Ricardo Velásquez tiene 47 años, y hace más de 30 trabaja como reciclador en la localidad de Usme. Todos los lunes, miércoles y viernes, a las 4 a. m., se levanta con su esposa y sus hijas para recorrer el sector, recuperar material y luego llevarlo al lugar en donde se lo compran por kilos. De esta manera, la familia Velásquez se ha sostenido económicamente.
El viernes pasado, Ricardo se despertó y emprendió el recorrido, sin saber que ese día le cambiaría la forma de trabajar y, con ello, su salud. Mientras él recorría las calles, en otro punto de la ciudad salía un equipo periodístico acompañando a Andrés Padilla, un joven bogotano (33 años) que desde hace más de seis años se propuso hacer visible el gremio reciclador; el propósito era claro: cambiarle a la familia Velásquez la carreta de tracción humana por un triciclo eléctrico.
“Vamos a llegar de sorpresa, él no tiene ni idea de que nosotros vamos, y mucho menos de lo que le llevamos”, comentaba Padilla con algo de ansiedad e incertidumbre, antes de arrancar desde la calle 26.
Luego de dos horas, llegó hasta el barrio Valles de Cafam, pues Andrés sabía que el recorrido del núcleo familiar era por este sector. Después de dar varias vueltas, los encontró: un hombre con una señora y dos jóvenes buscaban dentro de las basuras.
El papá, encargado de la cuadrilla, portaba un uniforme de la Asociación de Recicladores de Usme (Arus), a la que pertenece, y un tapabocas que permitía verle únicamente los ojos. También lucía guantes, la barrera entre la basura que escarbaba y su piel.
Iniciaron una charla, sin que él supiera nada sobre la sorpresa. Comenta que por culpa del peso que carga le duele la espalda, y le habían descubierto un problema en los riñones días atrás.
“Con los años, el cuerpo ya no es lo mismo; los días de recolección tengo que llevar más de 400 kilos a la espalda –halando su carreta de madera–, la cintura y otros órganos ya están cobrando factura”, dice Velásquez con una sonrisa y tocándose las partes que le duelen.

Gracias a empresas privadas, Andrés Padilla, fundador de Ecoworks, pudo ayudar al reciclador para que labore con el triciclo y no tenga más problemas de espalda al cargar peso.
Joaquín Delgadillo / EL TIEMPO
Llegaron más compañeros de la organización en donde trabaja –ya estaban enterados de la sorpresa–, de un camión ayudan a bajar el triciclo, y Andrés, fundador de Ecoworks –empresa relacionada con el medioambiente y que a la vez realiza trabajo social– le hace entrega del vehículo sostenible.
“Ya no va a tener que cargar más, no más sufrimiento; este vehículo es suyo, de su familia y de la asociación, para que deje la carreta a un lado y eche lo que quiera en esta”. Se abrazan en un gesto amistoso.
“Voy a llorar”, expresa Ricardo, y se le escurren unas lágrimas. “Muchas gracias, porque, la verdad, nos toca duro, a veces no tenemos para el desayuno y tenemos que cargar mucho peso”, manifiesta. Dice que hay días en que tiene que caminar, empujar y mojarse para que le den 30.000 pesos –si le va bien–, y con eso llegar a la casa a hacer el almuerzo.
“Llueve, truene o relampaguee, hay que salir, porque uno tiene responsabilidades y hay que cumplirlas. Ahora sí puedo andar más rápido, antes me demoraba una hora para llegar al punto donde me compran, con esto me puedo gastar 20 minutos”, indica abrazando a su familia, todos sorprendidos.
La mirada de unos cuantos vecinos, asombrados e inquietos, que se acercan a preguntar y ver qué es ese aparato en forma de cicla pero con un cajón atrás, hacen que por primera vez, Ricardo tome el triciclo, se suba y a carcajadas acelere, diciendo. “Todo al principio es complicado, uno no nace aprendido, pero ya verán, en un mes seré un ducho manejando”.
A unos metros, el gestor de esta idea asegura: “Es una felicidad ver cómo los sueños se hacen posibles; son personas que no han tenido oportunidades y han sido excluidas socialmente, luchan por salir adelante. Siento alegría”.
Este es solo uno de los primeros triciclos que ha diseñado y tiene aún en prueba. Cuentan con una autonomía de entre 20 y 30 kilómetros, que supera las necesidades de los recuperadores de materiales y puede cargar al menos 400 kilos. Funciona con electricidad y, si se le acaba la batería, cuenta con pedales para moverlo.
Mientras Ricardo sigue practicando y mostrando la bicicleta a su familia, Andrés comenta que trabaja de la mano con la Asociación de Recicladores de Bogotá, que la integran 20 organizaciones de base y reúne a 3.000 personas de los más de 22.000 que hay en la ciudad.
Con este y otros proyectos busca que el recolector de a pie, quien trabaja con un costal o una carreta –desde que fueron suspendidas las llamadas zorras o vehículos de tracción animal– duplique la carga, optimice el tiempo, prevenga problemas de salud y se visibilice con esta labor.
“No por estar en la basura tienen que ser mal vistos. Hacen un trabajo de recuperación y ayudan al medioambiente”, reflexiona el diseñador.
Según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), a diario se producen unas 7.000 toneladas de residuos, de las cuales solo 1.500 son recuperadas y las demás quedan en el relleno sanitario Doña Juana.
“Podrían recuperarse 3.000 toneladas si las personas tuvieran la cultura de separar desde sus casas y negocios. Si en todas las cuadras se organizaran con los recicladores de la zona y llegaran a un acuerdo para que la basura la saquen a la hora y día en que ellos pasan, evitaríamos que la rieguen en el piso o el camión de la basura se la lleve”, agrega este emprendedor social, mientras se sube al triciclo con Ricardo y afirma que su sueño es que más gente se sume a esta iniciativa ciudadana.
ANDRÉS ZAPATA
EL TIEMPO
Twitter: @zapata_wilson
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