Cuando los negocios cierran en la noche, Galerías se vuelve un camino de colores. Allí, 148 artistas urbanos se unieron para diseñar y pintar murales en las persianas de los locales de este sector comercial.
Carlos Ortega / EL TIEMPO
Este es el resultado de ‘Bogotá mágica’, la propuesta ganadora de una intervención sobre la calle 53 entre la avenida Caracas y la carrera 24, organizada por el Instituto de Participación. El proyecto pretendía conectar a artistas y a dueños de locales para darle un nuevo aire al corredor.
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Así, donde antes había señales de vandalismo, puertas grafiteadas y daños, hoy hay 155 murales llenos de color. La intervención no les costó un peso a los comerciantes.
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“Me pareció una idea buenísima. Acá no volvieron a rayar las puertas ni a dejar manchones. Eso era tenaz, las rejas duraban apenas dos días limpias”, comenta una de las comerciantes beneficiadas.
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En cada local, los comerciantes fueron conectados con un artista que les ofreció varios bocetos, y en sus manos estuvo escoger cuál querían.
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Por su parte, Édgar Jara se dio el lujo de escoger dos bocetos para las persianas de su negocio de productos de belleza.
“A las ocho de la noche cerramos el negocio, y al otro día amanecí con mis tesoros”, dice Jara. Desde el 12 de diciembre, sobre sus persianas hay un copetón que lleva a Bogotá sobre sus alas y una ciudad llena de estrellas.
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Aunque Jara nunca conoció a los artistas, otros comerciantes sí estuvieron en contacto con ellos. Franklin, del local de sorbetes de guanábana Annona, quedó encantado con sus diseños, que hicieron honor a su negocio.
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“El muchacho nos escuchó y le puso a su diseño el nombre ‘Annona’, que es el nombre científico de la guanábana. Esto es excelente, porque les da un espacio a los muchachos para expresarse con cosas bonitas”, explica mientras mira su reloj. A las dos de la tarde tenía invitados a los artistas a un sorbete.
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“Yo también quedé siendo muy amigo de doña Vilma”, apunta entre risas Daniel Russi, uno de los artistas y quien participó con sus diseños y su trabajo sobre un edificio que tiene un local de flores y otro de préstamos de vestidos.
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“Estas iniciativas son positivas también para nosotros, en cierta forma recibimos algo de remuneración, tenemos libertad de diseño, nos permite hacer nuestro trabajo de forma más segura y le abre la mente a la ciudad en todo este rollo del grafiti”, manifiesta Russi, artista gráfico formado en Buenos Aires y que vive de murales como estos hace ocho años.
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Con esta, Bogotá completa tres galerías a cielo abierto: las otras están en la carrera 9.ª entre calles 60 y 62 y en la 7.ª de la calle 11 a la av. Jiménez.