El susto comienza cuando lo tratan de convencer a uno para vender droga en el colegio. A un compañero le tocó aceptar porque lo amenazaban”, dijo Jairo*, un estudiante de un colegio público cercano al Restrepo.
Este no es el único caso que conoció antes de que él fuera víctima de las bandas de expendio de drogas. Un amigo suyo fue apuñalado porque no alcanzó a distribuir la cantidad que los delincuentes le pedían. “A mí me han dicho que venda una especie de gomas, me amenazan y me dicen que conocen a mi familia”, le dijo al canal Citytv.
Jairo ha informado de esta situación a sus allegados y también a los profesores. “Pero no pasa nada, ellos no hacen nada”. No es un caso aislado, esta situación se vive en varios entornos escolares de Bogotá. A pesar de los pactos de trabajo entre diversas instituciones y entidades, como la Secretaría de Educación (SED), la Policía, el Instituto Colombiano de Bienestar Familia (ICBF) y hasta la Fiscalía, este problema persiste.
Así lo corrobora la fundación Rompecabezas Armacorazones, bajo la dirección de Ricardo Ruidíaz. Según explicaron, de julio del año 2016 a julio de 2017 tuvieron que atender 26 casos de agresiones contra menores por parte de bandas dedicadas a la distribución de drogas, entre estos, 11 casos de desplazamiento de niños, 4 de ciudad y 7 entre localidades.
“Esto es culpa de las pandillas de microtráfico que dominan el negocio de las drogas y coaccionan a los escolares. Hay dos conocidas: Calaveras del Sur y Los Paisas”.
Las localidades afectadas son las mismas de hace años: Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy, San Cristóbal Sur, la Candelaria y Suba. “Lo más grave es que los niños comienzan a vivir episodios de estrés, insomnio, conductas suicidas, bajo rendimiento escolar, aislamiento social y consumo de drogas”.
La Policía es consciente de la situación. Según el coronel Paulo Cruz, jefe de la seccional de investigación criminal de Protección y servicios especiales, estas amenazas se presentan, sobre todo, en los entornos de los colegios distritales y está muy asociado a la presión de grupos de poder.
“Lo más grave es que hay amenazas en contra de docentes y ellos tienen miedo de denunciar. Preocupa porque tienen un deber como docentes, como ciudadanos y como funcionarios públicos”. Agregó que muchos son intimidados, incluso por sus propios alumnos en clase.
En Suba, David, de 17 años, ha visto cómo consumen en los baños de su colegio. “Muchas niñas pequeñas meten. La droga la distribuyen en los salones y en los patios de descanso. Es normal ver a los chinos inhalando las mangas de sus sacos”, contó. Empapan su ropa de químicos con un líquido para limpiar tubos.
Las drogas sintéticas dejaron de ser exclusivas de la élite para distribuirse en los colegios públicos de Bogotá.
Fantasma azul, Criptonita, Supermán o Naranja son solo algunos de los nombres con los que se venden.
El profesor Jairo Alfonso Téllez, toxicólogo, explicó que la materia prima de estas drogas está llegando al país desde el exterior porque es en países como Colombia en donde el consumo se disparó. “Son fáciles de traer. Una sola pastilla puede concentrar entre 500 y 1.000 miligramos, es decir, lo equivalente a una bolsa de cocaína”.
En ciudades como Bogotá lo que hacen es utilizar este insumo y sacar miles de dosis en cualquier presentación. “Es como cuando sacaron la aspirineta con colores y sabores. Aquí hacen lo mismo. Y por eso esas drogas son llamativas para los niños”.
Este tipo de drogas genera el fenómeno de la empatía y por eso llama tanto la atención entre adolescentes. “Hoy se consiguen a muy bajo precio porque las bandas se dieron cuenta de que era mejor negocio vender grandes volúmenes”.
Los estudiantes dicen que los expendedores se ubican a la salida de los colegios, algunos vendedores ambulantes y, por supuesto, en las llamadas chiquitecas. Mareo, alucinaciones, colores, ganas de gritar y brincar son solo algunas de las sensaciones.
La Secretaría de Educación asegura que 361 colegios oficiales y 100 privados tienen acceso al Sistema de Alertas de Bogotá para reportar las situaciones que se presentan en el interior de los colegios o en sus entornos, bien sea en el contexto familiar, social, físico o virtual, además de recibir asesoría pedagógica y en la activación de los protocolos de atención integral, pero no informó sobre cifras relacionadas con estos casos. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar dijo que ellos no tenían cifras de este tipo de situaciones.
La Universidad de la Sabana dio a conocer en 2015 un estudio del profesor Javier Bermúdez, de la Facultad de Educación, que se realizó en tres de los colegios públicos más grandes de Kennedy, Bosa y Usme. Fueron consultados 300 estudiantes entre los 15 y los 18 años de edad.
Reveló que problemas como la pintura de grafitis (29 %), las agresiones físicas y verbales (29 %), el consumo de drogas como marihuana e inhalantes (17 %), el vandalismo (14 %) y la deserción (12 %) eran las principales problemáticas que estaban causando las barras bravas en los colegios de la ciudad.
Agregó que otro problema ocasionado por los barristas son las amenazas. De hecho, sus líderes temen ser reconocidos porque están comprometidos con la venta de drogas ilícitas.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA DE BOGOTÁ
* Escríbanos su caso a carmal@eltiempo.com
Comentar