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Dos paisas, las primeras colombianas en nado sincronizado en Río

"Es frustrante tener que estar sometidas a unas personas que muchas veces no saben nada del deporte", dice Mónica (de 24 años).

"Es frustrante tener que estar sometidas a unas personas que muchas veces no saben nada del deporte", dice Mónica (de 24 años).

Foto:Archivo particular

Estefanía Álvarez y Mónica Arango llegarán a los Olímpicos gracias a su trabajo duro.

Bajo el agua, el espectáculo de Estefanía y Mónica es excelso. Las dos jóvenes descienden hasta el fondo de la piscina verticalmente, una al lado de la otra, impulsadas con las manos, que describen movimientos circulares, como las alas de los colibríes. Posan sus pies sobre el lecho de baldosas, cruzan los brazos y sonríen a la cámara submarina del fotógrafo Camilo Rozo mientras los rayos del sol iluminan el agua, que se torna azul claro.
Lo que viene es aún más impresionante. Las nadadoras se giran de tal manera que sus cabezas ahora apuntan hacia el fondo de la pileta y sus pies hacia el cielo. Deben ‘caminar’ sobre la superficie, pero invertidas, flotando en medio del líquido. Dan cada zancada en perfecta sincronía, pero mientras los pasos de Mónica describen un movimiento más continuo, como péndulo, los de Estefenía terminan en un pequeño latigazo casi imperceptible.
Ambas posiciones tardan varios segundos, tiempo durante el cual las dos deben aguantar la respiración para que Rozo, quien lleva puesto todo un equipo de buceo, pueda obturar cuantas veces sea necesario hasta encontrar el momento de mejor registro de estas paisas, primeras colombianas en clasificar a unos Juegos Olímpicos en la disciplina de nado sincronizado. Al salir del agua para tomar aire, ambas están como si nada.
Estefanía Álvarez Piedrahíta, de 21 años, y Mónica Sarai Gómez, de 24, llegarán a Río gracias a su trabajo durante los preolímpicos que se celebraron en la misma ciudad en marzo de este año. Buena parte de la consecución de este hito para el deporte del país se lo deben a su rutina libre ‘Mapalé’, una mezcla de ritmos colombianos con la que sorprendieron a los jueces y a los asistentes y que se ha vuelto su marca registrada allá donde van a competir.
Estefanía Álvarez y Mónica Arango son oriundas de Medellín. Mónica estudia psicología en la Unviersidad de Antioquia y Estefanía estudia estadística en la Universidad Nacional. / Foto: Camilo Rozo.

Estefanía Álvarez y Mónica Arango son oriundas de Medellín. Mónica estudia psicología en la Unviersidad de Antioquia y Estefanía estudia estadística en la Universidad Nacional. / Foto: Camilo Rozo.

Foto:

El momento de la clasificación, Estefanía y Mónica lo recuerdan como el premio a cuatro años de duro trabajo para lograr ese único objetivo, con el que soñaban desde niñas y que empezó a volverse realidad cuando, hace cinco años, fueron escogidas por la Federación Colombiana de Natación para ser preparadas con la meta de llegar a estas importantes justas deportivas, que son la aspiración de todos los atletas que practican una disciplina olímpica
“Fueron cuatro años de sufrirla, pero el preolímpico fue la recompensa. Ahí todo fue perfecto, todo salía, todo funcionó”, recuerda Mónica desde la Liga de Natación de Antioquia, el lugar que se ha convertido en el hogar de este par de nadadoras. Mónica asegura que en aquella competencia contaron con la suerte de salir detrás de Francia, uno de los países favoritos en la disciplina. “En nado es importante el lugar en el que salgas a nadar –continúa–, que no salgas muy rápido y que ojalá sea después de un país bueno, porque nuestro nivel es bueno, y así los dos puntajes serán más parecidos”.
Ese día, el dueto colombiano obtuvo un puntaje de 160 en la sumatoria de las rutinas libre y técnica (las dos modalidades que se evalúan en este deporte). De esta manera, Colombia clasificaba en el puesto 11 entre 20 países, sin tener que ir al repechaje, en el que tenían que batirse los duetos del 11 al 20. En su momento, las nadadoras colombianas ocuparon los cupos 78 y 79 de la delegación colombiana que viajará a Río.
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Estefanía y Mónica son paisas de pura cepa. Más paisas que la arepa, diría alguien. Ambas nacieron y crecieron en la capital antioqueña, en familias que tuvieron que guerreársela y rebuscársela durante años para poner a sus hijas en lo más alto del nado sincronizado en Colombia. Mientras que Mónica ha vivido toda su vida en el barrio Guayabal, Estefanía pasó sus primeros años en Belén y, después, tras el divorcio de sus padres se fue a vivir a Calasanz.
Hablar de este par de deportistas por separado no es fácil, sobre todo cuando han pasado juntas los años más determinantes de sus carreras compartiendo la mayor parte del tiempo en entrenamientos, concentraciones y competiciones. Quienes mejor las conocen coinciden en que la sincronía de ambas es un rasgo que solo dejan ver cuando están bajo el agua, pues son totalmente opuestas en su vida cotidiana. Quizás, en lo que más se parecen, además de su disciplina y amor por el deporte, es en su entrega a los estudios. Mónica estudia psicología en la Universidad de Antioquia y Estefanía, estadística en la Universidad Nacional.
“Cuando tenemos tiempo libre lo último que queremos es ver a la otra”, dice, en tono serio, Mónica, quien demuestra desde el primer momento su carácter fuerte y sus ganas de que las cosas salgan como ella quiere.
Así, precisamente, la describe Paula García, la entrenadora del equipo durante todo el proceso de preparación para los Olímpicos. Paula dice que Mónica es quien le aporta energía e ímpetu al trabajo. Y esto es algo que le ha traído consecuencias, agrega al recordar la ocasión, hace cuatro años (para el ciclo olímpico anterior), en que Mónica renunció a la selección Colombia de nado sincronizado por diferencias con el equipo del departamento del Valle.
“Es una persona que no se queda callada cuando ve que está ocurriendo una injusticia”, dice Gabriel Arango, su padre, sentado en una silla en su negocio, en el que fabrica máquinas selladoras y globos solares, unos artefactos de plástico de colores que se elevan en el aire con el calor del sol y que, dice, empezaron como un hobby y después se convirtieron en una forma de conseguir el sustento para sacar adelante a su familia y ayudar a su hija a cumplir el sueño que empezó a forjar a los 5 años, cuando ya era una experta nadadora.
Los ojos de Gabriel, que son azules brillantes, como los de su hija –aunque él dice que ella los heredó de su abuelo materno– se iluminan a tal punto que uno cree que están a punto de dejar caer las lágrimas cuando habla de la proeza de su hija. “Es un orgullo enorme, con lo que me demostró que hizo caso a algo que siempre quise inculcarle, y es que uno solo puede tener lo que quiere si trabaja duro”, asegura.
Como la otra cara de la misma moneda, así es Estefanía: más calmada, serena, alguien que desde el principio se deja ver tranquila, difícil de alterar. Para su entrenadora, “ella es como el polo a tierra, porque siempre está centrada y aterrizada, es quien siempre busca las soluciones con cabeza fría a los problemas que se van presentando".
Andrea Piedrahíta, la mamá de Estefanía, recuerda cómo su hija se privó de la vida normal de una niña, dejando de lado los juegos y la diversión para reemplazarlos por la rutina, en ocasiones agobiante, del deportista de alto rendimiento. No obstante, para Andrea todo ha sido “más una inversión que un sacrificio”.
Una de las principales dificultades con las que se encontró Estefanía fueron algunos quebrantos de salud, especialmente las infecciones, que la obligaron a pasar por el quirófano para que le hicieran timpanoplastia en ambos oídos. Aunque esto no ha comprometido su audición, sí la ha hecho perderse de competencias y entrenamientos.
Las nadadoras se sumergen en el agua mientras hacen su rutina de nado sincronizado. / Foto: Camilo Rozo.

Las nadadoras se sumergen en el agua mientras hacen su rutina de nado sincronizado. / Foto: Camilo Rozo.

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En nado sincronizado, deporte en el que Colombia nunca ha sido potencia internacional, lo que importa es lo que pasa por fuera del agua, no adentro, a diferencia de la sesión fotográfica que acaba de pasar. Las competencias están divididas en pruebas individuales, duetos y equipos, conformados hasta por ocho participantes. Aunque inicialmente, cuando la disciplina era conocida como ballet acuático, era dominada en su mayoría por hombres, el nado sincronizado es ahora un feudo de mujeres. Desde 1984 ha estado ininterrumpidamente en los Juegos Olímpicos.
Se trata de uno de los deportes acuáticos más complejos para su desarrollo por la cantidad de elementos que son evaluados. Además de su alta exigencia física –pues para practicarlo se requiere una preparación aeróbica y anaeróbica con alto énfasis en la fuerza, la resistencia y la elasticidad–, el nado sincronizado incluye en la receta un ingrediente que es su sello frente a otras disciplinas subacuáticas: la estética.
Y como sucede en la gimnasia y en otros deportes de apreciación, la calificación no está dada por llegar primero o anotar más puntos: depende de la opinión que los jueces tengan de las presentaciones de los atletas. Mónica y Estefanía afirman que esto es lo que menos les gusta del deporte que escogieron. De hecho, aseguran que el elemento humano de la calificación es el motivo que las mantendrá alejadas del podio en Río.
“Es frustrante tener que estar sometidas a unas personas que muchas veces no saben nada del deporte”, dice Mónica refiriéndose a algunos de los jueces que se han encontrado durante su carrera. “Nos ha pasado bastantes veces, que perdemos una competencia y al final nos dicen que fuimos las mejores, pero eso no se ve reflejado en la puntuación”, asegura Estefanía, y añade que, por su experiencia, saben que en el nado sincronizado ya hay, por defecto, unos países que tienen asegurados los primeros lugares de casi todas las competencias. Algunos de estos son China, Rusia y Estados Unidos. En el caso de los Olímpicos, dicen, a esta lista entrará Brasil, por ser el anfitrión.
“Nosotras somos realistas y sabemos que no subiremos al podio, o quizás ni obtengamos el diploma olímpico (que se otorga, en ciertas disciplinas, a los atletas que quedan entre los primeros puestos después de la medalla de bronce)”, coinciden ambas nadadoras. Pero hay algo más que tienen claro: que van a Brasil a dejar el nombre de su país en alto.
“Unos Olímpicos son lo más grande, y no va a haber otras primeras después de nosotras”, dicen con emoción. Sabemos que con nuestro trabajo le estamos abriendo una puerta enorme a un grupo de chicas que están haciendo las cosas muy bien para que Colombia siga creciendo en nado sincronizado”, concluyen.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
Twitter: @nicolasb23
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