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Bogotá

Ciudades más flexibles, la lección que debería quedarnos del covid-19

Las ciudades españolas aprovecharon el modelo de terrazas para recuperar la actividad al aire libre después de la pandemia. Aquí, Barcelona.

Las ciudades españolas aprovecharon el modelo de terrazas para recuperar la actividad al aire libre después de la pandemia. Aquí, Barcelona.

Foto:Getty Images

Martha Thorne, directora del Pritzker de arquitectura, dice que el futuro está lo multifuncional.

El futuro de las ciudades en un escenario poscovid-19 es algo que ya se debería estar barajando. Aunque la pandemia sigue latente, y con bastante fuerza en América Latina, el progresivo desconfinamiento llama a no volver a la ‘normalidad’.
Ciudades europeas ya aprovechan el lento despertar para impulsar los programas de supermanzanas en los barrios, pensar vidas sin largos trayectos e incluso desplazar cada vez más la movilidad motorizada individual para llenar las calles de bicicletas.
Todo esto está en la mira de Martha Thorne, arquitecta y planificadora urbana estadounidense, decana del IE School of Architecture y directora del Premio Pritzker. Este galardón, conocido como el Nobel de la arquitectura, se entrega cada año a un arquitecto de cualquier país como reconocimiento a su obra. Thorne, desde que asumió la dirección en 2005, ha procurado que en la elección se contemple tanto lo estético como la conexión del arquitecto con la ciudad cotidiana.
Thorne tiene interés por los conceptos de ciudades habitables y de cómo estos espacios se adaptan a las crisis del mundo. En entrevista con EL TIEMPO, la arquitecta habló de eso, de cómo las ciudades deben asumir no solo el covid-19, sino los retos que la pandemia eclipsó y hoy vuelven a sonar.
Martha Thorne, Directora ejecutiva del Premio Pritzker

Martha Thorne, Directora ejecutiva del Premio Pritzker

Foto:Cortesía

Desde su experiencia, ¿cómo podrán las ciudades cambiar después de enfrentar el virus?

Hay distintos escenarios. El primero es que no cambie nada, el segundo es que reaccionen en una posición defensiva y basada en el miedo, pensando en que haya más pandemias, pero hay un tercer escenario que consiste en ver qué funciona hoy, cómo actuó la urbe frente al covid-19 y qué se debe promover.
Este último escenario nos permite ver que la gente usa la ciudad de distintas maneras. En Madrid vimos que la calle y el espacio público ha servido para que la gente salga y haga ejercicio y luego son convertidas en terrazas al aire libre donde la gente almuerza al medio día o se toma algo en la tarde. Un mismo espacio se usó para varias cosas y por más horas en el día. Eso fue muy positivo. Incluso si el covid desaparece, no sería genial si tuviéramos más flexibilidad al usar la ciudad? ¿no sería genial que no tuviéramos que salir a trabajar a las 9 a. m. siempre.? Sería bueno tener más opciones. Que la cuadra o el local no sean solo eso, sino un telón de fondo para hacer distintas actividades.
Las cosas pueden cambiar durante el día. ¿Eso qué significa para el urbanismo? Significa que la rígida forma como planeamos funciones y usos de la ciudad tiene que ser mucho más flexible. La idea de antes de decir esa es un área comercial, esta una residencial y aquella una industrial... nos dimos cuenta que no tiene mucho sentido. Creo que tenemos que poner mucho más énfasis en nuestros barrios, para que la gente se sienta segura allí y puede suplir de manera cercana sus necesidades de trabajo, alimentación, entretenimiento, espacios abiertos, todo en unas mismas cuadras sin tener que viajar grandes distancias.

Entonces, el futuro serían las llamadas ciudades de los 15 minutos...

Eso espero. Por supuesto, no podemos cambiar ciudades enteras. Bogotá, por ejemplo, es inmensa, así que podemos darle prioridad a mejorar los barrios.

En su trabajo, usted habla de dar importancia al espacio público...

Debe haber balance entre la protección de nuestra salud, la búsqueda del bienestar y el sentimiento de ser parte de una comunidad. La primera fase del covid-19 nos mostró que teníamos miedo de estar con la gente y un terror a dejar la casa. No deberíamos dejar que la situación nos lleve a pensar estar siempre en el hogar para estar fuera de peligro, tenemos que hacer que nuestras ciudades sean seguras y saludables. Si necesitamos distancia social, necesitamos más espacio público.

¿Cómo se podría mejorar?

Durante la pandemia podemos hacer medidas intensivas. Por ejemplo, si tenemos un parque de barrio y tiene un cierto tamaño deberíamos tener un contador a la entrada, como ocurre en los parqueaderos, para controlar el aforo. También se puede pensar en superficies en materiales que sean más resistentes a gérmenes.
Y por supuesto cuando estamos diseñando espacio público tenemos que pensar en el mantenimiento. Usualmente en arquitectura hay mucho énfasis en la construcción como un objeto: importa que sea diseño y que esté lindo para la foto de inauguración. Pero habría que pensar más en mantenimiento y en sostenibilidad: construir para el ambiente.
El covid nos hizo analizar las cosas más ampliamente. Un parque no solo debe ser lindo o funcional, hay que pensar la obra para que sea de fácil mantenimiento, que sea segura sanitariamente y cómoda.

No deberíamos dejar que la situación nos lleve a pensar estar siempre en el hogar para estar fuera de peligro, tenemos que hacer que nuestras ciudades sean seguras y saludables

También hay que mirar hacia adentro. Parece que el covid-19 nos dio lecciones sobre vivienda: tamaño y calidad. ¿Qué debería cambiar en las casas y los apartamentos del futuro?

Exactamente, ese es uno de los principales objetivos de cambio. Mi esperanza es que los desarrolladores piensen más en espacios habitables.
Pero el futuro no son casas más grandes donde todos esperen vivir y trabajar. Yo pensaría más en una vivienda con acceso a distintos espacios fuera de lo privado: un pequeño gimnasio, tiendas en el primer nivel, salas de coworking...
Significa que podrías estar en tu mismo edificio o en un lugar de al lado para trabajar. Sabes quién está ahí y que será un espacio seguro y limpio. Lo que trato de decir es que espero que no resolvamos el problema en una sola dimensión: hacer las casas más grandes y convertirlas en oficinas... no creo que sea la respuesta. Deberíamos mirar soluciones intermedias que impliquen variedad: cercanía, accesibilidad, salud, seguridad. Y de forma no exclusiva en lo privado.

Hay un temor en Bogotá: que la gente quiera buscar casas campestres en la región para huir del covid-19. ¿Qué es mejor: permitir ese crecimiento hacia afuera o apostar por el mejoramiento urbano para que se queden?

Hay que mirar cada ciudad desde su propia realidad. Pienso que hay un potencial en las ciudades ya existentes para hacerse más diversas. Por ejemplo, cuando miramos la densidad de una ciudad nos preocupamos, pero es densa en ciertos lugares en ciertos momentos del día. Si hubiese flexibilidad y pudiéramos integrar todo un poco más, se trataría la densidad mejorando el uso de los espacios en el día y la noche. Hay un gran potencial para hacerlas más habitables.
Creo que estaría muy preocupada si la gente dejara la ciudad y construyera una segunda residencia como una idea de ‘si hay una pandemia, puedo escapar a mi casa de campo, donde tengo espacio’, porque sabemos que solo es una opción para una pequeña parte de la población. Eso incrementaría la desigualdad y eso tampoco contribuiría a la sostenibilidad.
Pero, de otro lado, tenemos un fenómeno aquí en España. Le decimos la ‘España vacía’, y es que hay pueblos en los que la gente joven migró hacia ciudades más grandes. Y los pequeños pueblos están muriendo. Pensaría que en ciertos casos y países, estos pueblos podrían convertirse en una nueva base económica, con gente que viva y trabaje allí.

Cualesquiera que sean los pasos que demos ahora, no deberían ser a corto plazo, sino tener sentido para todo. Hay que resolver el covid-19 y mucho más

¿Qué referentes hay de buenos cambios?

Hay experiencias interesantes como el caso de Medellín, que utilizó distintos métodos de transporte, cultura, políticas sociales, iniciativas públicas y privadas para cambiar la ciudad. Fue un programa integrado, como en el caso de Bilbao, que trabajó desde el puerto, hizo un buen transporte y dio más oportunidades de vivienda, cultura y turismo al recuperar el río.
Lo que tienen en común estas iniciativas es que resuelven varios problemas de una vez.
Con el covid-19, la pregunta no se debe limitar a cómo la ciudad resuelve el virus, sino qué métodos nos ayudan a enfrentar el impacto de la pandemia en las ciudades al tiempo que nos ponen a mirar los objetivos de las ciudades del futuro. Esos objetivos nos hablan de sostenibilidad (calidad del aire, salud respiratoria, menos ruido), igualdad y posibilidad de elegir. Cualesquiera que sean los pasos que demos ahora, no deberían ser a corto plazo, sino tener sentido para todo. Hay que resolver el covid-19 y mucho más.

¿Y todo esto lo tendrán en cuenta los próximos Pritzker?

Esto es una opinión muy personal. Creo que el jurado del Pritzker estará hablando de coy en la arquitectura, ellos siempre tratan el contexto. Cuando se sientan a deliberar abordan tanto los grandes temas como el perfil individual de las construcciones y sus arquitectos. Es natural que hablemos de la pandemia. El premio tiene como objetivos la excelencia a través de la arquitectura y cómo esta se pone al servicio de la comunidad. No sé cómo interpretará el jurado la pandemia, lo veremos con la decisión de 2021.

Bogotá está aplicando el concepto de flexibilidad

Para la reactivación de restaurantes en la capital colombiana, la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico y el Instituto Distrital de Turismo (IDT) lanzaron el piloto ‘Bogotá cielos abiertos’. Llama la atención que la estrategia coincida con la práctica de terrazas en Europa y la flexibilidad en uso de espacios a la que se refiere Thorne.
“Ahora el espacio exterior es nuestro mejor aliado. Esta es una oportunidad de cuidar la vida, disfrutar de la gastronomía y, a la vez, generar ingresos a las empresas. Será un piloto que llegará para quedarse si contamos con la responsabilidad y el compromiso de todos”, explica Karol Fajardo, directora del IDT. El piloto se hará entre el 6 y el 9 de agosto, y funcionará con restaurantes en andenes, terrazas, plazoletas, antejardines y parqueaderos. Además, operará en las localidades de Chapinero, Santa Fe, La Candelaria, Usaquén, Tunjuelito, Teusaquillo y Barrios Unidos. La estadía de los comensales en los puntos será de máximo dos horas.

Para seguir leyendo: 

ANA PUENTES
En Twitter: @soypuentes
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