Escondido detrás de una de las montañas de los cerros orientales, en el centro de la ciudad, está el barrio El Consuelo. En la entrada, hay un mural de una mujer a la que le dicen Pocahontas. Sus habitantes dicen que es una imagen que hace honor a los feminicidios que han ocurrido por cuatro décadas en el barrio y contrasta con las coloridas fachadas que hoy caracterizan la zona.
No recuerdan cuántos son, pero saben que marcaron la historia del barrio, y eso es lo que relatan en los recorridos que la misma comunidad definió, con seis paradas, para exponer la maratónica labor que resultó pintar cientos de fachadas en El Consuelo. En cada punto se cuenta la anécdota de uno de los residentes.
Así lo señala Stella Cante, una de las líderes del barrio ubicado cerca de Los Laches, quien en un recorrido que nos hizo por la zona, destacó cómo, luego de casi cuatro décadas de vida en este territorio, no conocía algunas calles.
“Yo a duras penas saludaba a mi vecina y como tengo una escuela de danza para niños en el barrio, me hablaba con las mamás de ellos y ya. El día que salimos a pintar el macromural fue una experiencia en la que no puedo explicar la felicidad que sentí. Todos, desde los más pequeños a los más grandes, salimos a la calle y empezamos a saludarnos, a recorrer cuadras que no conocíamos para ver cómo habían quedado las fachadas y a descubrir zonas del barrio que en mi vida había visto”, explicó.
El Consuelo hizo parte de uno de los tres sectores en donde se pintaron los macromurales, en medio del programa Habitarte de la Secretaría de Hábitat y la fundación Orbis (de Pintuco), que opera desde septiembre del año pasado. Los otros sectores fueron Buenavista (en Usaquén), que está en proceso de finalización, y el barrio Puentes (en la localidad Rafael Uribe). En otros 33 barrios también se realizó la pintura de fachadas.

Macromurales hechos en barrios marginados de la ciudad.
Programa Habitarte
Todas las zonas intervenidas tienen la característica de haber sido, décadas atrás, ocupaciones ilegales. Las primeras ‘casas’ eran cambuches de tela asfáltica, material resistente a la lluvia, y no contaban con servicios. Hace cuatro o cinco décadas comenzaron su urbanización, y hoy ya cuentan con servicios públicos y son reconocidos por el Distrito.
“Mi papá, Manuel Cante, fue uno de los primeros habitantes del barrio El Consuelo. Me contó que le decían así porque como muchos venían del campo, desplazados o a buscar trabajo, esta zona aún tenía verde, riachuelos, y eso les recordaba a su hogar. Era, literalmente, su consuelo entre tanta angustia”, recordó Stella.
Los tres domingos en los que Manuel vio que las familias salieron a recibir la pintura para comenzar a montar el macromural, dijo que hace 45 años no veía a la comunidad del barrio unida. La última vez fue cuando tuvieron que construir un muro de contención artesanal, para evitar que la zona de los cerros se les viniera encima.
Pero esta no fue la única anécdota. Pegado a El Consuelo, pero en la parte alta de la montaña, está el barrio San Dionisio. Estos dos barrios no dialogaban para nada, pues los separa la carrera 11 A este, que es la avenida principal por donde pasan los buses. Hoy son un mismo territorio, y el recorrido turístico que armó la comunidad incluye dos de las seis paradas en su territorio.

Macromurales hechos en barrios marginados de la ciudad.
Programa Habitarte
"Como además de la pintura recibimos capacitaciones de manipulación de alimentos, un grupo de personas cocinamos y realizamos una especie de bazar los días de la intervención y eso unió más a la comunidad, sin importar si eran de San Dionisio o de El Consuelo”, relató Felipe Barón, de 17 años, a quien además de esto se le dictó un curso de belleza y se le abrieron las puertas para estudiar danza aérea.
Heidy Cárdenas, por su parte, es una joven de 19 años, a quien una meningitis la obligó este año a aplazar sus estudios en Trabajo Social, para recuperarse.
“Construir el macromural, ver a la gente unida, asistir a las reuniones, decidir con mis vecinos qué colores queríamos y demás, me ayudó en mi recuperación, porque me la pasaba encerrada. Esta fue mi terapia”, señaló la joven.
El día que salimos a pintar el macromural fue una experiencia en la que no puedo explicar la felicidad que sentí.
Miguel Ayala, director ejecutivo de la Fundación Orbis, señaló que Habitarte no solo llega a los barrios para pintar las fachadas. “Hay todo un proceso de transformación detrás de esta actividad. Los lazos de las comunidades vuelven a unirse, y brindamos capacitaciones laborales para darles otras oportunidades a sus habitantes. Manejamos cursos de estética, estuco, pintura y de alturas”, indicó.
Poner de acuerdo a las comunidades no es fácil, señaló Ayala, pues para un macromural “hay que hacer una intervención social, técnica y artística de tres meses y medio, y para pintar las fachadas de un barrio, dos meses”.
Afirmó que el objetivo se ha logrado gracias al equipo de profesionales sociales que tienen y que se dedican, durante la intervención, a acercarse a la comunidad, a explicarles en qué consiste, y a golpear las puertas de los habitantes de los barrios todos los días, para que se unan al proyecto.
La Secretaría de Hábitat, que lidera este proyecto de la mano de la Alcaldía de Bogotá, invirtió este año $ 18.000 millones para llenar los barrios marginados de color, y para el siguiente la destinación de recursos será por el orden de los $ 14.000 millones.
La labor es maratónica, si se tiene en cuenta que además del trabajo comunitario, el proyecto requiere altos volúmenes de pintura. Por ejemplo, para pintar un apartamento de 70 metros cuadrados se requieren, en promedio, 5 galones de pintura, y para las intervenciones en los barrios, unos 105.000 galones. Esto es igual a pintar 21.000 apartamentos en su interior.

Estos macromurales hacen parte de la estrategia Habitarte, liderada por la Alcaldía.
Cortesía: Habitarte
Hace 35 años, cuando Temilde Chocontrá solo tenía 9, ella y su familia llegaron a vivir al barrio Buenavista (Usaquén). Su hogar era un pequeño cambuche hecho de tela asfáltica “en donde a duras pena cabía la cama en la que dormíamos con mis 4 hermanos”, recuerda la mujer.
La improvisada vivienda se ubicaba sobre los cerros orientales. El agua que usaban para lavar la ropa, la sacaban de una de quebrada de la calle 175 con 7.ª, y poco a poco fueron llegando otras familias, con quienes forjaron relaciones de vecindad.
El panorama cambió desde la década de los 80, dice ella, pues comenzaron a llegar muchas familias, y el sector vivió una urbanización acelerada, lo que quebró sus lazos sociales. “Como ya eran tantas personas, empezaron a presentarse problemas de peleas, drogadicción, robos y demás. La gente dejó de hablarse con los vecinos y eran pocos los que se conocían. En 1992 nos legalizaron el barrio”, anotó Temilde.
En agosto, la contactaron para que conversara con sus vecinos, sobre la intención de realizar el proyecto Habitarte allí. “La gente estaba reacia, porque comenzó a correr el chisme de que nos querían sacar de acá, para hacer viviendas estrato 6. Fue difícil convencerlos, pero luego mucha gente comenzó a venir a las charlas”.
A principios de septiembre comenzó con la intervención de las fachadas de las casas de Buenavista sector 1 y 2, y el domingo pasado se realizó un recorrido por el macromural que se preparó allí, en donde uno de los muros tiene la imagen de la mujer, en honor al rol que han cumplido en su comunidad.
“Con la comunidad comenzamos a discutir qué se debería pintar, y cuando se decidió que sería una mujer se propuso que fuera una cargando agua, porque a muchos de aquí nos recordó las épocas en que tocaba ir a las quebradas a traer en baldes o cuando tocaba subir la montaña para llegar a unos tanques en los que se reunía agua potable para la cocina, y queremos que ese recuerdo, que para nosotros es duro, perdure”, señaló la líder del barrio, y agregó que “una de las grandes ganancias que tuvimos fue dispersar el consumo de drogas de una plazoleta que hay en el barrio.
Como allá se pintaron murales, la gente cada nada va a mirarlos y entonces los pelados que andan en malos pasos se van”.
MICHAEL CRUZ ROA
miccru@eltiempo.com
Twitter: @M_CruzRoa
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