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Cali

Sombra de Covid-19 toca canasta familiar, el empleo y los saludos

Así lucen las calles de Cali durante el toque de queda.

Así lucen las calles de Cali durante el toque de queda.

Foto:Juan Pablo Rueda

Caleños han notado cambios en precios del mercado y escasez de alcohol. Popayán sufre su alerta.

“No se te olvide el tapabocas”, le dijo la esposa a Eduardo Mora cuando salía hacia su trabajo como vigilante de un centro comercial de Cali.
Le tocó devolverse y se puso ese elemento al entrar en un solitario bus del MIO. “Uso un trapito para abrir la manigueta de carros y puertas. Ya no saludo de mano y tampoco hay a quién”, narra este caleño, de 34 años.
Mariela Lugo, de 25 años, prefiere usar la bicicleta y aprovechar que hay menos vehículos. Por ahora, no quiere usar carro pirata ni buseta. A su cartera le agregó frasquito de alcohol para higiene de manos. “Trato de cuidarme porque tengo a mi abuelo y a mi hija de 2 años”, confiesa.
Ellos, que deambulan por esta ciudad vacía de más de 2,5 millones de habitantes, sienten los cambios por ese enemigo invisible que es el coronavirus.
El centro urbano solo tiene puertas cerradas, numerosos habitantes de calle y vendedores ambulantes como Luis Rojas, quien se duele de la soledad con su caja de dulces y cigarrillos.
En los barrios se comenta que el mayor cambio es de la canasta familiar. Un tomate o un plátano a mil, se queja una señora.
En algunos supermercados se aplica el ingreso por grupos. “No me vendieron porque tengo más de 60 años”, decía enojado Jorge, un pensionado. Más allá, los precios suben entre 30 y 200 por ciento en galerías o tiendas.
En Almacenes La 14 tienen el detalle de recibir con higiene de manos. En Jamundí hay negocios que venden en pico y placa con cédulas.
Mientras tanto, en los buses y otros carros o motos con pasajeros hay más silencio y cualquier tos o estornudo provoca un agite visible entre quienes están cerca. Hay menos viajeros. “Cómprenos, que ahora vamos a pasar hambre”, decía una vendedora ante unos cuantos pasajeros.
El transporte intermunicipal no pasa de Yumbo, Palmira o Candelaria. No muchos siguen para Popayán, Pasto o Bogotá. Los taxistas estacionados.
En el bajo movimiento inciden más de 300.000 estudiantes de colegios y unos 35.000 universitarios en ‘vacaciones’.
También que numerosas empresas trasladaron a casas sus actividades administrativas, de mercadeo y hasta de producción. Es decir, si había más de 20.000 empleados en teletrabajo, ese número se multiplicó.
Al tema hay que ponerle ánimo como los deportistas. El Instituto de Deporte y Recreación del Valle (Indervalle) dio la pauta a los atletas sobre sus entrenamiento en casa. América y Deportivo Cali siguieron esa senda.
El contagio de coronavirus del alcalde de Popayán, Juan Carlos López Castillón, elevó la alerta en el Cauca. La circulación de personas se ha reducido.
La Administración Municipal suspendió las actividades académicas en los colegios y establecimientos de educación superior, técnica y tecnológica. Siendo los universitarios, cerca de 40 mil y como parte de quienes mueven la economía en los restaurantes, almacenes y bares, el comercio se ha reducido un 40 por ciento.
Dueños o administradores de almacenes del centro han preferido cerrarlos, o reducir su horario a cuatro horas. Al mediodía, ya muchos están cerrados. En sectores como La Esmeralda, donde está la principal zona de mercado payanés, se atienden de 5 a 6 personas. Lo que más se compra son huevos, papel higiénico, arroz, enlatados y lácteos. Pese a las largas filas no se reporta desabastecimiento.
Muchos de los habitantes han optado por aislarse y 5 de cada 10 personas usan tapabocas, aunque no faltan clientes en cafeterías y heladerías.
El transporte público se ha reducido, cerca de un 30 por ciento. Luis Felipe Galván, gerente de la Terminal, dijo que en cuanto al servicio intermunicipal, hay tres brigadas de salud para atender las 24 horas a quienes entran y salen de la ciudad. “Funcionan una en la mañana, otra en horario de la tarde y una en la madrugada. Entregan información, registran datos y reportan los casos a los que hay que ponerles atención”, expresa Galván.
“En centrales de químicos, uno ve hay filas enormes para comprar gel y alcohol, pero también hay una porción de la gente que está saliendo a tomar café, comer helados. Es cerca de un 20 a 25 por ciento que siguen su vida normal, gente como si estuviera en vacaciones”, cuenta un habitante de la Ciudad Blanca.
CALI - MICHEL ROMOLEROUX - PARA EL TIEMPO -POPAYÁN
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