El escultor del cuerpo femenino. Un nombre escrito en el olimpo de la alta costura. Un artesano. Un artista. Un mago de las tijeras. El mundo de la moda no ha ahorrado elogios para honrar la memoria de Azzedine Alaïa, el diseñador tunecino fallecido el pasado 18 de noviembre, uno de los grandes modistos de los últimos tiempos.
Independiente y poco seguidor de las tendencias, sus diseños se caracterizaban por la atemporalidad y por poner en valor el cuerpo femenino con el invento de prendas como el body o la falda con cremallera por detrás. Alaïa se dio a conocer en los años 80 como una figura atípica. “Al arte no se le pone fecha”, solía decir para justificar su ausencia de los calendarios de la moda y sus desfiles. Para él, era ilógico adaptar la creatividad a un reloj.
Alérgico a la promoción, siempre vestía sus 1,47 metros de estatura con un traje de corte asiático. Tenía el privilegio de prescindir de la publicidad. La única excentricidad que se permitía era pasearse con sus perros Yorkshires. Sus escasos desfiles se celebraban en su taller-tienda en el barrio parisino del Marais, a donde acudían sus clientas más fieles. “Amo a las mujeres (...). No siempre pienso en las novedades, en ser creativo, sino en hacer un vestido para que ellas sean bellas”, había explicado el creador en una entrevista con la AFP en el 2013, cuando el museo Galliera, de París, le dedicó una retrospectiva. “Es mejor que me expongan estando vivo, me dará igual cuando esté muerto. ¡Y aquí, al menos, podré leer lo que los periodistas escriben sobre mí!, bromeó en aquel momento.
Alaïa concebía sus creaciones en tres dimensiones, utilizando poco el dibujo. Trabajaba mucho a medida, en la alta costura, pero también hacía mucho prêt-à-porter, saltándose las imposiciones de renovar sistemáticamente a cada temporada. Incluso, llegó a proponer el mismo vestido “que no pasa de moda” dos años seguidos.
“Era un artesano en el sentido noble de la palabra y un hombre firmemente aferrado a su libertad”, dijo de él Francois-Henri Pinault, presidente del grupo francés de lujo Kering.
A Azzedine Alaïa se le reconoce también el haber acogido a las mujeres negras como modelos y musas cuando otros no lo hicieron. De hecho, fue él quien descubrió a la famosa top model Naomi Camp-bell cuando ella apenas tenía 16 años. La joven inglesa fue su gran inspiración, pero no la única. Por sus manos de costurero pasaron celebridades como la cantante y modelo Grace Jones o Helena Christensen, Linda Evangelista y Stephanie Seymour, a quienes acogió en su casa (hizo lo mismo con Campbell) cuando apenas se iniciaban en la carrera de modelaje. Otros personajes que han lucido sus creaciones son Michelle Obama, Victoria Beckham, Madonna, Marion Cotillard y Lady Gaga.
Estudiante de escultura en la facultad de Bellas Artes, este hijo de agricultores nacido en Túnez en 1940 (aunque le gustaba bromear con su año de nacimiento) empezó a trabajar para un modista de barrio. En París, a donde llegó a finales de los años 50, trabajó brevemente para Dior y Guy Laroche. Poco a poco fue teniendo más clientas, de las cuales se convirtió incluso en confidente. Su marca homónima nació en los años 80, época de la que se dice “reinventó la silueta femenina”. En 1985 le concedieron el premio al Mejor Diseñador de Francia. En 2008 lo nombraron Caballero de Honor de la Legión de Francia, pero rechazó el galardón. No podía ser de otra manera tratándose de un diseñador que no seguía las reglas.
REVISTA CARRUSEL
Con información de Agencias
