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Barranquilla

El tradicional disfraz de los Cabezones llegó a Barranquilla en 1930

Ricardo Rodríguez cuenta con una docena de Congos de Oro y muchas otras alegrías.

Ricardo Rodríguez cuenta con una docena de Congos de Oro y muchas otras alegrías.

Foto:Oscar Berrocal / ADN

Ricardo Rodríguez mantiene el legado familiar. Donald Trump estará en el grupo de 2017.

Con apenas 10 años, Ricardo Rodríguez guardó en silencio uno de los cabezones fabricados por su padre y su tío dentro de una vieja casa del barrio Chiquinquirá. Se metió en el armazón de barro y apareció en la Batalla de Flores superando las prohibiciones que le habían puesto.
“No tenía permitido ponerme una cabeza para desfilar, pero cuando los mayores de la casa se dieron cuenta ya estábamos en la calle y les causó risa. Así comencé a demostrar mi pasión por esta tradición”, recuerda hoy el heredero del singular disfraz, que cautiva a miles en el Carnaval de Barranquilla desde 1930.
Ricardo no necesitó una cabeza tan gigantesca como la de los personajes moldeados en arcilla para dominar con serenidad el grupo Cabezones y Gigantonas, que se volvió un símbolo del Carnaval.
“Desde los años 80 me mantengo al frente de todo. Entre las satisfacciones registro que alguna vez desfilamos 120 personas. Eso sí, lo más importante es que se ha mantenido una tradición que inició mi tío Galo Rodríguez con un empresario (Celio Villalba) que vio a los cabezones en Alemania y quiso traerlos a esta parte del mundo. Me complace saber que todos los años cumplimos, sin importar que no tengamos un apoyo gigantesco”, aseguró Rodríguez, quien reside en el barrio El Pueblo.
“Siempre quiero estar en todos los desfiles y debo decir que desde que no tenemos el patrocinio de Café Almendra, por la desaparición de la empresa, todo se hizo complejo. El estímulo que llega de Carnaval no alcanza para mucho y con eso apenas cubro transportes. Más allá de eso siento el deber de estar en la fiesta”, añadió el entusiasta carnavalero.
Diomedes Díaz, ‘El Pibe’ Valderrama, El Chavo, Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y hasta el mandatario estadounidense Donald Trump, forman parte del grupo de personajes que se convierten en caricaturas andantes, capaces de generar risas y de ir al compás de todos lo ritmos que se escuchan en el Cumbiódromo.
Entre familiares, amigos y vecinos aparecerán los encargados de llevar los cabezones. Y por insólito que parezca, todas las cabezas son hechas por Ricardo, su esposa, sus dos hijas y un yerno. “Durante el año se busca arcilla, se moldea, se hornea con leña por tres días, luego se pone en el sol dos días más. Se le pega papel en cuadritos y así se le hacen 120 capas. Agregamos yeso con estuco, se asolea otros dos días y al final pintamos y pulimos”, relató con fluidez Rodríguez, el carnavalero que ha sido capaz de mantener la forma de una historia heredada.
Aún vive David Rodríguez, el padre que junto al tío Galo transmitió a Ricardo la pasión por los disfraces. Al igual que la mayoría, asegura que el Carnaval de Barranquilla mantendrá sus cabezas muy en alto. 
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