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Bogotá

¿¡Qué es lo que quieren!? / Voy y Vuelvo

De los 50.000 taxis de Bogotá, 10.000 no salen a diario por el pico y placa.

De los 50.000 taxis de Bogotá, 10.000 no salen a diario por el pico y placa.

Foto:Leonardo Muñoz. EFE

Ya hay 5 mil taxistas con tableta. Ya la mayoría de las empresas entendieron. Pero, ¡oh sorpresa!

Vamos a ver si entendemos. Quienes defienden hoy el modelo de taxis tipo Uber suelen esbozar que lo hacen por ser seguro, por la amabilidad de sus conductores, porque el pasajero sabe de antemano cuánto le va a costar la carrera, porque se establece previamente la ruta, porque saben quién lo va conduciendo, porque aclara si el servicio tiene recargo por ser hora pico y porque es la modernidad en pasta: todo se controla desde un dispositivo digital. Eso está bien.
Y quienes somos críticos del servicio de taxis amarillos cuestionamos siempre lo mismo, pero al revés: que son inseguros, que sus conductores son atravesados, que uno nunca sabe a qué hora le aplican el ‘muñeco’ al taxímetro, que escogen la ruta que se les da la gana o simplemente no nos llevan al destino exigido; que son carros obsoletos y demás. Todo lo contrario a Uber.
Sigamos. Entonces, durante meses, la Secretaría de Movilidad se empeña en que, si la gente habla bien de Uber –a pesar de ser un servicio ilegal, como asegura el Ministerio de Transporte– y los taxistas lo agreden porque les quita pasajeros y, pues la solución es apenas obvia: hay que convertir al gremio de los taxis amarillos en una especie de Uber, pero legal. Es decir: que ofrezcan todo lo que ofrece el servicio de los carros particulares (incluso vehículos de lujo).
¿Cómo se consigue eso? Con tecnología, con inteligencia, con información detallada, metiendo a los taxis y a los taxistas en el mundo moderno, y para ello están las tabletas que precisan el servicio, marcan la ruta, identifican al conductor, revelan el costo del viaje, permiten el monitoreo del desplazamiento y, por si fuera poco, con la posibilidad de quejarse por el servicio o cualquier anomalía en tiempo real.
Y eso fue exactamente lo que se hizo. Ya hay cinco mil taxistas con tableta. Ya está la norma. Ya la mayoría de las empresas entendieron. ¡Ya hay modernidad en los taxis de Bogotá!
Pero, ¡oh sorpresa!, cuando se han cumplido al pie de la letra todos los requerimientos técnicos y se ha tratado de ‘copiar’ el servicio de Uber dizque porque la gente confía más en él, resulta que los entes de control se le atravesaron al tema (¿?). Pregunto: ¿a quién le interesa frenar el proceso? ¿Cuál es la justificación para que Uber siga operando en la ciudad sin que ninguna autoridad diga nada o ponga el grito en el cielo y a quienes han hecho la tarea como debe ser le pongan toda suerte de trabas?
Es una contradicción absoluta. Yo entiendo que los fabricantes de taxímetros estén furiosos o que los taxistas estén preocupados porque les toca adquirir una tableta –aunque desde un celular también funciona el nuevo modelo– o que algún empresario prefiera seguir explotando a sus conductores o, incluso, que quienes suelen usar los taxis para cometer fechorías ahora sientan que les quedará de para arriba seguir en lo mismo porque el vehículo estará vigilado.
Pero ponerle trabas a un proceso que se ha explicado hasta la saciedad y que lo que busca en esencia es mejorar la calidad de un servicio vital para miles de bogotanos, es realmente incomprensible.
Razón tiene el Secretario de Movilidad cuando le implora al Consejo de Estado que destrabe el proceso –suspendido desde hace un mes porque faltó un concepto de la Superindustria– o, de lo contrario, los únicos perdedores seguirán siendo los usuarios y los mismos taxistas.
Vean ustedes, por primera vez ambos del mismo lado.
¿Es mi impresión o... la campaña por la Alcaldía ya comenzó? Algunos polarizando a la ciudad y otros desprestigiando funcionarios. Y eso que faltan 15 meses...
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
erncor@eltiempo.com
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