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Un país sin espacio para los verdaderos doctores / Opinión
Empleo

Más de 500 de los postulantes son colombianos que tienen el grado académico más importante que puede otorgar una universidad: el doctorado.

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Un país sin espacio para los verdaderos doctores / Opinión

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Su vinculación laboral no ha estado a la altura de su preparación.

Tan solo tres días después de lanzarse la plataforma de la alcaldía de Bogotá ‘Talento, no palanca’, el balance es más que preocupante. En menos de 72 horas, en el sistema ya había más de 80.000 hojas de vida para aspirar por cerca de 4.000 puestos regidos por contratos de prestación de servicios.

Y, como si fuera poco, más de 500 de los postulantes son colombianos que tienen el grado académico más importante que puede otorgar una universidad: el doctorado.

Según cifras del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, en el 2018 había en el país más de 700 doctores por cada millón de habitantes. Sin embargo, tal cual lo refleja el banco de hojas de vida propuesto por la alcaldesa de la capital, su vinculación laboral no ha estado a la altura de su preparación. La oferta para los doctores en nuestro país es tan escasa que son muchos los que, después de haber ahondado exhaustivamente en una rama del conocimiento, terminan aspirando a un contrato que no contempla siquiera prestaciones laborales. Lo anterior como respuesta a un mercado en el que sus perfiles profesionales son considerados generalmente ‘sobrecalificados’.

Vale la pena cuestionarse, entonces, por el estado de la cultura de la investigación que existe en Colombia.

De nada sirve que se haya creado el Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación con el objetivo de “consolidar una sociedad basada en el conocimiento” si en la práctica no hay espacio para los académicos. No es casualidad que la historia que parece perpetuarse sea la de colombianos que se convierten en cerebros fugados porque en el país todavía no existe un interés genuino por el conocimiento y su aporte a la sociedad.

Es momento de que el Estado colombiano fomente espacios propicios para que los académicos sean incluidos en el mundo laboral de una forma que dignifique su preparación. Resulta inaceptable que, hoy por hoy, muchos deban llegar al punto de preguntarse si realmente vale la pena hacer un doctorado. Como si el conocimiento no fuera el camino. En últimas, toda esta penosa coyuntura le ha dado sentido a aquella costumbre ficcional colombiana en la que se le llama ‘doctor’ a cualquier persona, pues parece que en la realidad no hay espacio para los que verdaderamente ostentan ese título.

ANDRÉS F. BALAGUERA
Estudiante de la Universidad Javeriana de Bogotá

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