El primer examen visual para los niños debe realizarse en el primer mes de vida, explica el oftalmólogo pediátrico Giovanni Castaño Robayo. Sin embargo, si el médico de cabecera examina rutinariamente los ojos de los bebés, se puede acudir cuando ha cumplido el año. De allí en adelante, lo ideal es que los niños sean examinados anualmente, o cada seis meses si usan anteojos.
En el caso de la miopía, una investigación de la Universidad de Sidney en el 2013 concluyó que los niños que pasan más tiempo al aire libre tienen menos probabilidades de desarrollar dicha enfermedad. Según el estudio, la exposición a la luz del sol ayuda al desarrollo normal del globo ocular y previene que se elongue o crezca muy rápido.
Sin embargo, para descartar la miopía y otras enfermedades, Castaño recomienda a los padres que estén atentos a signos de alarma como la desviación ocular, el enrojecimiento, la rasquiña, el cansancio de los ojos, el bajo rendimiento escolar y el dolor de cabeza.
“Una vez un niño ha sido formulado con gafas, con contadas excepciones, debe comenzar a utilizarlas de manera permanente. Solo se las debe quitar para bañarse y dormir”, enfatiza Castaño. Por esta razón, las gafas de los niños más pequeños deben ser plásticas, ya que son cómodas, seguras y resistentes.
Carla Paladini, gerente de la empresa fabricante de monturas Miraflex, recomienda que los menores de 6 años usen una faja elástica de ajuste, para que puedan moverse con mayor libertad. También aconseja verificar que el puente de la montura se adapte al tamaño de la nariz del niño, para que la cresta nasal no se lastime por el peso de las gafas, y que estas no se deslicen. El niño debe participar al escoger sus gafas, pues si le gustan es más probable que las use todo el tiempo y de manera adecuada
Redacción CARRUSEL
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