Por encima de todas las cosas, Ana María Cervantes Nieto no duda en darle las gracias a Dios por las bendiciones recibidas en sus 32 años de vida. “Soy ante todo espiritual”, enfatiza. Sin embargo, sus lágrimas son evidentes cuando recuerda que a lo largo de ese tiempo su familia ha sido fundamental para lograr las metas propuestas.
De inmediato, con astucia, aprovecha que sabe que el entrevistador graba su testimonio para dejar claro que no está enferma, ya que solo nació con Síndrome de Down, una condición que no le impidió desarrollarse e incluso acceder a la educación superior en la que se gradúa este viernes en la carrera técnica de Asistente Administrativa, de la Universidad Autónoma del Caribe. A las 2:45 de la tarde se inicia la ceremonia en la que Ana María, quien estuvo dos años asistiendo a la universidad, recibirá su diploma.
“Tengo que agradecer a mi mamá, a mi papá, a mis hermanas, sobrinos y las personas que me han dado la oportunidad y creyeron en mí”, manifiesta.
Amante de la música clásica, las baladas, el canto, la pintura y la bisutería, relata que en la Uniautónoma hizo sus prácticas profesionales y aplicó lo aprendido en temas relacionados con la atención al cliente y el secretariado, entre otros.
Su madre, Miriam Nieto, quien no se cambia por nadie, admitió que fue fundamental en el desarrollo de Ana María que nunca fue vista como una persona enferma a la que había que relegar.
“Siempre luchamos porque nuestra hija se relacionara con personas regulares, y aunque no fue tarea fácil, sobre todo en aquella época, hicimos lo necesario para que siempre fuera funcional”, destacó Nieto.
Alberto Cervantes Nieto es el feliz padre de la graduante y pondera que su hija estudió la primaria y parte de la secundaria en el Colegio Gimnasio Americano, hoy denominado American School, lo que fue fundamental en su formación.
Cervantes Nieto recordó que hace 32 años, cuando ni siquiera se podía diagnosticar acertadamente la condición de su hija, su decisión y la de su esposa fue la de tener paciencia y siempre buscar una solución a los problemas. “Fue vital colocarla en terapia desde temprano en tiempos en los que la sociedad no entendía la condición de estar personas y las relegaba. Por eso yo les digo a los padres: solo el amor puede enfrentar este reto”, manifestó.
Ana María es una carnavalera empedernida y tiene un sueño de conseguir trabajo ahora que es una profesional. También quiere echar a andar su empresa de bisutería a la que ya bautizó como ‘Manos creativas’.
Hace parte de FuninDown, una fundación que lucha por esa población liderada por Luz Miriam Sastoque en la que le puede dar rienda suelta a las expresiones artísticas.
Ramsés Vargas Lamadrid, rector de la Uniautónoma, explicó que el caso de Ana María no es el único.
“Tenemos al menos otros cuatro jóvenes con discapacidades cognitivas que realizan sus estudios profesionales en nuestra universidad, y lo que queremos es que cada vez más personas con esta condición tenga la posibilidad de alcanzar sus sueños”, aseguró.
ANDRÉS ARTUZ FERNÁNDEZ
Redactor de EL TIEMPO
BARRANQUILLA