Es interesante la apuesta por la gratuidad en la educación superior para estratos 1, 2 y 3, un esquema que ya venían financiando varios entes territoriales como Bogotá; una ciudad donde se forman 3 de cada 10 estudiantes de pregrado y 4 de cada 10 de posgrado del país.
Sin embargo, esta iniciativa del gobierno nacional, en la práctica, no beneficia a muchos jóvenes, pues en el caso de la capital de los 771 mil matriculados en educación superior, el 70 % se encuentra en el sector privado, es decir, 542.184 estudiantes.
En el sector oficial, por su parte, las cifras registran 229.129 jóvenes matriculados, pero no todos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3. Es importante considerar dicha realidad a la hora de pensar en este tipo de subsidios, pues con la creciente desaceleración económica que viene golpeando fuertemente a la clase media, es muy posible que estos hogares opten, en los próximos años, por enviar a sus hijos a la educación pública.
Aunque la educación pública es un derecho y, en virtud de ello, todos tendrían las mismas posibilidades, acá nos enfrentaríamos a un problema adicional de inequidad, pues los estudiantes que vienen de colegios privados tienen más posibilidades de obtener un mayor puntaje en el examen de admisión que aquellos que vienen de colegios públicos. Puede que se amplíen los cupos, pero el margen de maniobra es poco; esto sin contar con los problemas de infraestructura que tienen varios centros educativos.
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Por otro lado, es necesario considerar distintas alternativas para quienes no pueden ingresar a la educación superior por falta de dinero o porque no cumplen los requisitos académicos de los programas ofertados.
Se han probado diferentes tipos de subsidios y modelos de ayuda, como Ser Pilo Paga y, actualmente, Generación E. Pero no todos los postulados llegan a ser beneficiados. Poco se ha discutido sobre los esquemas de financiación del Icetex o los que ofrecen las mismas universidades privadas o entidades financieras. En su mayoría, la condición para el otorgamiento del crédito es la existencia de alguna garantía hipotecaria o activo que respalde la deuda. Nuevamente, no todos cumplen con el requisito.
Ahora bien, asumiendo que el estudiante logra acceder y culminar los estudios de educación superior, no todos los graduados encuentran un empleo con facilidad. Hoy, Bogotá es la quinta ciudad del país con mayor desempleo juvenil, cifra que asciende 30% en los tres primeros meses de 2021. Se estima que a mayor nivel educativo menor tasa de desempleo, no obstante, un profesional tarda más tiempo en encontrar trabajo que una persona con educación técnica o tecnológica.
Según el SNIES, para el 2019, alrededor del 19% de los bogotanos estaban matriculados en una carrera tecnológica y un 4%, en una técnica profesional. Por su parte, el 67% estaba matriculado en una carrera universitaria, 6% realizando una especialización y 4% maestría.
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Un dato que no se puede pasar por alto: antes de la pandemia, 1 de cada 4 estudiantes matriculados en Bogotá estudiaba a distancia (12% modalidad tradicional y 14% virtual).
Los problemas en la educación superior no se resuelven con la gratuidad, que, entre otras cosas, no debería tener como referente el estrato socio económico sino la clasificación Sisbén, que realmente muestra las necesidades de cada hogar.
Es oportuno revisar los contenidos curriculares y la oferta académica desde una perspectiva de inclusión laboral y de educación orientada al empleo, más aún, en un mundo en transición hacia las nuevas tecnologías y la innovación, donde cada vez se demanda nuevos perfiles laborales con capacidad de respuesta a la incertidumbre así como la actualización de la oferta de programas de formación y capacitación en nuevos campos del conocimiento.
Se vienen tiempos de mayor competencia en el sistema educativo con la entrada de nuevos actores y su oferta de programas virtuales de alta calidad. Las universidades locales tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias, mientras los gobiernos tendrán el desafío de impulsar las transformaciones pedagógicas, curriculares y financieras que hoy están reclamando los jóvenes y las instituciones. Todo esto en un contexto de recesión económica donde los hogares de clase media también reclaman alivios en los esquemas de financiación y los costos de las matrículas tanto en universidades públicas y privadas.
ÓMAR ORÓSTEGUI
Director Futuros Urbanos
Twitter: @OmarOrostegui