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Bogotá

Se nos olvidó vivir la ciudad | Voy y Vuelvo

Puntos críticos de arrojo de basura en Bogotá en 2021.

Puntos críticos de arrojo de basura en Bogotá en 2021.

Foto:Diego Lozano. EL TIEMPO

Tengo la sensación de que antes de la pandemia había más conciencia de ciudad.

ERNESTO CORTÉS
No sé si es la reactivación o el desenfado con que hemos vuelto a normalizar nuestras vidas o la apertura de escenarios o el reencuentro con familias y amigos lo que ha generado un comportamiento más atrabiliario de la ciudadanía. Incluso más criminal, si me permiten el término.
Tal vez ya existía, tal vez nuestro comportamiento siempre haya sido el de la arbitrariedad y la extravagancia. Pero no estoy seguro. Tengo la sensación de que antes de la pandemia había más conciencia de ciudad, nos dolía más verla sucia, nos quejábamos del desorden en el espacio público y hacíamos virales fotos y videos de malparqueados en los andenes.
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Hoy me temo que de esa indignación ciudadana va quedando poco. Tengo la impresión de que, por el contrario, todo el mundo se siente con derecho a hacer lo que le venga en gana. El caso más aberrante es el asesinato de policías a sangre fría. Cuatro uniformados han muerto en lo que va del año solo por cumplir con su labor: requisaban a personas sospechosas. Esto, en cualquier país civilizado, sería objeto de condena nacional, rodarían cabezas y se adoptarían estrategias contundentes para dar con los responsables. Cuatro policías asesinados en una ciudad capital no pueden pasar desapercibidos, es el reflejo de que los delincuentes le perdieron el miedo a la autoridad.
Por esa misma línea van los desobedientes de la pólvora. Si bien en 2019 hubo un promedio de una persona quemada al día, la gente sentía temor a la hora de comprar chispitas y se iban a la Sabana a buscarlas y camuflarlas en el carro. Y ya en el vecindario, se encendían con no poca vergüenza. Pero el pasado 7 de diciembre, cerca de mi barrio, del que siempre me jactaba por ser de los pocos en que no había pólvora, aparecieron en el aire voladores, pitos, buscaniguas y demás. Otra señal de que la gente ya no le teme a la contravención. ¿El resultado? Van 16 quemados, y no hemos llegado a la Navidad ni el Año Nuevo.
Y así podemos seguir. El desorden en el centro es patético, no hay cómo disfrutar del espacio público ni de la iluminación en la séptima ni en la plaza de la Mariposa. Yo entiendo que la gente tiene que rebuscarse porque ‘el palo no está para cucharas’, pero solo se pide algo de orden, de reglas de juego mínimas para que todos podamos beneficiarnos, tanto los que intentan el sustento como los que quieren disfrutar de la ciudad. Con que al menos se nos permitiera caminar ya sería suficiente.
Aplaudí y sigo aplaudiendo que Bogotá haya comenzado a organizar el parqueo en vía. Eso ayuda a la movilidad y contribuye al respeto por los andenes. Sin embargo, no es difícil encontrar aún a los avivatos que siguen usando los espacios peatonales para los carros –como en la calle 116– o que cuando ven las cajas para estacionar, prefieren hacerlo al otro lado de la calle para evitar el pago. Y esto pasa en el estrato seis de Bogotá.
Y así sucede con la basura. Cuando recién se instalaron los contenedores era admirable el buen uso que hacíamos de ellos, hoy muchos están dañados, rebosan de desperdicios y sus alrededores siempre están sucios. Pasa con los pegotes en paredes y postes, con el ruido, con la contaminación de buses y camiones –y eso que hay norma del Ministerio de Transporte para denunciar y sancionar–; con las motociclas, las motos y mototaxis que siguen orondos sobre las ciclorrutas. Y no se ve autoridad vigilando, ni sancionando ni llamando la atención. Los ciudadanos estamos expuestos a que cada quien haga de la ciudad lo que se le antoje.
Tal vez sea eso: que la libertad de volver a salir nos haya vuelto irreverentes, desafiantes e indiferentes con Bogotá. Y no debería ser así.
Si algo ha enseñado la pandemia es el valor de reencontrarnos en el espacio público, la cafetería, el restaurante o el bar. Anhelábamos los parques, los teatros, el fútbol y los conciertos. Y todo eso hace parte de la ciudad. Pero sin lugar a dudas es la calle la que nos convoca, ¿por qué no hacerla un lugar digno?, ¿por qué seguir maltratando la ciudad como si fuera la culpable del covid?, ¿por qué no verla como el refugio que siempre ha sido?
“La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya”, decía Ortega y Gasset.
Pues bien, manteniendo aún los esquemas de bioseguridad, volvamos a la calle, volvamos a caminar, volvamos a saludarnos, pero, por favor, no dejemos que Bogotá se venga a menos por nuestro mal comportamiento y falta de autoridad. Ya hemos pasado lo peor.
ERNESTO CORTÉS
EDITOR JEFE DE EL TIEMPO
ERNESTO CORTÉS
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