Daisy Leonor Jaime tiene una licencia que la certifica como una mujer ‘berraca’. Conduce busetas desde los 16 años y hoy, a sus 48, suma nueve como conductora del sistema de transporte público de Bogotá. “Mi cargo es operadora de vía. Yo empecé aquí desde colectivo, luego pasé a busetón y a padrón, y ya después a alimentación”, cuenta Daisy, hoy una de las 12 conductoras de la recién lanzada Ruta M, una alimentadora del operador SUMA (de TransMilenio) que funciona en la localidad de Tunjuelito, al sur de Bogotá, y que es operada exclusivamente por mujeres.
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Con su trabajo como conductora, sacó adelante a sus dos hijos y les dio lo que ella no tuvo: educación y universidad. “Yo aprendí conduciendo en las lomas de Bogotá. Yo creo que ahorita es más normal ver a una chica conduciendo un bus... Cuando yo tenía 16 años todo el mundo me miraba asombrado, y más porque yo aprendí con esos buses de antes. Era complicado, pero a me gustaba”, afirma.
Si bien es cierto, como cree Daisy, que hoy hay mujeres al volante de los buses del Sitp, los alimentadores y los articulados y biarticulados de TransMilenio, la realidad es que no son tantas. De acuerdo con cifras de TransMilenio, de los 23.965 conductores que hay en el sistema, solo 328 son mujeres: el 1,4 por ciento.
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Junto con Daisy, Betany Moreno también es parte de ese 1,4 por ciento. Betany tiene 26, es madre soltera y también se le midió a estar al mano de un bus alimentador. “A los 17 comencé manejando un camioncito –en realidad mi labor era como auxiliar de bodega, pero también ayudé en el reparto–. Pero, he trabajado en muchas cosas, he vendido hasta chorizos en la calle. He tenido muchos trabajos. Pero SUMA, me dio la oportunidad de entrar con la licencia que tenía. Y aquí espero estar por mucho tiempo”, asegura Betany.
Daisy Leonor Jaime Silva, 48 años"Antes de que trabajara con operadoras, yo trabajaba en el transporte tradicional: comencé desde los 16 años. Entonces yo tengo mucha experiencia y pues llegué aquí a la empresa hace nueve años. Me hicieron las pruebas necesarias, las exigencias aquí por la empresa y pues aquí estoy. Ya no tengo susto de manejar o algo así porque gracias a Dios tengo mucha experiencia. En mis familia me apoyan mucho y me dicen 'eres una guerrera, pa' adelante'. ¿Los usuarios? Pues nos han recibido muy bien, excelente. Las muchachas, los muchachos lo miran a uno y dicen como 'ay, una mujer, vamos más seguros, vamos confiados' y pues nos felicitan".

Una de las conductoras de la Ruta M.
Mauricio Moreno | EL TIEMPO
Betany Moreno, 26 años
"Yo decidí entrar al sistema porque mi papá trabajó también así: él fue operador en otra empresa y me llamó mucho la atención ver los horarios, la flexibilidad que él tenía y por eso me me motivé a presentarme a esa empresa. Yo ingresé a la empresa hace aproximadamente un año e inicié en el microbús, que es como una tipología más pequeña. Pasé a buseta y actualmente estoy en padrón. En este momento mi horario es 'a. m'. , yo inicio tipo 3:00 - 3:30 a. m., según la programación que nos salga son 8 horas o a veces nos salen períodos de 5 o 6 horas. Yo tengo una niña pequeña. Y nos ha tocado duro, porque vivimos las dos solas. Pero a mí me da el tiempo para estar con ella, para llevarla al colegio, para recogerla... Y en realidad ha sido muy chévere poder tener el tiempo para estar con ella. Mi familia siempre ha estado ahí, me dicen que yo soy muy berraca, que muy guerrera. Yo nunca he tenido inconveniente con los usuarios... como de que sean groseros conmigo o algo así. Por el contrario, siempre -más que todos los adultos mayores- me dice que tan chévere ver a una mujer tan joven en esto".
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¿Por qué importa?Que una mujer tenga el derecho de trabajar como conductora en un sistema público de transporte no es ‘capricho’, es una oportunidad que les puede cambiar la vida. Según el estudio ‘Inclusión Femenina en labores de conducción del sistema de transporte público de Santiago’, realizado por el Transport Gender Lab de Santiago (Chile), la incorporación de mujeres a las empresas de buses del Trasantiago (hoy Red Metropolitana de Movidad, Red) ha tenido un fuerte impacto en su autonomía económica.
"Las conductoras entrevistadas consideran que han sido valientes y que han roto barreras y prejuicios (...) lo que les genera una alta sensación de orgullo"
- Transport Gender Lab
“La gran mayoría de ellas indicó en las entrevistas y grupos focales que ha mejorado considerablemente su situación económica, que ha podido pagar deudas, ahorrar y acceder a cuestiones que les resultaban inasequibles como comprarse un auto, una casa, salir de vacaciones, cambiar a sus hijos a un mejor colegio o darles lo que necesitan en términos materiales”, dice el estudio y destaca que, precisamente, la conducción puede ser opción de empleo formal para esta población que la lleva peor en temas de desempleo y salario: solo en Bogotá, mientras el desempleo en hombres es de 14,1 por ciento, el de mujeres es de 17,6 por ciento.
Pero, ¿por qué es tan difícil ver mujeres al volante?, ¿por qué mujeres como Daisy y Betany son ese escaso 1,4 por ciento? Marina Moscoso, directora técnica de Despacio, experta en género y movilidad y coautora del estudio ‘Las mujeres en el transporte en Bogotá: las cuentas’, identifica cuatro tipos de barreras: las individuales, las del entorno, las de acceso y permanencia y las organizacionales.
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- Las mujeres en el transporte en Bogotá: las cuentas
“Desde la crianza tenemos unos estereotipos de género que afectan la forma cómo nos proyectamos y lo que queremos hacer. Hay unos valores asociados a lo que conocemos como ‘división sexual del trabajo’, donde creemos que hay trabajos de hombres y trabajos de mujeres y esas nociones son reforzadas en la escuela, en la familia. Por ejemplo, si el sábado el papá va a arreglar el carro, se lleva al niño y no a la niña. Esas son barreras individuales y sociales”. Y agrega que esas barreras, a su vez, alimentan las barreras de acceso: es decir, no permiten que una mujer tenga la formación para acceder a este tipo de labor.
“Por ejemplo, para manejar un TransMilenio necesitas un tipo de licencia específica, la de vehículos grandes y la mayoría de mujeres no la tienen”, dice Moscoso y anota que, incluso cuando hay mujeres que cumplen con los requisitos, se encuentran con barreras organizacionales: no hay convocatorias inclusivas o de permanencia: los entornos de trabajo no son seguros, tienen dinámicas de acoso o los horarios no se ajustan a los roles de cuidado que recaen sobre las mujeres.
Por esa razón, casos como el de Daisy y Betany son uno entre 100 en Bogotá.
No obstante, de acuerdo con TransMilenio, hay estrategias para ir bajando las barreras. Por una parte, le indicó la empresa a este diario, se hacen ferias de empleabilidad en las que se apoya a los concesionarios de las localidades para conseguir personal en distintos oficios. Por otra parte, dicen, se cuenta con el Plan Semilla, “uno de los mecanismos para facilitar el acceso de mujeres a las ofertas laborales del Sistema”. Actualmente, para ser operador es necesario tener, al menos, la primaria, una licencia C1, C2 y C3 y experiencia certificada de mínimo un año en vehículos de carga de 1,5 o más toneladas o en vehículos de transporte de pasajeros. Pero, el Plan Semilla apoya en la capacitación en conducción y flexibiliza los requisitos: piden licencia C1, experiencia certificada de mínimo un año como conductor de vehículos y la primaria.
En Chile ya se han implementado estrategias similares –y otras adicionales como becas financiadas por el Estado o un premio anual a la mejor conductora– que han permitido pasar de 100 conductoras en el transporte público en 2013 a más de 1.000 en 2022. Y se espera que siga aumentando gracias a nuevas políticas que exigen un porcentaje de participación femenina en los puestos operativos de las empresas de transporte.
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Paola Tapia, exministra de Transportes de Chile y actual directora del Directorio de Transporte Metropolitano, dice que esto ha traído beneficios para todos: “Por una parte, el desempeño de las mujeres es mejor que el de los hombres porque ayudan a disminuir la siniestralidad de tránsito, porque la posibilidad de que generen un clima laboral más armónico e, incluso, tengan una calidez en la atención que es bien poderado por los y las pasajeras. Además, desarrollan autoestima: a propósito, un estudio desarrollado por el Banco Interamericano de Desarrollo en el 2018 destaca que en el sistema chileno las mujeres valoran especialmente al ser conductoras de buses la estabilidad laboral, la vocación, los ingresos y la independencia que les genera desarrollar esta actividad”.
Sin embargo, para Moscoso, “aunque encontramos argumentos que dicen que ellas son mejores conductoras, el principal es que las mujeres también tienen el derecho de trabajar en esos sectores y el derecho de tener acceso a mejores oportunidades económicas. Y tienen el derecho no porque manejen mejor, porque ahí también corremos el riesgo de crear estereotipos”.
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Una gran oportunidadAlgo poco conocido es que la llegada de los 1.485 buses eléctricos a Bogotá –de los cuales ya hay 1.061 rodando– y las nuevas políticas de electrificación del transporte público a nivel nacional generarán, en un horizonte de más de cinco años, una demanda de 934 personas formadas en electromecánica y 10.653 capacitadas en conducción de vehículos eléctricos. Y, si se generan las condiciones, muchos de esos empleos pueden ser femeninos. Esta es la conclusión del proyecto Diagnóstico de capacidades del ‘Diseño de un programa de formación de talento humano para la masificación de sistemas de transporte masivos basados en buses eléctricos’ financiado por la Agencia de Cooperación Alemana en Colombia (GIZ) y realizado por Despacio y KAPTA.
"Una de las industrias con mayor desigualdad laboral para las mujeres es la automotriz. Razones culturales, y estereotipos hacen parte del techo de cristal que debe romperse"
Despacio, KAPTA
Según explica María Fernanda Ramírez - Líder de Movilidad Sostenible y Segura (Despacio), se investigó qué puestos de trabajo se generaban en toda la cadena de valor desde el traslado del bus a Bogotá hasta su puesta en funcionamiento: “había tres puntos donde se iba a necesitar más gente y capacitación: conductores, mecánicos y quienes pongan a punto el vehículo”.
Para enfrentar eso, se hizo una alianza con el SENA para complementar los programas y garantizar el acceso de mujeres mediante programas de nivelación. "Se tienen tres niveles de cursos de electricidad. Muchas veces, las mujeres no tienen el conocimiento para empezar en el nivel 1, porque son tipos de conocimiento que han sido tradicionalmente masculisnos -por ejemplo, ¿quién hace los arreglos en la casa? el papá- entonces nos toca inventar un 'nivel cero', que le sirve tanto a mujeres como a hombres", detalla Ramírez.
Alejandro Ceballos, Asesor técnico TRANSfer III de la GIZ indica que el documento de investigación ya está en manos del Gobierno Nacional para que ellos hagan los ajustes finales para implementar el curso. “ Es la oportunidad perfecta. Esa transición tecnológica va a requerir más mano de obra, entonces pues que la nueva maniobra sean mujeres”, afirmó Ceballos.
Moscoso, quien también participó en este estudio, asegura que una ventaja de este momento es que, por la novedad de la tecnología, el campo está nivelado tanto para hombres como para mujeres: "no existen tantos conocimientos previos que se presenten como una diferencia entre los diferentes géneros. Entonces los hombres no tienen tantos conocimientos previos que les pongan más adelante que a las mujeres. El campo está nivelado, es la oportunidad para que tanto hombres como mujeres puedan entrar a este nuevo sector o mercado".
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ANA PUENTES
*Con apoyo de Loren Valbuena
En Twitter: @soypuentes