dura)
Hay voces de conocedores como Umberto Valverde y rumberos que reclaman una real categoría mundial al evento.
En el comité organizador ya se habla de cómo elevar el paso para responder a esta fiesta caleña.
CALI
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