He pensado seriamente –y no es chiste– en dejar de ir a restaurantes. Me aterra la sola idea de estar en familia o con amigos y que lleguen varios sujetos armados, nos amenacen, nos insulten, nos maltraten y terminen por llevarse hasta lo de la cuenta. Los relatos y las imágenes recientes de robos a estos establecimientos son aterradores. ¿Qué pasa si se desata una balacera? ¿Qué pasa si a un sujeto de estos le da por golpear a un cliente o se le sale un tiro en medio del éxtasis del asalto?
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Es perturbador lo que está pasando en nuestras ciudades. La de las bandas que asaltan reconocidos restaurantes es la más reciente modalidad de atraco, lo que no significa que el asalto en la calle o en el bus o en el barrio haya cedido.
Los ojos de la ciudadanía están puestos en este tema y no van a descansar hasta que no sientan plena tranquilidad y plena seguridad a la hora de salir a la calle.
Pero no son solo estas modalidades. Ya no se puede estar tranquilo en una esquina con amigos, como sucedió en un barrio del sur, porque de la nada aparecen cuatro sujetos en dos motos y despojan a los presentes de lo que tengan.
Esta semana, el ministro de Defensa, Diego Molano; junto con el comandante de la Policía, general Jorge Luis Vargas, y el secretario de Seguridad, Aníbal Fernández, hicieron un balance de estos primeros veinte días desde que se implementó una nueva estrategia para atacar este mal. Resultados hay: capturas, desmantelamiento de bandas, la captura de peligrosos cabecillas, están presos el asesino de un policía, el de un ciudadano en el sector de Engativá y el sujeto que atentó contra una menor en Bosa. Todo esto debería generar una mayor percepción de seguridad.
Pero no es así, pues el asalto a restaurantes, el atraco a mano armada, la sevicia y otros tantos casos que no salen en los medios hacen que la gente siga sintiendo desconfianza. Amén de que continúan presentándose situaciones como la del ciudadano venezolano que ha sido capturado varias veces haciendo de las suyas y la justicia lo deja libre. O como le dijo el policía de un CAI esta semana al presidente Duque: de qué sirve que haya capturado 30 ladrones si la mayoría ya están libres.
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Todo esto para reconocer que sí ha habido esfuerzo por parte de las autoridades, eso se nota, pero se quedan cortos. Porque la palabra clave en todo esto es la inteligencia. Eso es lo que esperamos los ciudadanos de los cinco generales designados para esta labor, de los 1.500 policías que patrullan las calles y de esa alianza con la Fiscalía y demás organismos. Inteligencia para no solo capturar ladrones sino desbaratar de raíz las cinco grandes mafias que tienen azotada a Bogotá: la del microtráfico, la del hurto de celulares, la del robo de bicicletas, la del asalto al comercio, incluidos los restaurantes, y la de las autopartes.
El día en que la Policía muestre el organigrama de cómo cada ficha de estas organizaciones está tras las rejas, entonces podremos decir que las cosas empiezan a mejorar. Mientras tanto, seguiremos en este tire y afloje de mostrar resultados, por un lado, a la vez que, por el otro, la gente se espanta con lo que muestran los videos y relatan las víctimas de los atracadores.
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ERNESTO CORTÉS
EDITOR JEFE DE EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
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