El 18 de junio del 2007, los colombianos se despertaron con una noticia trágica: las Farc habían asesinado a 11 de los 12 diputados del Valle del Cauca.
Hoy, exactamente diez años después, sus hijos pedirán que ya no se hable de ellos como “los 11 exdiputados del Valle asesinados en cautiverio”, sino como héroes de Colombia.

Los rostros de los 11 diputados secuestrados durante un homenaje en la Asamblea.
Santiago Saldarriaga, archivo EL TIEMPO
“Buscamos que su muerte no sea solo un hecho triste. El secretariado (de las Farc) acepta que este fue su error más grande y que después de cometerlo empezó su declive, el país los odió todavía más y las marchas en su contra se volvieron multitudinarias. Que el sacrificio de la vida de los diputados sirva para que sean llamados héroes de Colombia”, argumenta Sebastián, hijo de Héctor Fabio Arismendi, el diputado que compuso un centenar de canciones en la selva, durante sus cinco años y medio de secuestro.
A Arismendi, de 19 años, lo acompañan Laura y Carolina Charry; Daniela y Juan Carlos Narváez; Brigitte, Jairo y Efraín Hoyos; Lucas y Sergio López; Diana Echeverry, Diego Barragán, Juliana Orozco, Juan Sebastián Pérez y su propio hermano, Juan Camilo.
“Las Farc dijeron que quemaron las canciones de mi padre. Es muy triste: eran su memoria, sus ideas, y no existen”, lamenta Arismendi, que en septiembre viajó a La Habana, en pleno proceso de paz.

Sebastián Arismendi conserva la foto cuando con su hermano Juan Camilo veían las pruebas de superviviencia
Santiago Saldarriaga
Él tenía 10 años cuando su mamá, María Consuelo Mesa, les comunicó a él y a su hermano menor que habían matado a su papá. “Eran las 10 a. m. Estaba con mi mejor amigo y tenía la mano ensangrentada porque, por la rabia, rompí una mesa de vidrio. Le dije: ‘Juampa: voy a matarlos, voy a vengarme, lo juro por Dios’. ¿Un niño de esa edad siente odio? Sí”, sentencia.
“El encuentro con la guerrilla fue duro –recuerda–. Yo creía que estaba bien, pero cuando ‘Pablo Catatumbo’ e ‘Iván Márquez’ entraron volví a sentir impotencia y ganas de matar. El padre Francisco de Roux me dijo: ‘Relájate’. Sentí el ambiente muy denso, ellos tienen una energía muy pesada. Fue un encuentro sin límites de tiempo. Cada uno se paraba y decía lo que sentía. Fuimos frenteros, era el discurso de toda una vida. De lo que más me siento orgulloso es de haberles dicho que de niño los quise matar y que ahora no sentía nada por ellos, que yo me había perdonado y los había perdonado. Cualquiera empuña un arma, les dije; la primera vez debe ser difícil, la segunda no tanto y luego se vuelve algo cotidiano, pero pararse ahí y perdonar no era nada fácil. Fue reconfortante, quisiera que muchos más lo hicieran, que fuera parte de la cátedra de la paz, que las comunidades hagan catarsis, como en Bojayá”.
¿Cómo venció ese odio?
La familia me ayudó mucho. Como dice la frase: “Uno se toma el veneno pensando que es el otro quien va a morir”. Reflexiono y me doy cuenta de que si estuve odiando a todo el mundo, de que si no podía ver la foto de un guerrillero sin sentir rabia, nunca iba a ser feliz. Me pido perdón a mí mismo, decido empezar mi vida sin depender de ellos, pensando en mi papá como la gran persona que fue y empiezo a creer en mí mismo. La única manera de dignificar lo que pasó, de dignificar a nuestros padres, es construyendo. Para mí, el principal problema del país son las ganas de que todo vaya mal. Si uno espera que las cosas vayan mal, irán mal. Si usted sigue criticando en Facebook y no cambia su mentalidad, nunca iremos para ningún lado, así se estén haciendo cosas buenas, como el proceso de paz.
Usted llevará hoy la vocería de los familiares de los diputados. ¿Habrá apoyo para el proceso de paz?
Hemos apoyado la paz y vamos a decir que apoyamos el posconflicto, la dejación de armas, la desaparición de las Farc como grupo guerrillero, que para nosotros es algo muy grande porque lo que queremos es empezar a construir. Para nosotros, después de la guerra, después del dolor, viene la construcción. Todo en la vida tiene altos y bajos; nosotros sabemos que si en algún momento sufrimos tanto, ahora es el momento de los altos, de construir, de mostrarle al país que es hora de cambiar. Es difícil y yo entiendo esta polarización tan grande y a la gente que se muestra tan reacia a un acuerdo de paz. Y hay que ser realistas: las fechas son difíciles de cumplir, pero después de que se cumplan todo va a estar bien.
Diez años después, ¿cómo está la familia?
Mucho más unida. Un valor de mi casa es que a todo hay que verle la buena cara. Mi papá era el pilar de la familia, fue muy duro su asesinato, pero nos ayudó a ser más perseverantes. Es duro no tener a ese gran hombre, pero nos dejó un legado, el que mi hermano y yo asumimos y que nos ha formado muchísimo.
¿Han vuelto a ver las pruebas de supervivencia?
Después de La Habana decidimos volver a ver las cinco pruebas de supervivencia en familia, en otras circunstancias, pero fue igual de duro. Uno empieza otra vez a llorar y a comparar, a decir que soy igualito a él, a señalar cómo miraba, cómo se movía, cómo hablaba. Es difícil.
¿En ellos había mensajes para la crianza de ustedes?
Cada diputado tenía su manera de expresar lo que sentía en los pocos minutos que le daban. La mayoría los invertía en pedirle al Gobierno alguna salida a su secuestro. Yo admiro a mi papá, que aprovechaba esa oportunidad para los suyos. Él sabía que lo importante era formarnos; le pedía a ‘Muñequito’ –así le decía a mi mamá– que nos enseñaran inglés, que aprendiéramos sobre computadores, que no nos dejara ir por el camino del mal. También hablaba de los paseos. Su sueño siempre fue conocer a Mickey (Mouse), porque era el sueño de nosotros, y nunca fuimos. Después de que él murió, mi mamá cumplió ese deseo.
¿Escuchan sus canciones?
Sí, y es brutal. Era compositor y nunca nos leyó lo que escribió en la selva porque, seguro, esperaba volver. Las que más me gustan son Tu amante y tu amigo y Cuando aparezca el amor. Las escucho mucho. Yo no crecí con un papá, me hizo falta ese lado masculino. Somos dos hombres que nos criamos en medio de mujeres: mi mamá, mis primas y la empleada. Hay momentos en que hace mucha falta, como cuando uno empieza a conocer mujeres. Uno quiere hablar, escuchar la perspectiva de un hombre, y yo no la tengo. Siento que con las canciones me habla. Siempre que tengo una duda sobre un tema que tenga que ver con la opinión de un padre, escucho su música. Dejó cuatro discos.
¿Volvería a hablar con ‘Márquez’ y ‘Catatumbo’?
Creo que sí. Ellos están haciendo lo que deberían haber hecho desde el principio, entrar en un partido político y opinar desde un pupitre, luchar con palabras, no con agresión física, debatir en una asamblea, en el Congreso. Ahí podría hacer lo que quiso hacer mi papá y todos allá en la selva, me imagino: combatirlos con ideas.