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Cali

La fábrica de zapatos donde las personas sordas dejan huella

Rómulo Marín dice que la inclusión es una de las políticas de responsabilidad social de su empresa.

Rómulo Marín dice que la inclusión es una de las políticas de responsabilidad social de su empresa.

Foto:Archivo particular

Calzado Rómulo les dio la oportunidad de empleo a 45 personas con discapacidad auditiva.

CAROLINA BOHÓRQUEZ
El sonido de las máquinas para cortar y coser zapatos es lo único que se escucha en el área donde Diana María Castaño está concentrada con los bordes de un arrume de suelas.
Allí, esta mujer de cuerpo menudo, cabello y ojos oscuros tras un par de lentes, se expresa con las manos con sus otros 44 compañeros para tener los objetivos claros a la hora de crear 7.000 pares de zapatos diarios.
Mueven sus manos. Las abren. Mueven sus dedos y gestualizan con su rostro para comunicarse entre sí gracias al lenguaje de señas.
Son un grupo de personas sordas y si quieren hablar con más personal de la fábrica, un intérprete, quien superó una limitación auditiva, interviene para hacer posible cada conversación.
Los 45 trabajadores que no pueden escuchar forman parte de una población de más de 32 mil personas sordas en Cali que luchan y tocan puertas para tener la oportunidad de ser valoradas en el mundo laboral hasta que la encontraron en Calzado Rómulo, donde también hay cabida para madres cabezas de hogar, desplazados, exconvictos y reinsertados.
Esta es una empresa que nació en el popular barrio Villacolombia, en Cali, en 1974 con 25 operarios para hoy alcanzar alrededor de 1.000, en ya un imponente complejo de la zona industrial de Acopi, sobre la vía entre la capital vallecaucana y Yumbo.
El nombre de la fábrica que ha venido creciendo, a pesar de las dificultades, se debe a su fundador, el tulueño Rómulo Marín, quien a pulso se levantó desde niño al conocer la pobreza, luego de la muerte de su padre, un policía y comerciante de carne, en Tuluá.
Fue en la década del 60 que el vallecaucano descubrió la zapatería, cuando ya viviendo en Cali repartía los almuerzos que su madre preparaba para sobrevivir con él y sus hermanos. Estaba en quinto de primaria cuando conoció a un zapatero que era uno de los comensales.
Ese fue el inicio de una empresa, donde la inclusión es uno de sus lemas y que fundó don Rómulo —como le dicen Diana y todos en la fábrica a quien es visto como su mentor o hasta como un padre más que un gerente distante —.
Para el empresario, sus empleados son como su familia y así lo es también la fábrica para Diana, por la cual, ella asegura que hoy se siente feliz.
Ella cuenta que estuvo trabajando como manicurista hace más de tres años. Debido a su discapacidad, no tuvo muchas opciones ni siquiera en otras empresas. La manicura fue la posibilidad que le quedaba para reunir algunos pesos.

Ese fue el inicio de una empresa, donde la inclusión es uno de sus lemas y que fundó don Rómulo.

“Al trabajar haciendo uñas ganaba muy poquito. La situación era muy difícil”, dice Diana. 
Sus ojos cambian. Se agrandan. Abre sus manos. Apoya algunos de sus dedos sobre sus labios y queda dibujada una gran sonrisa en su rostro para confirmar que se siente tan agradecida de trabajar en una empresa gigante que con capacitaciones del Sena le enseña a ser zapatera, vistiendo orgullosa el uniforme azul que en la espalda deja leer las letras blancas de Calzado Rómulo.
Como todo comienzo no ha sido una tarea sencilla, pero con empeño, siempre con intérprete y la voluntad de docentes del Sena y con sus compañeros, Diana quiere ser mejor en su puesto de trabajo, sin importar cuántas veces se ha machucado o cortado con la máquina que es su aliada en este arte para que otros puedan caminar con diseño e innovación.
“Ahora, acá ya todo es muy diferente. Yo me concentro, me gusta mucho”. Diana mueve, de nuevo, sus dedos. Los frota en las puntas para denotar la idea de que está recibiendo más ingresos.

‘No hay limitaciones’

Don Rómulo, a sus 70 años, dice que la iniciativa de promover la inclusión de personas con discapacidad para escuchar nació de uno de sus hermanos, quien tampoco oye.
“Se casó y su esposa también es auditiva (término que utilizó para referirse a que no es oyente)”, dijo.
“Eso hizo que algunos de los amigos de mi hermano fueran llegando a la fábrica desde hace muchos años”. Cuenta el tulueño que dos años después de abrir su taller de calzado en Villacolombia quiso aprender más de zapatería y arriesgarse en crecer. Y lo hizo en pleno Manhattan de Nueva York, cuando en 1976 con otros tres colombianos abrió un negocio de fabricar y vender zapatos.
Pero su Valle del Cauca lo jaló para regresar. Tenía estudio de modelaje de calzado del Sena y en 1982 abrió la Clínica de Calzado Dr. Rómulo Marín, como un taller en su casa, fabricando entre seis y ocho pares de zapatos diarios.
En 1993, la fábrica se trasladó a una planta con capacidad de 10 bodegas con 400 trabajadores, aproximadamente, y producciones diarias de 1.000 pares y 20.000 mensuales.
El crecimiento no se detuvo. En 1999 tuvo la apertura de 13 almacenes en el país, pero también llegó con ventas a Venezuela, Costa Rica, Panamá y Aruba.
En 2002 hubo dificultades con el mercado venezolano y entró en una crisis llevando a la compañía, en junio del 2003, a la ley 550 de insolvencia. Pero pudo detener la crisis que amenazaba con el cierre total de la fábrica.
Cinco años después, dice don Rómulo, la empresa se recuperó, buscó expandir la planta de producción trasladándose a una sede de más de 3.200 metros cuadrados en Los Mangos, en Cali. Fue en 2016 que se unificaron siete plantas con más empleo, trasladándose al sitio que hoy ocupa la fábrica en Acopi. Se calcula que aparte de los cerca de 1.000 empleados directos hay 6.000 indirectos.
Don Rómulo asegura que cree que no hubiera podido salir de estas dificultades sin sus trabajadores, entre ellos, los 45 trabajadores con discapacidad para escuchar, número que en la empresa se aspira a que crezca a unos 60 en total.
Afirma que hay que creer en la gente y en sus habilidades no importa si tiene alguna discapacidad física porque tiene necesidades y sí que las conoce bien.
“Cuando uno siente, cuando uno ha venido de abajo y se da cuenta de lo que es la pobreza, es cuando como empresario se sabe que, de antemano, no se va a llevar nada de lo que se tiene. El éxito se siente cuando se está apoyando y ayudando a los demás. Eso me llena de satisfacción”, anota el vallecaucano.
“Estamos muy contentos. Estamos con la temática de ver cómo los empresarios de acá de Yumbo y Cali logran ocupar a más personas también, porque son muy positivas para todo lo que tiene que ver con su trabajo”, expresa el directivo, quien con el Sena impulsa un centro de formación en zapatería.
Los sordos en la empresa son 45.

Los sordos en la empresa son 45.

Foto:Archivo particular

“Me siento bien en esta empresa. Ahora somos 45 personas sordas y necesitamos llegar a las 60”, dice emocionado el también operario Alejandro. “En comienzo no superábamos siete personas”.
Alejandro logra hacerse entender con oyentes de la empresa por medio de intérpretes como Andrés Cruz, quien labora hace cuatro años con Calzado Rómulo. Dice que no sabía cómo hablar ni comunicarse años atrás.
Ahora lo hace, con la ayuda de un dispositivo en su oreja, emitiendo palabras y sosteniendo conversaciones con oyentes, tanto que quienes llegan a conocerlo quedan sorprendidos de que ha venido presentando sordera desde casi toda su vida.
“Agradezco a Dios, al Instituto de Niños Ciegos y Sordos, a la señora Doris García de Botero que me enseñó a hablar. Yo no hablaba nada. Pero aprendí y me comunico. Quiero invitar a los empresarios a que integren a personas con discapacidades, son personas que aportan”, dice el intérprete de señas.
La secretaria de Bienestar Social de Cali, María Fernanda Penilla, resalta este ejemplo de equidad. “Conocemos emprendimientos hermosos, trabajos impresionantes, muy comprometidos, con muy buenos productos por personas con discapacidad”, agrega. “Lo importante es informarse y ser más empáticos para que empresas empiecen a vincular a personas con discapacidad, tienen miles de habilidades”, sostiene Penilla.
“Aquí en Calzado Rómulo hay una comunidad sorda y la verdad es que queremos salir adelante”, reitera Diana, la mujer menuda que fue manicurista. Otra vez abre sus ojos, se señala a sí misma con uno de sus dedos y luego frota sus manos. Su sonrisa lo dice todo.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cali

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