Florinda Farfán está sentada viendo desde su ventana. Su pelo rubio y ondulado ahora es canoso y liso. Ve las calles del barrio La Manuelita, en la localidad bogotana de Suba, esperando que aparezca su hija Yulie Yesenia Chacón Farfán. Anhela que llegue igual a como la vio por última vez -el 20 de febrero de 1996- con el uniforme de saco azul y falda roja a cuadros; con sus crespos alborotados y saltando para abrazarla.
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El mundo a esta madre soltera se le congela en ese día. Para ella, no hay un antes ni un después, solo existe ese 20 de febrero. “Uno vive porque tiene que vivir, come porque tiene que comer, pero llevo el dolor en mi corazón. Necesito saber dónde está mi hija”, dice.
Ese día, Florinda se despide de su hija antes de las 7 de la mañana para irse a trabajar en la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada. En tanto, Yulie Yesenia, una niña alta y acuerpada de 11 años, sale para el colegio San José de Calasanz, a solo dos cuadras de su casa.
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Florinda Farfán y su hija Yulie Yesenia.
Cortesía familiar
Lo último que Yulie Yesenia le dice a la mamá era que necesitaba un libro que le pidieron para las clases de séptimo grado. Los deseos de la niña eran como órdenes para esta madre, era su única hija.
Pasaron las horas. Florinda, a las 5 de la tarde, vuelve al barrio tras culminar su jornada laboral. Compra el libro y llega hasta su casa, estando allí observa que ninguna luz está encendida.
Yulie Yesenia acostumbraba a quedarse en las tardes en las casas de sus dos tías, también a escasas cuadras. La mamá va donde la primera de sus hermanas a preguntar si su ‘gordita’, como la llama de cariño, está allí; sin embargo, le dicen que no.
La madre regresa a su hogar, esta vez sí entra, pero no halla rastro de su hija. No está ni su uniforme ni maleta.
Llama a su otra hermana. También le dicen que la niña no había ido durante la tarde.
“Me dio una mala corazonada, mi hija nunca se iba para ningún lado distinto a nuestra casa o a la de mis hermanas. Era una niña de 11 años, no salía sola a otros lugares. Siempre la acompañaba a sus clases de patinaje en el Salitre o de natación en el barrio Quirigua”, cuenta.
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Florinda se desespera, alerta a sus hermanas de que Yulie Yesenia no aparece. Se dirige al colegio, donde le cuentan que la niña fue a clase con normalidad, saliendo hacia su casa a las 12:30 de la tarde.
La búsqueda luego comienza en cada casa de los compañeros de la niña, pero ninguno da razón. En un primer auxilio con la Policía, en el CAI de La Gaitana, le dicen que no se preocupe: “fijo está con el novio. Espere 72 horas para reportar la denuncia de desaparición".
La mamá sigue recorriendo el barrio y los potreros cercanos durante esa noche. Lleva una foto de su niña, pregunta por ella en cada esquina. Se devuelve a casa, desde esa noche ve desde la ventana esperando a que llegue Yulie Yesenia.
Por eso, ella dice que se congela en ese día y -desde entonces- llora a diario, suplicándole a Dios que le dé pistas de dónde está la niña.
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Ella es mi única hija, no puedo olvidar nunca lo que le pasó. Por más que pase el tiempo, es muy doloroso y no me puedo resignar. Si vivo es para ella, para encontrarla
Esa noche, recuerda que había otras dos niñas desaparecidas en el mismo barrio de Suba. A Nini Johana Moncada Correa se le perdió el rastro desde el 5 de julio de 1995. La niña, de 13 años, caminaba por una calle del barrio hacia una avenida y de repente se estacionó a su lado un colectivo gris plateado de vidrios oscuros del que se bajó un señor, la amenazó con un revolver y la obligó a subirse al vehículo.
Y Andrea García López, de 14 años, desapareció el 27 de noviembre de 1995. Fue a comprar arroz y aceite para el almuerzo. Jamás regresó. Vecinos del barrio dijeron que un hombre haló del pelo a la menor y luego la metió a un carro negro.
Yulie Yesenia sería la tercera niña desaparecida en un lapso de solo ocho meses, en el mismo barrio y dejando pocas pistas.
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Sin ayuda de la Policía que, conociendo de las desapariciones anteriores, no presta atención oportuna a Florinda, la familia de la niña empieza una búsqueda por el barrio con fotografías de Yulie Yesenia.
Surge la primera pista de lo que había pasado con la niña. Otra menor vecina al colegio San José de Calasanz le cuenta a Florinda que vio cuando dos hombres en un carro Volkswagen de color rojo interceptaron a Yulie Yesenia y la metieron dentro del vehículo.
Con esa única referencia, la familia da con el paradero del carro rojo ese mismo día y la Policía se dirige hasta donde les señalaron, también en un barrio de Suba.

Yulie Yesenia Chacón Farfán durante la celebración de su cumpleaños número 10.
Cortesía familiar
En la diligencia capturan a dos personas: un hombre y una mujer.
A la niña testigo no le quedó duda de que el hombre retenido es a quien vio raptar a la menor.
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Florinda dice que en ese momento pensaba que pronto conocería del paradero de su hija. A los señalados, por ser los presuntos secuestradores de Yulie Yesenia, los llevan a una sede de la Fiscalía de Engativá esa noche.
Sin embargo, a la mañana siguiente -cuando Florinda vuelve a la Fiscalía- se encuentra con que a los dos señalados por el secuestro de su hija los dejaron en libertad.
“La fiscal recibió el testimonio de la niña que vio todo, pero a los señalados los dejaron en libertad. Las autoridades no me dieron mayor respuesta de por qué los dejaron ir. Estaban sindicados de secuestro de una menor, inexplicablemente los dejaron en libertad”, dice.
“Ahora qué hago, ese señor era mi única esperanza para saber dónde estaba mi hija”, les suplica esta madre a quienes dejaron en libertad al presunto captor de Yulie Yesenia.
En el expediente del caso, el cual otra fiscal ojea tras ver el desespero de Florinda, no queda mayor reseña de las personas que señalaban como los secuestradores de la niña.
Florinda está como al principio, incluso su desesperación es mayor tras ver cómo era de inoperante la justicia del país. Sigue sin tener noticias de su hija tras tres días.
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“Era muy duro ver tanta indiferencia, que a nadie le importaba mi hija. Iba de un lado al otro buscando ayuda. Todas las autoridades me ignoraban”, dice.
En los primeros 15 días tras la desaparición, empapela todo el barrio con la fotografía de su hija. Camina por todo Suba durante el día, sin probar bocado, y en las noches se pega a la ventana, sin dormir un segundo.
Hasta que una noche, en noticias, reportan el asesinato del hombre que había sido señalado del secuestro de su hija y, pese a eso, dejaron en libertad.
La madre dice que esa noticia recrudece todavía más su dolor. Pese a estar libre, él era la única pista que se tenía para dar con el paradero de Yulie Yesenia. De la otra mujer no se conoce nada más.
Florinda vive para su hija. No tener a Yulie Yesenia es una pesadilla.
Al mes de la desaparición de la niña, dice que pensó en quitarse la vida, dejó de comer y de dormir. “Para qué vivir si no tengo a mi hija”, se pregunta.
Solo Frida, una sicóloga que se convirtió en su ángel de la guardia, la hace aterrizar. “Si Yulie Yesenia aparece y su mamá no está, a quién podrá acudir, quién la cuidará”, le dice.
Desde entonces, Florinda dedica todo su tiempo a buscarla. Si antes había empapelado el barrio con el rostro de su hija, ahora lo haría con toda la ciudad, hasta hallarla.
“Ella es mi única hija, no puedo olvidar nunca lo que le pasó. Por más que pase el tiempo, es muy doloroso y no me puedo resignar. Si vivo es para ella, para encontrarla”, dice.
Y mientras Florinda continúa con su lucha. Una llamada amenazante la obliga a irse de la casa donde vivía.
“Vieja hijueputa, deje de empapelar la ciudad o le quemamos su casa”, le dicen por teléfono. Al instante cuelgan.
A Florinda no le dan tiempo de decirles nada a quienes están del otro lado de la línea. Es la voz de un hombre que parece saber lo que está haciendo.
La mujer no tiene otra opción que dejar esa casa y se trastea a una en el mismo barrio. Se promete que de La Manuelita no sale hasta encontrar a Yulie Yesenia.
A la nueva casa de Florinda llegan varias llamadas de 'informantes' que le dan supuestas pistas de dónde está su hija.
Muchas veces le dicen que la habían visto siendo víctima de redes de prostitución en el centro de Bogotá. Allí Florinda pasa tardes y noches esperando por ver a su hija, pero nunca la encuentra.

Reporte de EL TIEMPO sobre el caso de las niñas desaparecidas.
EL TIEMPO
“Allá iba, me paraba toda la tarde a buscarla y ver si era cierto, pero resultaba que eran llamadas de personas que lo que buscaban era burlarse del dolor ajeno”, lamenta.
E igual le pasa cuando alertaban que la vieron en Yopal, Casanare; San José del Guaviare, Guaviare; o en Ibagué, Tolima. A muchas ciudades del país termina yendo tras informaciones erróneas; sin embargo, prefiere ir para cerciorarse, no hay esfuerzo en vano.
Así dura los primeros cinco años de la desaparición de Yulie Yesenia.
En el barrio, además, ya no son tres las niñas desaparecidas. Las víctimas del flagelo suben a cinco.
A Nini, Andrea y Yulie se les sumaba Johana Alexandra Rodríguez, de 19 años, quien salió el 19 de noviembre de 1996 de su casa para encontrarse con su novio, pero nunca llegó a su destino.
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Mientras que María Yolanda Perdomo, también de 19 años, fue vista por última vez el 24 de julio de 1997. Su familia recuerda que ella salió ese día para el colegio Miguel Antonio Caro, pero como había paro, los alumnos se fueron a sus casas hacia las 9 de la mañana. Sin embargo, ella nunca llegó. Algunos testigos contaron que un vecino la detuvo en el camino y se la llevó para su casa.

Ellas son las cinco niñas desaparecidas en Suba.
Cortesia familiar
Estas cinco madres de Suba comienzan una lucha juntas, pero en la Fiscalía nunca les dan razón de los casos. Incluso, un fiscal le dice a Florinda que tenía casos más importantes que la búsqueda de su hija.
“Cuando un fiscal me dijo que tenía casos más importantes, me provocaba torcerle el pescuezo. Eso no se le debe decir a una madre. Tengo los mismos derechos que cualquier otra persona para que me ayuden a buscar a mi hija. Porque no tengo apellidos de abolengo no me ayudan”, dice.
Desde 1998 empieza a sonar el nombre de Luis Alberto Malagón Suárez, también habitante del barrio La Manuelita y dueño de un taller de ornamentación.
Investigaciones apuntan a que este hombre sería el responsable de la desaparición de la joven Yolanda Perdomo. Ese mismo año es capturado, pero posteriormente lo dejan en libertad por falta de pruebas.

Luis Alberto Malagón, en uno de los reportes del diario 'Hoy', de la Casa Editorial EL TIEMPO.
EL TIEMPO
En diligencias de la Fiscalía, para septiembre del 2001, se hallan en la casa de Malagón Suárez partes de joyas, cabellos, ropas con muestras de saliva y semen; además, de dos cuchillos con sangre, según los informes de EL TIEMPO en la época.
Para el 2002, Luis Alberto Malagón Suárez es capturado por el asesinato de su esposa, a quien apuñaló. Durante las audiencias, una hija y una cuñada, no solo lo señalan de la muerte de esta mujer, también indican que ese hombre es la persona responsable de las desapariciones de las cinco jóvenes del barrio La Manuelita.
Leydi Johana Malagón, su propia hija, señala que su padre había secuestrado a las niñas, para luego abusar de ellas. Incluso, dice que en ocasiones escuchaba ruidos y voces de mujeres pidiendo ayuda.
A Malagón, que sería juzgado por el asesinato de su esposa, también lo señalarían desde entonces como el principal sospechoso de la desaparición de las niñas de Suba.
Florinda estuvo presente en cada una de las audiencias contra Malagón, pensando que algún día confesaría tras la insistencia de sus familiares.
“En las audiencias, la cuñada le insistía que confesara lo que hizo con las niñas. Señalaba con insistencia que él había sido el responsable”, cuenta.
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Informe de EL TIEMPO tras los 10 años de la desaparición de las niñas.
EL TIEMPO
La mujer dice que la cuñada estaba convencida de que Malagón Suárez era responsable. “Dígales a esas mamás que les hizo para que tengan paz”, recuerda Florinda que le gritan al presunto agresor.
Sin embargo, pasan más años en los cuales Malagón Suárez niega las acusaciones por la desaparición forzada de las niñas.
La investigación se estanca e incluso queda en el olvido. Las madres siguen sin obtener respuestas.
En 2014, Malagón Suárez es absuelto de responsabilidades en el crimen de las jóvenes de Suba, al no hallar evidencias sólidas.
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Hoy, 25 años después de la desaparición de su hija, Florinda -con 64 años- tiene en su casa los regalos que cada año le ha comprado a Yulie Yesenia: unos patines y cadenas, también atesora su ropa.
La imagina todavía como una niña y cree que está viva. Plantea que el hombre asesinado hace 25 años y Luis Alberto Malagón Suárez sí tienen responsabilidad en la desaparición de las niñas.

Así se ve hoy Florinda Farfán tras 25 años en la búsqueda de su hija.
Cortesía familiar
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“Cuando el río suena, piedras lleva. Alguna responsabilidad tienen los dos hombres señalados. Pero la negligencia y la falta de pruebas no dejó que prosperara”, dice.
A Florinda le parece insólito que nadie dé razón de unas niñas que desaparecieron del mismo barrio, cada seis meses, a plena luz del día.
“Yo creo que mi hija está con vida, guardo la esperanza, pero pido a Dios siempre que me dé alguna respuesta. Puede que las hayan prostituido, puede que las metieran en grupos armados o que las vendieran para que las adoptaran”, cuenta.
Recientemente, la Fundación Nidia Erika Bautista, en representación de las madres de las jóvenes, interpuso una tutela para que la Fiscalía investigue a fondo los casos tras ver que llevan un cuarto de siglo sin mayores respuestas.
De hecho, dice Florinda, esta Fundación se convirtió en un apoyo tras las negativas de la justicia colombiana en la búsqueda de estas niñas. Esta madre, además, lleva años enviando volantes con el rostro de su hija a Japón y a distintos países europeos, moviendo cielo y tierra para hallarla.
“Mi cabeza es como un casete, va y viene. Tantas niñas desaparecidas, tanta injusticia y no se sabe nada. Pienso a toda hora en mi hija, si está viva o muerta. Esto es más doloroso que un secuestro por plata, las familias saben con quién negociar, pero en la desaparición forzada se vive en una incertidumbre que va matando lentamente. No sabemos nada”, dice.
Florinda cuenta que solo le falta entrevistarse con el diablo para saber que le pasó a Yulie Yesenia, mientras tanto seguirá esperándola desde la ventana.
CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ
Subeditor de ELTIEMPO.COM
*Esta es la primera historia de una serie que busca contar el drama de las familias con niños y niñas víctimas de la desaparición forzada en Colombia. Se publicó originalmente en febrero del 2021.
Si conoce algún caso y lo quiere contar, escríbanos a criavi@eltiempo.com y vivrod@eltiempo.com.