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¿Del Bronx a la calle? / Voy y vuelvo
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Atender a los habitantes de calle requiere recursos, infraestructura y mucha voluntad.

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Abel Cárdenas

¿Del Bronx a la calle? / Voy y vuelvo

Según el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, en la ciudad hay unos 14.000 habitantes de la calle.

Entonces resulta que estamos descubriendo que existe la indigencia en Bogotá. Y que hay habitantes de la calle que viven en condiciones lamentables, entre alcantarillas malolientes. Y que construyen cambuches para propiciarse un hogar. Y que algunos delinquen para sobrevivir, pero, sobre todo, para consumir alucinógenos que los condenan a seguir en las mismas condiciones. Y se horroriza la gente porque el alcalde Peñalosa alborotó un avispero con la intervención del ‘Bronx’. Hasta connotados periodistas han caído en semejante simplismo.

No, las personas que por diferentes circunstancias terminaron viviendo en la calle –entre ellos un alto número de menores de edad– no acaban de aparecer. No están invadiendo parques, avenidas o humedales porque salieron del ‘Bronx’. Porque ahora hace carrera que cualquiera de estas personas que deambulan por un barrio es rotulada como un exhabitante del centro.

Para claridad de muchos, y según me confirmó el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, en la ciudad hay unos 14.000 habitantes de la calle y en el ‘Bronx’ no pasaban de 1.000. Decir entonces que ‘tooodos’ los que aparecen por ahí son producto de la intervención es, al menos, cuestionable.

Más aberrante aún resulta el argumento de que haber acabado con esas oficinas del crimen que operaban en pleno centro de Bogotá ha derivado en los disturbios y las amenazas contra residentes y comerciantes de las zonas aledañas.

Aberrante, digo, porque del ‘Bronx’ salieron centenares de personas que hoy están recibiendo asistencia por parte del Gobierno y agradecen haber abandonado semejante infierno. En cambio, sí es verdad que quienes no quisieron o no fue posible trasladar a los centros de ayuda, porque la ley impide que se lleven contra su voluntad, se convirtieron en el parapeto de las poderosas mafias que sin dios ni ley habían creado una república del crimen. Son esas mafias, óigase bien, las que promueven las pedreas, las amenazas y la violencia en sectores aledaños al ‘Bronx’.

Por supuesto que impactan las imágenes de caños invadidos por estas personas, pero hay que entender la lógica de quienes quieren aprovechar las circunstancias y vacíos legales para obtener réditos criminales y, más lamentable, políticos.

Hay que decir las cosas con claridad. Los habitantes de la calle han existido siempre y su número ha aumentado, entre otras razones porque 4 de cada 10 de ellos provienen de otras regiones del país. Lugares como el ‘Bronx’ solo ayudan a multiplicar ese número.

Es iluso pensar que una administración, cualquiera que sea, vaya a acabar un fenómeno que es universal. Se necesitan recursos, infraestructura, planes integrales, el involucramiento de muchas entidades, voluntad política y de la misma persona para someterse a un tratamiento de rehabilitación. Y todo lo anterior resulta difícil.

¿Qué queda entonces? En un interesante debate virtual que sostuve con personas conocedoras como ninguna de la realidad de Bogotá –Angélica Lozano, Hugo Acero, Darío Hidalgo, Óscar Sánchez y Édgar Sandoval– se expusieron distintas tesis sobre la mejor manera de abordar el problema. Y la conclusión honesta es que ninguna solución es fácil y que cualquiera que se emplee correrá el riesgo de ser estigmatizada o empleada con fines políticos.

La otra conclusión es que difícilmente la Corte Constitucional reversará su decisión de amparar el derecho de estas personas a deambular por la calle, pese a su precaria condición. Lo cual resulta absurdo de cara a las amenazas que los rodean. Pregunto: ¿si el individuo que asesinó a once mujeres hubiera recibido tratamiento oportuno para sus adicciones, habría ocurrido semejante tragedia? Para Lozano, debió juzgársele como un criminal desde el primer asesinato cometido. “No se puede reducir el Estado de derecho por intuición o prevención”, me dijo, y se pregunta cuál es el plan B de la Alcaldía si la Corte no crea una categoría especial para el habitante de la calle en Bogotá.

Acero considera que en las actuales circunstancias, la Alcaldía debe trabajar con lo que tiene y aprovechar otra sentencia de la Corte (720 de 2007) para proteger a estas personas y a los ciudadanos en general. Eso sí, condena la utilización de barricadas para impedir el acceso de estos a zonas del centro, mientras que Sánchez pide no achacar el problema a otros, concertar y escuchar distintas opiniones para abordar un tema ciertamente complejo. Y recordó que no se trata de un hecho exclusivo de la capital; en Medellín existe un fenómeno similar a orillas del río.

Lo rescatable de todo este asunto es que la ciudad ha vuelto a mirar un tema que nos concierne a todos. No podemos simplemente quedarnos cruzados de brazos criticando la presencia de los habitantes de la calle y denunciándolos como una plaga invasiva. No. Tampoco es entregándoles limosnas como salimos del problema. En la pasada administración se intentaron cosas audaces, como los centros de atención allí en el mismo ‘Bronx’, que no cumplieron a cabalidad su función porque también recibieron palo y porque las mafias frustraron el trabajo de los funcionarios.

El Gobierno tendrá que pensar en formas creativas para abordar un tema que había que abordar tarde o temprano. Y a los medios no nos sobraría una mirada más contextualizada de las cosas.

ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
erncor@eltiempo.com
En Twitter: @ernestocortes28

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