César León, un hombre de 45 años, empezó a trabajar en Uber desde el 2016. Es administrador de empresas y tecnólogo en Logística de transporte de mercancías químicas, pero la empresa en la que trabajaba tuvo problemas financieros, se acogió a la ley de insolvencia y él se quedó sin empleo.
Aún estaba pagando su apartamento en Fontibón, sus hijos estaban tratando de ingresar a la universidad y no había terminado con las cuotas de su carro, por lo cual necesitaba de una opción viable. "Esa opción fue Uber", cuenta León.
Un vecino suyo lo invitó a empezar a trabajar como conductor de esta aplicación. Él sabía que era riesgoso, pues por esos días conoció varios casos de agresiones en contra de las personas que trabajan con esa aplicación. Sin embargo, no tenía otra alternativa y aceptó la oferta de su vecino.
A las personas que lograban que un conocido se inscribiera como conductor de la plataforma les daban un dinero. "Mi vecino se lo ganó y me dio la mitad. Con eso pude pagar lo del combustible de los primeros días en los que empecé a trabajar", explica César León. Al principio le daba temor, porque la Policía podía detener e imponerle grandes multas que hubieran empeorado su situación económica.
"Nos trataban como si fuéramos bandidos. Siempre era un riesgo salir", dice. Sin embargo, sostiene que, con el paso del tiempo, empezaron a aparecer redes de apoyo para conductores que mejoraron su situación. Por medio de esas organizaciones, los miembros advertían a sus compañeros dónde había policías, trancones o accidentes. Incluso, en algunos había protocolos de seguridad que se activaban cuando los conductores eran víctimas de hurtos u otros delitos.
César León cuenta cómo Uber funcionaba por medio de la oferta y la demanda. "Se ponía bueno entre las cinco y las nueve de la mañana", dice. Los viajes volvían a ser rentables después de la 1 de la tarde. A ese tipo de rutina se adaptaba a diario. Su horario laboral era desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche. Si tenía servicios cercanos a su casa, podía almorzar con su esposa, pero si ese no era el caso, tenía que comer algo en el camino.
Sin embargo, él procuraba utilizar una opción que le permitía fijar rutas que estaban cerca de su casa, lo cual le servía sobre todo en los días en los que su carro tenía pico y placa.
"Yo sé que no estudié para ser conductor de Uber, pero pude salir a flote", dice César León, con un dejo de resignación en la voz. Los gastos que cubría con la plata que ganaba en Uber incluían todos los servicios públicos de su apartamento, además de la administración, la televisión por cable, las cuotas del propio apartamento y las de su carro.
¿Cómo será la vida de César León después de Uber? "Lo más duro de no tener la aplicación es que sin palanca a uno no lo reciben en una buena compañía", señala César León, quien aún no cuenta con otro empleo para cubrir los gastos de su casa y de su familia. Ahora que Uber va a dejar de operar en Colombia, León dice que es probable que tenga que apelar a su profesión.
"Va a ser muy complicado, somos unas 88.000 personas que no sabemos qué vamos a hacer", concluyó.
BOGOTÁ