¿Ana María Castro murió por un golpe que alguien le propinó o fue un accidente? ¿Quiénes estaban en el vehículo donde se movilizaba la joven? ¿Por qué no aparece su celular? ¿Qué muestran las cámaras de video? Todas estas preguntas, tras la muerte de esta mujer de 21 años, el pasado 4 de marzo, revivieron uno de los hechos más lamentables en la historia de Colombia: el caso Colmenares.
Otra vez, una persona joven resulta muerta después de departir con unos amigos. En este caso, en una fiesta en un bar de la calle 116. Y las pruebas parecen difuminarse ante la lenta reacción de las autoridades y una familia que se desmorona de la tristeza. El caso conmocionó al país.
Ahora serán la Fiscalía y el reconocido abogado Abelardo de la Espriella, junto con los expertos de su firma, quienes deberán recopilar la evidencia y atar los cabos sueltos de esta historia llena de vacíos.
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El ente investigador le dijo a EL TIEMPO que ya están en marcha los actos urgentes, es decir, aquellos que la Fiscalía ordena para hacer diligencias excepcionales, como una inspección en el lugar de los hechos, un levantamiento de cadáver, entrevistas, entre otros. Están en el Código de Procedimiento Penal como labores de policía judicial iniciales para que un fiscal asuma un caso y empiece la investigación. Para la familia de la víctima, esto llegó tarde y tienen miedo de que en el camino se pierdan o manipulen las evidencias.
Hoy solo existe la reconstrucción de los hechos que hizo la familia de Ana María Castro a través de llamadas y hablando con quienes se enteraron de lo sucedido. El miércoles 4 de marzo, Ana María Castro almorzó en su casa. Se arregló, se maquilló y le dijo a su madre, Nidia Romero, que ese día se iba a encontrar con su amigo Pedro*. No era la primera vez que la familia escuchaba ese nombre y hasta se imaginaron que era un pretendiente. La joven le decía a su mamá que no se preocupara tanto, que ella era consciente de que al día siguiente tenía que ir a estudiar. “Ella estaba haciendo un curso de maquillaje profesional”, contó Nidia.
Yo le di cantaleta, le dije que uno no rinde igual cuando está trasnochado, y luego de eso no supe nada más
Salió de su casa pasadas las 4 de la tarde, y a las 8:56 de la noche, otra vez, su madre le escribió: “Ana, y ¿tú qué?”. Y ella otra vez le contestó: “Mami, no te preocupes que yo voy a ir a estudiar”. “Yo le di cantaleta, le dije que uno no rinde igual cuando está trasnochado, y luego de eso no supe nada más”.

Ana María Castro compartiendo con sus amigos antes de su muerte.
Archivo particular
Esa noche, Nidia quedó intranquila, a tal punto que alcanzó a hacerle casi 50 llamadas. El celular de la joven estuvo encendido hasta las 9:30 de la mañana del jueves 5 de marzo. Las amigas de Ana María no decían nada, hasta que a las 12:30 del mediodía, una de ellas, Pilar*, contacta a Nidia y le dice que su hija había sufrido un accidente.
Como puede, la madre desesperada busca un contacto en la Policía y mientras lo hacía vuelven y le escriben: “Está en el hospital Simón Bolívar”.
Pilar le decía que todo se lo estaba contando un joven de nombre Mario, que estuvo con ella esa noche. Entonces, su yerno la conduce en moto, llegaron después de mediodía. Nidia cruza la puerta, busca al encargado, da el nombre y la cédula de su hija y no aparecen registros. Una doctora pasa, ve a Nidia y le dice que ese día estaban atendiendo un cuerpo sin identificar.
Entonces la mandaron a hablar con un enfermero jefe. Este le dice que la joven había sido remitida del hospital de Engativá a eso de las 4:22 de la mañana y que había llegado a las 5. “Me dijeron que tenía un trauma craneoencefálico severo. En ese momento me dijeron que ella tenía muerte cerebral”.

“Queríamos que se fuera a estudiar a Estados Unidos, pero esos planes murieron en medio de una fiesta”, dijo Nidia, madre de Ana María Castro.
Archivo particular
Nidia entró en shock. “Comencé a gritar como loca. Luego me contaron que la niña había sufrido un paro cardiorrespiratorio, que sus pulmones habían colapsado y que murió a las 11:56 de aquella mañana. Yo, simplemente, enloquecí”.
Y así, con su vida hecha pedazos, le dijeron que debía reconocer a su hija. La tenían envuelta en una bolsa. “Quiero contarles cómo llegó de su fiesta con ‘amigos’. Tenía un golpe terrible en la cabeza y su ojito negro, mi hija estaba muerta”.
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¿Qué había pasado con Ana María Castro? La primera vez que Nidia tuvo una versión de los hechos fue cuando habló con Mario por teléfono. “Me dijo que me hablaba desde el celular de su novia y que todo el accidente había pasado en la calle 80 con carrera 69K, sentido oriente-occidente, y que él había llamado a su novia para que lo recogiera”. Incluso que tenía la ubicación telefónica.
Pero el joven no parecía tener claro lo que sucedió. “Primero explicó que él iba detrás del carro en donde se movilizaba mi hija, que era un Kia Sportage negro, y que había visto cuando la botaban del carro. Luego dijo que ya había recordado que él también estaba dentro del vehículo con Ana María, que presenció una discusión, que los habían bajado y que, al arrancar violentamente el vehículo, la joven había quedado prendida de la puerta y que eso habría generado el golpe”. También le dijo que él se le botaba a los carros para que la ayudaran y que estaba borracho.
Luego me contaron que la niña había sufrido un paro cardiorrespiratorio, que sus pulmones habían colapsado y que murió a las 11:56 de aquella mañana. Yo, simplemente, enloquecí
Nidia también conoció la versión de la patrullera que vio a la joven recién ocurrió todo. Tardó tres minutos en llegar al lugar de los hechos. “Vio a mi hija tirada en el piso, en la vía, pero cerca del andén, que sangraba por la nariz y por los oídos. Que sus ojos se iban para atrás, que sus piernas estaban dobladas y que notó la delgadez de su cuerpo”.
La patrullera dice que un supuesto testigo asegura haber escuchado un fuerte frenón y que luego vio cómo tiraron a una joven desde un carro. “Lo que yo no me explico es por qué no, desde ese mismo momento, buscaron el vehículo, lo inspeccionaron, lo inmovilizaron y llamaron a las tres personas que iban con mi hija allí”, se cuestiona Nidia.
La familia pide con insistencia que se encuentren el bolso y el iPhone de Ana María. “Nada de eso me lo entregaron. Me dieron una bolsa roja con su chaleco ensangrentado y luego me la quitaron. Eso hace parte de la cadena de custodia”.
Cuando llegó la ambulancia, la joven todavía tenía signos vitales. A ella se la llevaron al hospital y a Mario, al CAI de Las Ferias. Se sabe que hasta allá llegaron el padre del joven, enfurecido, y su novia, con quien finalmente se fue.
Hay muchas piezas por reconstruir en este caso. Nidia dice que se sabe que los jóvenes que estaban en el lugar de los hechos, es decir, en el mismo vehículo con Ana María Castro, eran Pedro (fotógrafo), Mario (universitario) y Juan, y que ellos también habían estado departiendo con su hija en un bar ubicado en la calle 116.
Por una compañera de la joven, que estaba en ese mismo lugar, Nidia asegura que se enteró de que aunque ella se ofreció para llevarla a su casa, Ana María fue convencida por Mario de subirse a la camioneta de Pedro. “Esa niña me dijo que ella también presintió algo y que le dijo al muchacho que si le llegaba a pasar algo, lo hacía responsable a él”.
Hoy, esta familia pide acelerar la investigación antes de que las pruebas se diluyan. Que aparezca el celular de la joven, que se entreviste a los involucrados, que se rastreen todas las cámaras. “No quiero juzgar a nadie sin pruebas, pero sí quiero saber la verdad y que haya justicia”, insiste la madre.
Ana María era una joven llena de proyectos. Estudió para ser auxiliar de enfermería, había hecho un primer semestre de Psicología y también ingresó a estudiar maquillaje profesional. “Queríamos que se fuera a estudiar a Estados Unidos, pero esos planes murieron en medio de una fiesta”, dijo Nidia.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA DE BOGOTÁ
carmal@eltiempo.com
En Twitter: @CarolMalaver
*EL TIEMPO se abstiene de poner el nombre real de los implicados mientras avanza la investigación.