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Bogotá

'Invertí dinero que me dejó mi esposo al morir en DMG y lo perdí todo'

Foto:Andrea Hernández

Graciela invirtió ahorros y parte del dinero que dejó su esposo al fallecer. Aún no los recupera.

A las 7 de la mañana del 19 de diciembre de 2006 Graciela Gómez Pinto llegó a la sede de DMG de la Autopista Norte, en Bogotá, para invertir sus ahorros con el sueño de comprar una casa. Al entregarlos, se fue con una sonrisa y con las ilusiones por las nubes, desconociendo la pesadilla que se avecinaba.
Han pasado más de 10 años y aún no recupera lo invertido. Con el cierre de la empresa y la captura de David Murcia ha dado por perdido sus ahorros y con ellos también perdió la ilusión de dejarle algo a sus hijos. Por estos días no deja de pensar en su plata cuando ve las imágenes del otrora cerebro de DMG, quien fue deportado al país desde Estados Unidos. 
Graciela nació en Guaduas, Cundinamarca. Proviene de una familia grande, pues tiene 5 hermanos. Aunque solo estudio la primaria, nunca se quedó sin trabajo. Laboró en salones de belleza, en casas de familia e incluso como auxiliar de la justicia. Tuvo tres hijos junto a su esposo José Manuel, quien falleció a causa de un infarto en 1979.
Graciela, quien hoy en día tiene 63 años, relató lo ocurrido con DMG con mucha tristeza, pues el dinero que invirtió proviene de lo que le dejó su esposo al morir y de lo que ahorró durante muchos años.

DMG se convirtió en un estilo de vida, tengo amigas que compraban ropa, carros, e incluso, mi hermano pudo viajar muchas veces gracias a la empresa

“Cuando mi esposo murió dejó una casa, pero esa la tuvimos que repartir entre otros hijos que tiene. A mí me quedó dinero y con eso pude pagarles el colegio a mis tres hijos, que estaban muy pequeños, y sacarlos adelante. Me sobró muy poco de esa plata, pero lo que quedaba lo invertí en DMG”, dice Graciela.
Fue a inicios del 2006 cuando se enteró de la existencia de la compañía de Murcia. Escuchó en comerciales por radio y televisión acerca de una empresa que ayudaba a salir adelante a las personas necesitadas. Por ese tiempo, su hermano Jaime ya había invertido en la organización y también le contó sobre ello.
Graciela explicó que le pareció que todo era transparente, legal y confiable. Decidió visitar una de las sedes que tenía DMG en Bogotá para comprobar que todo fuera así y cuando llegó había una larga fila de gente esperando a invertir. Vio tantas personas que pensó que ese sería el lugar más adecuado para depositar el dinero.
Meses después decidió invertir. Lo hizo dos veces, dos millones la primera vez y otros dos millones en la segunda. La primera vez que lo hizo fue el 19 de diciembre de 2006. Recuerda que ese día se levantó temprano para irse en TransMilenio y en un alimentador llegó a la sede de la Autopista Norte.
Al llegar vio muchas personas haciendo fila, pero eso no le importó; estaba convencida de que tenía que invertir ese día. Recuerda que la atendió una mujer en una caja, quien recibió su dinero en efectivo y después en otro lugar le imprimieron dos tarjetas prepago con las que podía comprar ropa, carros, electrodomésticos y viajes, entre otras cosas. Al final, le confirmaron lo que esperaba escuchar: “En unos meses le devolvemos casi el doble”.
“DMG se convirtió en un estilo de vida, tengo amigas que compraban ropa, carros, e incluso, mi hermano pudo viajar muchas veces gracias a la empresa. Yo no lo hice, no quería gastarme el dinero, solamente quería ahorrar y que me alcanzara para la cuota inicial de una casa”, afirmó.
Pero Graciela no pudo recoger su inversión. Cuando le tenían que devolver el dinero, capturaron a David Murcia en Panamá. Ocurrió el 19 de noviembre de 2008.

Quedé no solo sin ahorros, sino sin poder tener mi casa propia, era la última opción que tenía en esta vida

“Salió de su oficina y me abrazó, era David Murcia”

El día que Graciela invirtió por primera vez conoció a David Murcia. Ella cuenta que estaba haciendo la fila para consignar su dinero, cuando David salió de su oficina y saludo a todos los que estaban allí.
Se acercó a ella y la abrazó. Les dio la bienvenida y les dijo que estaba ahí para ayudarlos, que no se preocuparan, que todo iba a salir bien.
“Tenía un buso y un jean, se veía muy relajado. Era una persona muy amable y conversadora. Se hizo coger el amor de las personas más necesitadas (…) Quiso ser el Robin Hood colombiano, pero terminó tras las rejas”.

Foto:Andrea Hernández

Lo que pasó después de la Captura de Murcia

Desde antes de que capturaran a David Murcia, los rumores sobre un posible cierre de la empresa eran grandes, sin embargo, Graciela nunca dudo de la transparencia de DMG.
Siempre creyó que no podían cerrar la empresa y cuando capturaron a Murcia pensó que se trataba de una injusticia cometida por el Gobierno.
Muchas veces marchó y acompañó a David a las afueras de la sede de los juzgados de Paloquemao. Se ponía la camiseta de DMG para protestar y para apoyarlo. “Éramos muchísimos los que salíamos a marchar para apoyarlo a él y a la empresa. Gritábamos: David, David ¡Estamos contigo! ”.

Cuando lo condenaron en Estados Unidos perdí toda esperanza que tenía

Su esperanza de que le iban a dar el dinero prometido no se apagaba. Ni siquiera entregó las tarjetas prepago cuando miembros de la interventoría se las pidieron a los inversionistas.
Según ella, a muchas de las personas les dijeron que un hermano de David Murcia se iba a hacer cargo del negocio y por ello pensó que la empresa iba a continuar funcionando.
Con el paso de los meses, Graciela empezó a dudar. A las personas que sí entregaron las tarjetas les devolvieron sumas de dinero menores a las que habían invertido, pero algo recibieron. 
Le costó tres años entender que sí se trataba de una empresa ilegal. El 8 de julio de 2011, cuando David Murcia fue sentenciado a 9 años de prisión, en Nueva York, fue cuando Graciela supo que había perdido sus ahorros. “Cuando lo condenaron en Estados Unidos perdí toda la esperanza que tenía”.
A partir de ese año, el abogado Fernando Ruiz es quien la ha representado legalmente, así como a otras víctimas de la pirámide. Su vida ha tomado un giro y ahora una de las cosas en las que más gasta tiempo es en investigar sobre el tema y hablar con Ruiz para saber qué ha pasado de nuevo.
Desde ese año ella también dejó de trabajar como auxiliar de la justicia y hasta el día de hoy depende económicamente de la pensión de su esposo y de sus hijos, quienes en su momento la cuestionaron por haber invertido todos sus ahorros en DMG.
“Quedé no solo sin ahorros, sino sin poder tener mi casa propia, era la última opción que tenía en esta vida”, afirma ella, quien además agrega que aún tiene la esperanza de que, de alguna manera, el Gobierno le ayude a recuperar al menos una parte de sus ahorros invertidos.
Hoy en día, la vida para Graciela no es como la esperaba. Sus ganas de tener una casa y dejársela a sus hijos se convirtió en contar las monedas y billetes para pagar algo del arriendo del lugar en donde hoy en día vive.
ANDREA HERNÁNDEZ BACCA
REDACTORA DE ELTIEMPO.COM
andbac@eltiempo.com
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