Le han caído con todo a la jueza que dejó libre a la youtuber de 1,50 m que orondamente se paseó por una estación de TransMilenio, martillo en mano, destruyéndola, vandalizándola e invitando a hacer lo mismo.
Todo esto el día en que la ciudad ardía y en donde los criminales que atentaron contra el sistema hacían de las suyas, con una policía desbordada y millones de ciudadanos afectados.
Fue tan patética la actuación de la youtuber que indignó hasta a los más indignados del paro. Destruir, vandalizar y criminalizar bienes que todos pagamos con nuestros impuestos es simplemente demencial. Los hampones que destruyeron estaciones y portales se esconden en sus capuchas porque así actúan los delincuentes, en gavilla, temerarios. Y esta youtuber repitió la acción como si se tratara de un chiste, de una anécdota, de un episodio más para ganar adeptos.
Fue un acto de irresponsabilidad, pero, sobre todo, de insensibilidad. ¿Sabrá ella que ese sistema que rompió como si fuera una de sus muñecas permite que millones de mujeres, jóvenes y trabajadores puedan ir a conseguir el sustento de cada día?
Cuando las imágenes y la indignación se hicieron virales, las autoridades actuaron. A la youtuber se le abrió un proceso y la Fiscalía ordenó su captura. Así es como deben funcionar las instituciones. Sentimos un alivio al conocer la noticia, pues nadie puede quedar impune ante acciones como estas. Sí, hay mucho youtuber haciendo barbaridades en las redes porque hay una masa de seguidores que no pierde nada con halagarlos y aplaudirlos, pero cuando se atenta violentamente contra la ciudad o contra la integridad personal, lo único que cabe es la condena pública.
Pero la alegría nos duró poco. Una jueza de la república consideró que la youtuber del martillo, la que destruyó un bien público y promovió la violencia en las calles con su estrambótico y delirante performance, le pareció que no representaba una amenaza, que sus acciones no tenían la connotación de terrorismo. Más inusual aún, que su estatura también la alejaba de ser una persona peligrosa. O al menos eso fue lo que trascendió en los medios.
Esto es, para decirlo claro, la justicia enredada en un caso de vandalismo y destrucción que se promueve a través de nuevas herramientas de comunicación y ante las cuales todavía existe un limbo jurídico sobre cómo actuar. Ni más ni menos. ¿Entonces, los youtubers tienen licencia para promover acciones criminales y su nueva condición de influenciadores los blinda del accionar de la justicia? Por muy figura pública que se sea, nadie puede estar por encima de las leyes. Punto. Bonita forma de interpretar las normas en nuestro país.
Destruir, vandalizar y criminalizar bienes que todos pagamos con nuestros impuestos es simplemente demencial
A mi manera de ver, la decisión de la jueza, a quien le han llovido cualquier cantidad de epítetos –muchos de ellos temerarios e injustos, también hay que decirlo–, fue tan estrambótica como la acción de su procesada. Días después, por insistencia de la Fiscalía, el caso lo retomó otro juez de la república, quien optó por una línea intermedia: la mandó para la casa y le prohibió acceder a redes y a medios de comunicación. Otra decisión inentendible. Yo no sé si el caso dé para cárcel o no, pero al vándalo que se robó un bus y lo estrelló contra un supermercado para después saquearlo junto a otros sujetos, se le envió a prisión. Si hubiera tenido redes y 600.000 seguidores, si no hubiera sido un mecánico, ¿otra habría sido su suerte? Seguramente.
Pero más allá de eso, lo que queda en la retina del ciudadano de a pie, incluso de quienes marchan pacíficamente, es que el comportamiento de ciertas autoridades judiciales bien merecería otra marcha para ver si se ponen del lado de la gente, del lado de la ciudad, del lado de la sensatez y la cordura. Necesitamos que la justicia tenga claro cómo proceder con figuras de este tipo, no que dejen sin castigo ejemplar a quien convirtió un tema crítico en un afiche de exposición personal.
Y así como infortunadamente se volvió viral el video de la youtuber del martillo, deben volverse virales y condenables los videos de los antisociales que rompen todo a su paso, como si el Alcalde o el Presidente fueran a pagar los daños. Los papás y los familiares de esos mismos criminales terminan, irónicamente, siendo las víctimas, a final de cuentas. Miles de ciudadanos pagamos valorización para que todo el resto de la sociedad pueda disfrutar de la ciudad, de sus espacios, porque Bogotá es nuestra segunda casa, y lo hacemos sacrificando otras cosas y otras necesidades, para que ahora venga una fulana y vuelva mierda todo amparada en los códigos. Así no es.
Después de este episodio, yo espero que alguna sanción le quepa a esta youtuber, como pagar los daños, por ejemplo, y a cualquiera que emplee la violencia para ganar viralidad. Y si no la hay, que al menos el castigo sea dejar de seguirla y dejar de nombrarla.
Es mi impresión o... ¿las obras de ampliación de la Autonorte se han convertido en una pesadilla peor que la de intentar salir de la ciudad?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
EDITOR JEFE
EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28