Los políticos se mueven en el mundo de las percepciones con el objetivo de generar emociones en su electorado. Algunos crean la esperanza de un futuro mejor, mientras otros son críticos del presente y se alimentan del caos o la polémica. De cualquier manera, siempre tienen la habilidad de adaptarse a las circunstancias para que los votantes jueguen a su favor.
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Ómar Oróstegui
Ómar Oróstegui
La situación que estamos viviendo la crearon ellos mismos con su discurso de odio y culpas frente a un país con una realidad que exigía estadistas y no clientelistas. Hoy, nuevamente, vuelven los discursos adaptados a los tiempos de las redes sociales, con mucha esperanza y pocas propuestas concretas de acción para entender y brindar solución a los problemas que hoy nos aquejan.
Los escenarios propios de participación y representación política brillan por su ausencia en esta coyuntura, donde los políticos prefieren tener un bajo perfil y evitar el debate público. En la propuesta de reforma tributaria ni siquiera conocimos las posiciones y propuestas de los congresistas.
Y mientras tanto son los mandatarios locales los que tratan de dar respuesta a problemas que son de escala nacional, pero que están afectando la estabilidad de muchas ciudades, pues allí los períodos prolongados de autoaislamiento generaron una desaceleración económica y un crecimiento considerable del desempleo.
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La situación que estamos viviendo la crearon ellos mismos con su discurso de odio y culpas frente a un país con una realidad que exigía estadistas y no clientelistas.
La crisis puso a prueba la capacidad de gestión de los gobiernos y sus estrategias para la recuperación económica a través de diferentes paquetes de estímulo y el desarrollo de esquemas de protección social sin precedentes recientes.
Sin embargo, las decisiones no serán ajenas a la controversia política sobre qué sectores se deben priorizar en la recuperación y en dónde se deben concentrar los esfuerzos del gobierno y las inversiones en infraestructura, política social y servicios públicos.
Ante este panorama se requieren más acciones y menos discurso. Más debate y análisis de los problemas y las causas que los originan y, sobre todo, responsabilidad para cumplir los acuerdos y no hacer promesas que no pueden cumplir.
El éxito o fracaso dependerá de la habilidad de los gobiernos locales, y no los nacionales, para generar confianza entre sector público, privado y ciudadanos; de su capacidad de comunicación para reducir la incertidumbre en estos momentos y de su equilibro político para apoyar a los sectores estratégicos que soportan su fuerza laboral, habilidades que pocos alcaldes tienen y que muchos políticos carecen.
ÓMAR ORÓSTEGUI
FUTUROS URBANOS
En Twitter: @OmarOrostegui