Esthercita Forero será por siempre, para los jóvenes, sinónimo de la Guacherna, el multitudinario desfile nocturno que indica que falta una semana para la apertura del Carnaval de Barranquilla.
La cantautora que más y mejor le compuso a la Arenosa dejó de existir el tres de junio del 2011, a las 6:15 p.m., en la Clínica La Asunción, luego de librar una tenaz lucha con la muerte de casi un mes, aquejada por una dislocación de su hombro derecho y luego por una isquemia cerebrovascular.
Desde entonces, ‘la novia de Barranquilla’ cayó en un estado de sueño profundo, y su pronóstico siempre fue reservado, debido a su avanzada edad y al deterioro neurológico.
Inspirada en los llamados ‘asaltos’ festivos, que observó de niña entre los vecinos de su tradicional barrio Abajo, y después, de manera más organizada, en Santiago de Cuba, Esthercita propuso y fue la artífice del recorrido de la Guacherna, que nació en 1974 y tiene himno propio, de su autoría, grabado por Los Vecinos: Faroles de lucero girando entre la noche (...)/ la Guacherna, la Guacherna, la Guacherna en carnaval.
Sin embargo, para los más veteranos, ‘la novia de Barranquilla’, bautizada así por el locutor radial Gustavo Castillo García al verla una vez vestida totalmente de blanco para una presentación, fue mucho más que Guacherna.
“Tengo casi 500 composiciones musicales suyas y un grueso número de ellas se refiere a Barranquilla”.
Fue, quizás, la persona que más dedicó temas musicales a la ciudad donde nació. “Tengo casi 500 composiciones musicales suyas, publicadas o no, y un grueso número de ellas se refiere a Barranquilla o a las cosas de la ciudad”, sostiene el investigador cultural Álvaro Suescún, quien, en el 2002, luego de casi seis años de trabajo –incluyendo viajes con la artista por Estados Unidos y Puerto Rico–, terminó un libro ya diseñado de 320 páginas, cuyo nombre es obvio: Esther Forero, la novia de Barranquilla. “El libro debía salir, a petición suya, cuando ya no estuviera con nosotros”, agrega Suescún.
Autora de temas emblemáticos del carnaval como La Guacherna, Tambores del carnaval y Mi vieja Barranquilla, Esther Forero Celis nació el 10 de diciembre de 1919 en el popular barrio Abajo. Este año hay una programación especial en Barranquilla para conmemorar el centenario de su natalicio.
Hija única y abandonada por su padre policía, empezó a cantar desde los 4 años, llevada de la mano de su madre, Josefina, a presentaciones familiares y de amigos, en medio de penurias económicas, en tertulias y teatros de la capital del Atlántico.
Influencia del maestro
Más tarde, Elías Pellet Buitrago, padre de la radiodifusión comercial en Colombia, quedó impresionado al escuchar a la cantante de 14 años y la contrató para la primera emisora creada en Colombia, La Voz de Barranquilla.
De ahí saltó por los pueblos y ciudades del país y, a los 20, programó una gira por el exterior de dos años, que se prolongó por casi una década. Recorrió la cuenca del Caribe con su compañero sentimental, el poeta Jorge Artel, quien le recomendó no cantar de todo.
“Él me habló del folclor y me enamoré del folclor”, afirmó muchas veces. Estuvo en República Dominicana, durante la dictadura de Rafael Trujillo, y grabó el bolero Santo Domingo.
Pero el país que más la marcó fue Puerto Rico, porque allí conoció al maestro de maestros,Rafael Hernández, quien se convirtió en su tutor y la recomendó en Nueva York para grabar con la famosa casa Seeco International.
“Él marcó las pautas en mi carrera artística, para después cantarle los temas a mi tierra”, dijo Esthercita en un homenaje que le rindieron la Universidad del Atlántico y la caja de compensación Comfamiliar, en Barranquilla. Antes de irse a Nueva York, el maestro Hernández le dio un consejo sabio: “Escriba música y hará algo grande”.
"Escriba música y hará algo grande".
“La primera noche que nevó en mi estadía en Nueva York, en 1951 –le confesó Esthercita a su biógrafo Suescún–, camino a la casa, vi sobre el Empire State, entonces el edificio más grande del mundo, una luna grande y luminosa.
Era diferente de la de Barranquilla. En seguida, compuse un bolero llamado La luna de Barranquilla, pero no me gustó”.
Suescún cuenta que “18 años después de aquella noche de Nueva York, modificó la letra y en porro compuso la versión final de La luna de Barranquilla”.
La luna de Barranquilla tiene una cosa de maravilla / La luna de Barranquilla tiene una cosa de maravilla /Ay, esa luna bonita / Esa luna, lunita / Chiquitín, chiquitica / Morenín, morenita.
Esas mismas estrofas son las que cantó en los últimos meses a dúo con Juan Pablo Carrillo, su bisnieto de 5 años, en su casa del barrio El Silencio, en Barranquilla, hasta antes de ser recluida en la Clínica La Asunción.
Incluso, en los últimos años, a pesar de los quebrantos de salud, Esthercita saludaba a los parranderos en carrozas alusivas a faroles o a la luna, en referencia a sus alegres canciones.
Esthercita tuvo dos hijos: Iván, que murió en 1968, y Esther Nouel, que vive en España.
“Mamá –dice Teresa González, hija de Iván y nieta de Esthercita– fue muy dinámica en casa, aun para movilizarse con su caminador. Pocas horas después de haber convulsionado, la escuché cantando en la clínica. Tenía la lengua empelotada y no se le entendía, pero comprendí, por la música, que era Amigos de cualquier lugar del mundo, una de sus últimas composiciones”.
Los barranquilleros no la olvidan, su recuerdo está en todos lados. La observan su estatua en la calle 74 con carrera 43 o quienes abordan el Transmetro en la estación que lleva su nombre (calle 70 con carrera 46) o quienes han escuchado y bailado su música y saben lo que representa o, simplemente, los jóvenes disfrazados que la identifican con la Guacherna del carnaval.
Estewil Quesada - Editor de ADN - Barranquilla