A las 2 p.m. de este lunes, cuando Barranquilla se alista a continuar con la celebración del tercer día de carnaval, en la entrada del cementerio Calancala, en el centro de esta capital, se concentran un gran número de congos de la danza El Torito Ribeño que han llegado rendirle un homenaje a sus antepasados, cuyos restos reposan en este campo santo.
El pasado 20 de enero cumplieron 141 años, de estar saliendo de manera ininterrumpida en los desfiles del Carnaval de Barranquilla, lo que la convierte en una de las más antiguas de la fiesta.
Todos los años antes de salir a los desfiles o presentaciones llegan al cementerio a ofrecerles una ceremonia especial y para pedirle a sus muertos que los protejan durante los cuatro días de fiesta.
En este grupo hay niños de tres años y hombres y mujeres que están por encima de los 70 años de edad, pero que por estos días dejan sus dolores y problemas a un lado para gozarse el carnaval y mantener la tradición de estas fiestas, patrimonio de la humanidad.
La primera tumba que visitan los congos es la de Elías Fontalvo, quien fundó la danza el 20 de enero de 1878 y cuya lapida está a la entrada del cementerio.
La historia de la creación de esta danza se remonta al singular hecho que le ocurrió a Elías Fontalvo, cuando queriendo participar en la Danza del Toro Grande del barrio Abajo, no lo aceptaron por ser menor de edad, y podía resultar herido en una de las batallas que sostenía las danzas de congos.
Por eso decidió formar la danza del Torito Ribeño con la participación de jóvenes que aún no habían alcanzado los 21 años de edad y por lo tanto no tenían cabida en danzas guerreras de este tipo.

Los miembros de El Torito Ribeño danzan frente a las tumbas de sus familiares.
Vanexa Romero / EL TIEMPO
Luego el grupo sigue al mausoleo de la familia Fontalvo, donde reposan los restos de los hermanos Campo Elías y Marcos Fontalvo de Aguas, la segunda generación, quienes siguieron con la tradición de mantener vivo esta danza popular.
Su actual director es Alfonso David Fontalvo Torres, patriarca de la casa y de la danza, quien en un mes cumple 77 años de edad, y lleva toda la vida bailando congo, es el cuarto director (hijo de Marcos Fontalvo, quien a su vez heredó de Elías) en tres generaciones de la danza de El Torito Ribeño.
“Decimos unas palabras y luego explota la música que se le dedica a los fundadores”, cuenta Alfonso Fontalvo, quien este lunes debió caminar unas 8 cuadras desde su casa en el barrio San Roque, hasta el cementerio, porque el bus que los debía recoger no llegó.
“No me duele nada y menos en carnavales. Me dicen que soy hipertenso pero yo no le paro bolas a esa vaina”, dice Fontalvo.
El Torito cuenta en estos momentos con 150 integrantes. Este lunes no todos llegaron a la casa de Fontalvo donde está radicada la sede, ubicado en los límites de los barrios San Roque y Rebolo, en donde ondea una bandera, símbolo del Torito, y al entrar en la vivienda se pueden observar fotos, medallas, pergaminos, recortes de periódicos y trofeos, como testigos de una historia que lleva 141 años haciendo parte del Carnaval.

Los congos recorrieron las tumbas del cementerio Calancala de Barranquilla.
Vanexa Romero / EL TIEMPO
Los pasillos están llenos de pinturas alegóricas y de trofeos que son más que recuerdos. Todo lo que represente Carnaval es prioridad.
Alfonso Fontalvo, tiene enmarcada y muestra con orgullo aquella carta en la que Jorge Eliécer Gaitán, ministro de Trabajo, Higiene y Prevención Social en 1943, acepta ser el Presidente Honorario de la Danza del Torito.
“Bailamos en la Batalla de Flores y luego en la Gran Parada, eso desgasta bastante, hay miembros que no son pelaos y ya no tienen fuerza para salir otra vez”, precisa el director.
Frente a las tumbas de los fundadores de El Torito Ribeño los gongos danzan, el sonido seco del tambor y los coros retumban en todo el cementerio. Ya la administración y los vigilantes saben que los congos vienen en carnavales a realizar su ritual y por eso los esperan con las puertas abiertas.
“No podemos salir o celebrar un carnaval sin venir aquí a darles las gracias a estos ancestros que fueron los que nos dejaron este legado”, dice Alfonso quien perdió la cuenta de cuantos Fontalvos Torres y Fontalvos Jiménez hay en la danza. “Tengo una sobrina que ha parió como 8 pelaos y todos están en la danza”, comenta entre risas.
Luego de danzar y tocar en el cementerio los congos se dispersan, algunos siguen para bailes, otros a desfiles de barrios, no falta el que se quede en una tienda tomándose su botella de Ron Blanco.
El director aprovecha que cerca al cementerio Calancala vive la familia de Campo Elías Fontalvo, su abuelo, y llega hacerles una visita con varios de los congos.
“Los carnavales son especiales, son especiales porque somos gente del carnaval. En esta familia todo el que ha nacido está dentro del carnaval, está dentro de los disfraces”, comenta el hombre, quien aprovecha para señalar a su nieta de tres años de edad que este año fue la sensación en el desfile de la Gran Parada.
“Es impresionante cuando tu ves a una bebé bailando con nostros, como me voy a quejar de la vida si estoy seguro que hay congo para años”, sostiene el hombre quien mantiene viva la tradición de El Torito Ribeño.
Leonardo Herrera Delgans
Corresponsal de EL TIEMPO
Barranquilla
@leoher69
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