Sé que muchos de ustedes piensan lo mismo que yo cada vez que ven o leemos en el periódico las noticias que hablan de la captura de ladrones, asaltantes de comercio, estafadores o vendedores de droga a diario. Y también se sorprendieron con lo revelado hace un par de meses por la Alcaldía en el sentido de que unas 140 bandas delincuenciales han sido desmanteladas por las autoridades.
¿En qué consiste el asombro? En que nunca sabemos qué pasa ni para dónde se va tanto maleante, en qué lugar permanecen detenidos, cuál es el proceso que se les sigue, qué tipo de castigos reciben, dónde pagan sus condenas, si es que las hay. Pues bien, el secretario de Seguridad, Daniel Mejía, parece despejar las dudas: van a dar a la calle.
Sí, muchos de estos sujetos que siembran el miedo en las esquinas, en el transporte público o en el local del barrio terminan de nuevo haciendo de las suyas porque el aparato de justicia así lo decide. Las cifras que Mejía reveló el viernes pasado son tan elocuentes como desmoralizadoras, para él, para la Policía y, sobre todo, para nosotros, los ciudadanos, víctimas principales de la inseguridad que se percibe en la capital y en otras ciudades.
Juzguen ustedes: este año han sido capturados 6.411 delincuentes en flagrancia, y de ellos, 3.495 (54,5 por ciento) son reincidentes. ¿Qué significa esto? Que en más de una ocasión fueron apresados por la Policía y a las pocas horas quedaron libres para seguir haciendo de las suyas. Pero hay más: entre enero del 2013 y mayo del 2017, últimos cuatro años, de los 25.333 capturados que hubo en Bogotá, el 94,3 por ciento, óigase bien, lo habían sido en entre 2 y 5 veces; 1.190, entre 6 y 9 veces, y hay cuatro casos en los que las capturas se habían dado entre 36 y 52 veces, es decir, les ‘echaron mano’ cada 20 días, en promedio.
El tema dio, incluso, para que el secretario de Seguridad creara su propio ‘top’ 10 de los delincuentes con mayor reincidencia. El primer lugar lo ocupa un sujeto con 52 detenciones por hurto a personas y entidades comerciales; el segundo tiene 48; el tercero, 39 (mujer); el cuarto, 36 y el quinto (mujer), 35. Y así sucesivamente hasta llegar a 30 detenciones de una misma persona. Lo que significa que la Policía, en promedio, captura y recaptura a cada sujeto de estos una vez al mes o menos.
Y, cuando se mira por qué caen en manos de la Fuerza Pública, la mayoría es por hurto a personas, asalto a pequeños comercios, venta de droga y, en un caso, por homicidio (la persona ha sido capturada 34 veces, incluyendo robo y venta de estupefacientes).
La ecuación es clara: la Policía captura al hampón, lo deja a buen recaudo de un juez y, a los pocos días u horas, vuelve a la calle a seguir robando porque no hubo suficientes pruebas, no hubo flagrancia, no se siguió el procedimiento, no reviste peligrosidad, se trató de un delito menor (¿?) y un largo etcétera.
¿Qué moral le queda a la Policía? ¿Qué puede esperar la víctima o el comerciante o el estudiante o el empleado que ve cómo se roban sus pertenencias y no puede hacer nada? Ni siquiera denunciar, pues lo que demuestran estas cifras es que sirve de poco. O al menos que resulta muy probable que el mismo ladrón nos pueda volver a asaltar a cualquier hora.
Todo esto lleva a una reflexión que valdría la pena mirar con más detenimiento y mayor juicio en lo sucesivo, pero que por ahora solo se queda en una opinión general: ¿De qué magnitud es la inseguridad en Bogotá? ¿Es cierto que no se captura a los delincuentes?
Claramente, lo que se nota aquí es que existe un problema serio de congestión de la justicia o de proceder de la Policía (aunque resulta extraño que a un sujeto lo capturen 30 veces y se equivoquen en el mismo procedimiento igual número de veces); pero, también de aplicación de la ley y de cárceles o sitios donde dejar a los criminales.
Esto, además de golpear las estadísticas, la moral de los agentes y la propia percepción de seguridad –que poco cede–, es lo que tiene a la gente con los pelos de punta ante la salida masiva que se viene dando de personas a las que no se les resuelve su situación judicial después de dos años. Ya han salido alrededor de 300, y se espera que salgan otros 11.000. Si a tamaño despropósito se le suma la reincidencia criminal, que azota a los ciudadanos de bien, pues solo cabe concluir que estamos jodidos.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
erncor@eltiempo.com@ernestocortes28
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