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Barranquilla

Red de tamboreras: la alegría de la transformación

Orito Cantora y sobre la derecha Jenn del Tambó en una de sus presentaciones.

Orito Cantora y sobre la derecha Jenn del Tambó en una de sus presentaciones.

Foto:Archivo particular

La agrupación que siembra paz promoviendo empoderamiento femenino comenzó a gestarse en la guerra.

Entraba en su ocaso la última década del siglo XX y en Prados del Campestre, barrio que se enmarcó como zona de guerra de Barrancabermeja, los niños jugaban bajo sol y luna a ser los actores del conflicto armado colombiano.
Recreaban su realidad lanzando piedras que hacían de granadas, cubrían sus rostros para representar guerrilleros o paramilitares, y cualquier objeto de plástico o madera hacía de fusil.
De repente, al escuchar la metralla que no era de juego, la aventura se detenía para darle inicio a otra, ir hasta el lugar del caído, ver quién era y contarle los disparos. ¡También era divertido encontrar casquillos de bala para coleccionar!
Allí, diagonal a la casa de Jennifer Meza, apareció una sede de la Organización Femenina Popular (OFP), que buscaba ser un oasis en el aciago lugar.
“Era una escuela en la que se enseñaban artes y fue la música lo que llamó mi atención. Duré un buen tiempo en el que me asomaba a la reja y veía las clases hasta que me animé a entrar. Me cautivaron los sonidos de percusión, pero me dijeron que el tambor no era para las niñas porque se me dañaban las manos y necesitaba mucha fuerza. Yo tenía 10 años y me hacía muchas preguntas. Decidí entonces comenzar con instrumentos de viento para estar igual en ese sitio”, recuerda quien hoy es una artista consolidada, presentada en escenarios de Colombia y el mundo como Jenn del Tambó.

Me cautivaron los sonidos de percusión, pero me dijeron que el tambor no era para las niñas porque se me dañaban las manos y necesitaba mucha fuerza

“La región era muy violenta por todos los actores armados. Mataban a la gente porque sí y porque no. Aunque era niña noté en el arte cosas distintas y muy favorables. Además, en mi casa siempre he tenido un papel de líder y mi mamá creyó en mi intención”, recuerda.
Jennifer le ganó su primera batalla al molde machista cuando se convirtió en tamborera. Una señora vecina la dejaba tocar sobre una tabla vieja en un rincón de su casa y así fue como aprendió las bases. Aquello le resultó más encantador que el juego de explosiones y trincheras. ¡Comenzaba el cadente ritmo de su salvación!
La guerra no se marchó, pero ella se enfocó en eludirla y tras un par de años aprendiendo los secretos del instrumento africano, comenzó a recibir pesos por tocar. En aquel tiempo llegar a casa con un anaquel de huevos o una bolsa de panelas era un logro mayor para una familia de tres niños y una madre soltera.

El otro lado

Mientras una gran historia se fraguaba en Barancabermeja, extensión del Caribe que el mapa ubica en el interior del país, Grace Lascano descubría su fascinación hacia el folclor en las clases de música del colegio Biffi La Salle.
Su formación con las sonoridades se amplió en el grupo de Marlio Cortés, y luego fue parte de la primera legión de Casas de Cultura en Barranquilla.
“Vivía en Los Nogales y me tocaba ir hasta San Felipe, después a La Magdalena, a la Ciudadela y a una infinidad de lugares que me permitieron conocer maneras de ver la vida. Cada salida resultó enriquecedora y hasta aprendí a interpretar lo que representa un picó", cuenta.
“Las Casas de Cultura eran contadas y también era atípico ver mujeres con tambores. Siempre nos decían que tomáramos otro instrumento. Y luego de esa lucha, dimos otra, que fue la de exigir que nos pagaran igual que a los hombres”, recuerda.
La vida musical de Grace, quien aún no era Orito Cantora, dio un salto en la geografía. Tras su etapa de colegio se fue a vivir a Bogotá para convertirse en publicista.
Mientras cursaba sus semestres en la Universidad Central, hizo un largo recorrido por los escenarios bohemios y multiculturales de la capital.
En ese tiempo fue parte del grupo Amaxona, que experimentaba con los patrones rítmicos del Caribe en muchos ambientes alternativos, entre los que estuvieron íconos como Galería Café y Libro y la Media Torta. “Fui parte del grupo folclórico de la universidad y esa fue otra vivencia que me edificó muchísimo”, revela.

Punto de encuentro

Fue en Ovejas, ese encantador espacio de Sucre, en el que las gaitas sirven para contar la vida, donde las dos mujeres comenzaron a unir talentos y voluntades. Pasó en el año 2010. “Allí nos conocimos y fuimos viendo el potencial de cada una”, afirma Jenn.
En el mismo pueblo, un año después Jenn ganó como mejor tamborera en el Festival de Gaitas, algo sin precedentes para una mujer. Aquel logro reafirmó lo que estaba diciendo desde niña con sus manos. Siempre era capaz de marcar diferencia y funcionar como agente de cambio.
Los intereses musicales las mantuvieron en contacto. Jenn se convirtió en refuerzo frecuente de la agrupación Orito y la Chalupa. “En Brasilia tuve todas las categorías de cliente especial de tanto venir hasta Barranquilla. Me conocían por ser la muchacha de los tambores. Así fue hasta que un día decidí quedarme en esta ciudad y ya soy barranquillera”, afirma entre risas.
Orito tomó su nombre de quien fue su tía abuela, además relacionada al folclor. Si bien la compenetración musical seguía en alza, el proyecto más sensible y cautivador que podía salir de las dos mujeres aún estaba pendiente.
Orito Cantora y Jenn del Tambó han logrado una extraordinaria comprensión en el escenario.

Orito Cantora y Jenn del Tambó han logrado una extraordinaria comprensión en el escenario.

Foto:Archivo particular

Comenzó la red

Las secuencias de sucesos definieron sus vidas, en las que el instrumento africano fue más que un actor sonoro. Así le dieron forma a la Red de tamboreras de Colombia, organización que promueve desarrollar, lejos de cualquier cliché, el concepto de empoderamiento femenino, teniendo como soporte la frase: “lo único golpeado debe ser cuero del tambor”.
En enero de 2016 comenzó el ejercicio, recibiendo a cualquier mujer armada de voluntad y sin costo económico. “No fue fácil orientar el proceso. Hubo que enseñar desde cero a tocar. En la marcha fuimos trabajando y ya nos encontramos en un punto en el que somos capaces de hacer ensambles con la participación de 50 personas, con canciones propias además”, dice Orito, muy orgullosa.
“Toda la inquietud surgió por la intención de dirigir un taller para mujeres, debido a que usualmente se le enseñan a una mujer los aspectos más secundarios. Al principio nos reuníamos en casas, luego en los parques y nos echaban, hasta que encontramos el espacio de la Plaza de la Paz, contando con el respaldo del administrador”, agrega.

En la marcha fuimos trabajando y ya nos encontramos en un punto en el que somos capaces de hacer ensambles con la participación de 50 personas, con canciones propias además

Alegre sorpresa

Jenn del Tambó junto a Valeria Abuchaibe en la Lectura del Bando de 2018.

Jenn del Tambó junto a Valeria Abuchaibe en la Lectura del Bando de 2018.

Foto:Vanexa Romero

Cualquier fin de semana, una joven de mirada clara se sumó al grupo sin entregar mayores detalles de su origen. Fue aprendiendo rápido y dio a conocer que contaba con voz para el folclor. Luego se supo, que su nombre era Valeria Abuchaibe, y que además figuraba entre las aspirantes a Reina del Carnaval 2018.
Este suceso fue un punto alto para la Red de Tamboreras, pues tras la confirmación de Abuchaibe como soberana, el grupo fue estelar en la Lectura del Bando.
Una reina dominadora de los secretos del tambor alegre, cantadora de bullerengue y con Jenn alentando su vigor es un retrato honesto de lo que permite la unión de convicción y dulzura.
La conquista de escenarios es una constante de la Red y sus líderes. Brasil, España, Francia, al igual que el Carnaval de las Artes o la Batalla de Flores son espacios en los que hace resonancia la riqueza de un grupo que proyecta más que talento.
En la era de la pandemia fue necesario aplazar una gira europea, lo cual no ha detenido el ímpetu por compartir los saberes. Por medio de sus cuentas de Instagram y Facebook, la Red de Tamboreras ofrece talleres en los que se enseñan las claves del folclor.
La agrupación ya es concebida como una realidad cultural que no se irá de su ámbito, que está obligada a permanecer con la noble misión, la de hacer crecer el interior de cada integrante, para que luego lo mejor fluya en forma de alegría.

Esto debe saberlo 

Wilhelm Garavito
Redactor ADN
Barranquilla
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