En un país (Estados Unidos) donde la gente se ha acostumbrado a viajar por horas cada día para asistir y volver de sus trabajos, Newark (Nueva Jersey) se propuso conseguir que las empresas basadas en esa localidad emplearan a sus ciudadanos y no solo a los de localidades vecinas.
Gracias a una política sostenida, iniciada en el 2000, esta ciudad de unos 300.000 habitantes ha logrado bajar los índices de dos renglones desafiantes: pobreza y desempleo.
Pero el trabajo requirió esfuerzos, alianzas y una idea clara. Desde hace 20 años, varias zonas de la ciudad han vivido una reactivación económica, gracias a la instalación de un hub de salud y biotecnología que trajo consigo la apertura de docenas de restaurantes, una escuela de medicina, otra de leyes, hospitales, varias galerías y hasta la llegada de un equipo de hockey profesional. Sin embargo, el gobierno encontró que de los cerca de 150.000 empleos generados en ese auge, solo el 20 por ciento era ocupado por los habitantes de Newark, y lo que parecía un gran avance empezó a verse como un elemento de frustración para quienes no conseguían entrar en esa bonanza.
¿Por qué no lograban acceder a esa danza económica y así bajar el índice del 30 por ciento de pobreza que golpeaba a esta urbe? Por la falta de mano de obra calificada, entre otras falencias. Lo anterior generaba que el 72 por ciento de las personas laboraran en otras ciudades, con los efectos negativos que esto genera en la calidad de vida (en contraste, solo el 15 % de los trabajadores de Nueva York tenían empleos fuera de la Gran Manzana).
En lo concreto, una ordenanza de la alcaldía les exigió a las empresa proveedoras de servicios que por lo menos el 40 por ciento de sus empleados fueran residentes locales. Además, conjugaron esa imposición con la apertura de una oferta formativa, por parte de distintas instituciones educativas, en múltiples campos. En muchos casos el propio gobierno subsidió (y aún lo hace) parte de esa formación, dentro del rubro destinado al programa Newark Emplea.
Al recibir otros beneficios de orden tributario (por ejemplo), las empresas comenzaron a patrocinar campos de entrenamiento para ciudadanos, en variadas habilidades que demandaban. Algunos de estos currículos se extendían hasta por cinco semanas intensivas e incluyeron tutorías y visitas prácticas en las empresas.
Con la vinculación de los privados apareció la nominación de ‘organizaciones ancla’, empresas que ganaron en credibilidad, buen nombre y confianza gracias a compromiso con la revitalización de la ciudad.
Todo eso redundó en que de 36 programas que se abrieron para Newark Emplea, 34 siguen llenando vacantes en la actualidad. La meta es que el índice de desocupación esté por debajo de la media nacional, y la administración de la ciudad cree que es posible, tras revisar un plan similar que implementó Tampa, Florida, en años previos y que devino exitoso.
Uno de los ejemplos de evidente mejoría ocurrió en el puerto de la ciudad, donde solo el 6,3 de los 3.299 empleados eran locales. El programa de formación ya comienza a revertir ese indicador, en el cual se espera que el empleo allí llegue a unos 2.000 ciudadanos, bien en el propio puerto o en empresas que se relacionan indirectamente.
El impacto en la calidad de vida (menos tiempo de transporte, más tiempo en familia...), según el reporte de cifras y análisis de casos que sobre esta urbe ha hecho theatlantic.com, plantea que el enfoque empleado ha sido exitoso, y además sugiere que la confianza y bienestar de los ciudadanos se ha incrementado. No obstante, advierten que aún se debe esperar por lo menos hasta el 2020 para recoger un data más claro que permita pulir detalles de la exitosa política.
BOGOTÁ
En Twitter: @felipemotoa
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