En medio de la fría mañana capitalina, 30 jóvenes entre los 17 y 27 años se congregaron este domingo en el colegio Rodrigo Lara Bonilla para dejar en alto a la localidad de Ciudad Bolívar tratando de superar un Guinness récord.
De los participantes, 19 realizan los ejercicios y el resto se ocupa de la logística. José Gutiérrez, de 18 años, por mucho tiempo cargó la creencia de que por vivir en esa localidad, nunca podría llegar lejos ni que algún día formaría parte de un reto mundial: soportar 36 horas en una clase de yoga y superar a Vietnam, país que ostenta la marca.
Sin embargo, gracias al maestro Alexander Rubio, organizador del evento y docente del colegio desde hace 17 años, los estudiantes como José, junto con otros exalumnos de la institución y de las universidades Distrital y Pedagógica, quisieron demostrarle al mundo que en su sector también se respiran paz y seguridad.
Por eso, hace aproximadamente un año, este equipo se preparó mental y físicamente para controlar el hambre, el sueño y hasta las ganas de ir al baño, necesidades que podrán satisfacer en recesos de 10 a 15 minutos cada cuatro horas.
Sobre colchonetas azules, los 19 jóvenes realizan desde este domingo unas 1.200 posiciones ininterrumpidas, que irán aumentando su dificultad a medida que pasa el tiempo.
“Ellos necesitan el trabajo del cuerpo para generar convivencia. Es puro amor a la causa, porque es un ejercicio de aceptación y reconocimiento personal, además de una actividad de paz para el país”, destacó Rubio. Así mismo, para jóvenes como José esto es un reto que ayudará a hacerlos crecer como personas.
“Si logramos las 36 horas, seremos capaces de conseguir cualquier otra cosa en la vida. Yo tuve profesores de otros colegios que lo hacían resignar a uno, creyendo que jamás tendríamos oportunidades de nada, por vivir en este lugar. Pero cuando llegué al Rodrigo Lara, el profe Alex me enseñó que todo es posible si uno se propone conseguirlo”, relató Gutiérrez.
‘El profe’, como muchos lo llaman al pasar, se ha convertido en el ejemplo para seguir de varios de los adolescentes que, en medio de las drogas y las armas, han preferido escoger el estudio y el yoga como el camino al éxito.
“Él nos conoce a todos perfectamente. Sabe cuándo vamos por un mal camino o cuándo no. Es como un segundo papá. Gracias a él, muchas vidas se han salvado, y de cierta manera yo entro ahí porque tuve malas amistades y él fue quien me guio para recuperar mi camino. Tan pronto me gradúe del colegio quiero estudiar educación física”, indicó Gutiérrez.
La ganancia del reto, independientemente de si rompen la marca o no, está en que, al final, los jóvenes “habrán sudado este triunfo y valorarán su cuerpo y su esfuerzo”, concluyó Rubio.
EL TIEMPO ZONA
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