Con una temperatura promedio de 23 °C que desciende un poco más en las noches, Barranquilla se ha convertido, por estos días, en una ciudad de abrigos y bufandas, donde existe el riesgo de tomar la primera ducha de la mañana entre temblores, si no hay un grifo de agua caliente.
Se prevén que estas condiciones atmosféricas se prolonguen una semana más debido a que el frente frío que la está ocasionando apenas comienza a alejarse hacia el este del mar Caribe, asegura el Centro de Investigaciones Oceaográficas e Hidrográfica (Cioh) de la Dimar.
Este frente frío trae consigo ráfagas de viento de hasta 60 kilómetros por hora, que en la ciudad son capaces de derribar árboles, desprender techos y hasta arrastrar una moto, como ocurrió la noche del martes en la carrera 21 con calle 64, cuando pequeño vehículo se deslizó desde la calzada donde su dueño la había estacionado y quedó a mitad de la vía ocasionando un trancón de varios minutos.
Esos vientos hacen que, en la zona costera, las olas aumenten de tamaño, y que las noches sean tan frías que encender el acondicionador de aire es apenas una reacción de costumbre, porque ni siquiera el encierro deja a los durmientes a salvo de la temperatura.
La masa de aire frío se acerca a una masa de aire caliente y al ser más denso, se mete por debajo del aire cálido y lo desplaza.
Isnardo Figueroa, un tendero del barrio San José que se caracteriza por atender a sus clientes en bermudas y camisetas, tuvo que sacar de su escaparate un abrigo cuello de tortuga que compró en un reciente visita a Bogotá y se ha visto obligado a usarlo la última semana, sobre todo por las noches. “Bacano los demás que se encierran, pero a mí me toca atender”, dice.
Y le ha tocado cerrar un poco más temprano de lo usual porque su vecindario, acostumbrado a los calores inclementes y a la reverberación del sol en el pavimento, ha dejado que por estas noches reinen la oscuridad y la soledad.
JAVIER FRANCO ALTAMAR
ADN
BARRANQUILLA