Las bodegas de este banco no guardan joyas ni sumas millonarias. Sus aportantes tampoco esperan ganancias. Pero desde hace más de 15 años es el mayor tesoro en barrios y calles de Cali donde acosa el hambre.
Al mediodía, cuando en los comedores comunitarios, ancianatos y fundaciones, se sirven cerca de 40.000 platos, este sitio brilla por sus utilidades. Es el Banco de Alimentos de Cali, una organización Arquidiocesana.
La iniciativa fue gestada por monseñor Isaías Duarte Cancino, quien en una bodega hacía recolectas de mercados. La demanda de usuarios creció hasta que en el 2000 se constituyó como organización.
Monseñor Duarte, caracterizado por sus posiciones firmes, lideró el Banco hasta aquel anochecer del 16 de abril de 2002 cuando pistoleros lo asesinaron en la iglesia del Buen Pastor del barrio Ricardo Balcázar. Al principio se habló de una acción de la guerrilla pero luego se sospechó del narcotráfico. El crimen está impune.
(Vea: El banco que alimenta a Bogotá hace 15 años)
El Banco siguió la misión encomendada. Hoy, es dirigido por el padre Óscar de la Vega, quien estaba esa noche cuando asesinaron al Arzobispo. Darle continuidad a la obra es un homenaje a su memoria.
El sacerdote, reconocido por sus misas campales en el oriente, dice que “ejercemos una labor histórica cristiana, que se basa en el principio de aliviar al hambriento, puente entre la abundancia y la carencia”.
El logo del Banco son dos peces y dos panes a partir de ese pasaje bíblico en el que Jesús, tras predicar ante 5.000 personas que pasan hambre en el desierto, ve llegar a un niño con cinco panes y dos peces con los cuales, milagrosamente, alimenta la multitud.
Aunque el proceso de crecimiento ha tenido contratiempos como en 2007 cuando se incendiaron las bodegas, el Banco se nota cuando, por ejemplo, unos 1.300 niños de Potrero Grande almuerzan y no se quedan solo con una aguapanela. En Siloé, El Calvario, Sucre y otros barrios se repite ese alivio.
Otros, en cualquier calle, acuden a un ‘basuco’ de 600 pesos para olvidar el estómago, aunque piensen que es otra cosa.
De la Vega dice que no se puede bajar la guardia cuando hay cifras del estudio de Índice de Inseguridad Alimentaria en el Hogar, en el país, con un 42,7 por ciento en situación de inseguridad alimentaria.
Se estima que un 8 por ciento de los caleños pasa hambre. El secretario de Bienestar Social, Esaúd Urrutia, ha dicho que pueden ser 110.000 caleños. Otros cálculos van hasta los 180.000.
El sacerdote siente que hay gente que muere por eso. “Aún nos falta mucha ciudad por impactar, una es la galería de Santa Elena, allá uno ve que se pierde comida y no podemos dejar que el egoísmo triunfe, por no vender barato o no regalarlo dejan que las cosas se dañen. Le apostamos a la conciencia por la seguridad alimentaria y la nutrición”, reflexiona.
(Además: La labor que sigue luchando contra el hambre)
El Banco funciona en una bodega de 3.000 metros cuadrados en San Nicolás donde hay 5 bodegas, cuarto frío, nevera y cuarto de congelación. Son 45 empleados, entre bodeguistas, separadores y empleados del área administrativa.
Desde allí se podría aliviar más esa sombra social que es el hambre, llegar hasta 60.000 caleños. Por eso, el padre de la Vega dice que la lucha es de todos los días.
Entregan 9 toneladas al día y faltanDe las bodegas salen unas 280 toneladas mensuales.
El proyecto cuenta con 8 vehículos que recorren Cali para recolectar alimentos, enseres, productos de aseo o muebles donados por organizaciones, empresas y muchos solidarios.
Diariamente llegan de 30 a 35 carros que recogen los alimentos para ser llevados a fundaciones. Cada entidad hace una donación voluntaria en dinero o reciclaje para sostener el Banco, que demanda gastos de $120 millones al mes. Enlatados, aceites, frutas y verduras se requieren, los granos siempre escasean. El padre Óscar de la Vega hace un llamado a donar.
La tarea social del Banco se extiende a mujeres emprendedoras del oriente y ladera, para que se vuelvan microempresarias.
CALI
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