El suelo del auditorio Fabio Lozano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano está vibrando a causa de la fuerza de un grupo de mujeres. Ninguna está haciendo algún esfuerzo físico para sacudir el piso de madera, solo están sentadas tras sus instrumentos tocando la Obertura No. 1 en Mi menor de la compositora francesa del siglo XIX Louise Farrenc.
Lo que hace vibrar el auditorio y el pecho de quienes las escuchan es la prueba de sonido que se hace antes de cada concierto de la Orquesta Filarmónica de Mujeres, la primera en Colombia.
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Frente a las músicas se para otra mujer, de 29 años y cabello café. No tiene instrumento alguno en la mano, solo una batuta de metal que mueve con precisión y a pesar de que no está hablando todas las músicas la miran de manera constante. Es Paola Ávila, la directora de esta orquesta.
La Orquesta Filarmónica de Mujeres forma parte de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y nació como un espacio para que las mujeres músicas sean protagonistas: no solo aquellas que forman parte de esta agrupación, sino todas las mujeres intérpretes, compositoras y directoras que a lo largo de la historia han sido dejadas en el olvido.
Ávila dice que además de ser una agrupación musical, son una afirmación y declaración frentera. “El símbolo de tener un escenario lleno de mujeres interpretando, dirigiendo o siendo interpretadas es un mensaje clarísimo para las futuras generaciones. Qué distinto es que una niña pueda crecer viendo mujeres en el escenario con todos los instrumentos y que desde pequeña tenga visualmente la idea de que sí puede hacerlo”.

Son 45 mujeres de todas partes del país
Daniela García. El Tiempo
Entre los arcos de los violines se alcanza a ver el rostro concentrado de la directora, que mira fijamente las partituras y de vez en cuando levanta la vista cuando algo no suena bien. Es capaz de diferenciar el sonido del conjunto musical compuesto por 45 mujeres.
La convocatoria se hizo de manera pública a través de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y contó con la participación de artistas especializados en cada grupo de instrumentos. Paola también acompañó de manera personal el proceso completo. Se presentaron 170 mujeres de todas partes del país y para asegurar la imparcialidad de los jurados, las intérpretes tocaron las piezas detrás de un telón cerrado.
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Cuando habla del proceso de selección, Paola o ‘La maestra’ –como le dicen algunos– no puede evitar sonreír, “se siente como un fresquito al saber que fue una convocatoria tan transparente para todos. Sería muy injusto sacar una convocatoria con un límite de edad cuando las generaciones anteriores son las que menos han tenido oportunidades como estas”.
Fueron el talento y la destreza con el instrumento lo único que importó para seleccionar a las integrantes. Ni el año o lugar de nacimiento, ni la experiencia académica tuvieron lugar mientras se conformaba la Orquesta Filarmónica de Mujeres. La imponente Quinta sinfonía de Beethoven llena el espacio del auditorio, la maestra infla las mejillas, frunce el ceño y gesticula con fuerza y vitalidad. De cuando en cuando se escuchan las inspiraciones fuertes que hace mientras dirige y se la ve moviendo los labios constantemente.
Todas las mujeres actúan como una; las voces de los instrumentos se mezclan y producen el sonido de una de las composiciones musicales más famosas de la historia.
Sin embargo, hay una cosa en la que estas artistas no responden al unísono: ¿Hay diferencia con una orquesta femenina y una clásicamente constituida? Paola y Daniela Lupán dicen que musicalmente no hay nada distinto, que si el público cerrase los ojos, no escucharán a una Orquesta Filarmónica de Mujeres, sino a una Orquesta Filarmónica de muy alto nivel. Íngrid Cardozo, por el contrario, afirma que sí hay diferencia, porque hay una sensación diferente en el ambiente.
Sara Álvarez considera que no sabe si es porque son solo mujeres, pero la familiaridad que se siente en el ambiente es particular.
Paola dice que además de ser un conjunto son una acción para lograr que algún día una Orquesta Filarmónia de Mujeres ya no sea causa de noticia: “Esta iniciativa es para llegar al punto de equilibrio mucho más rápido y llegar al momento en donde ya no necesita haber una orquesta de mujeres”.
Ha terminado la prueba de sonido. Se acercan las 7 p. m. y el verdadero espectáculo está por comenzar.

Paola Ávila
Kike Barona. OFB
'La maestra'
Tiene 29 años. A veces se sonroja levemente con los aplausos del público, pero cuando tiene la batuta en la mano exuda seguridad.
Empezó en la música cuando a los 8 años empezó a tocar violín. Se graduó como directora de orquesta y coros en la Fundación Universitaria Juan N. Corpas y a los 21 años ya estaba dirigiendo su primer conjunto.
Fue haciendo su maestría en Baltimore (Estados Unidos) cuando conoció a Marin Alsop, su profesora y primer referente de liderazgo femenino.
Alsop fue la primera mujer en Estados Unidos en dirigir la Orquesta Sinfónica de Baltimore.

Sara Álvarez
Daniela García. El Tiempo
'La más joven'
Tiene 18 años de vida y de esos 14, como música.
A los 4 años la metieron en el programa de formación permanente de la Universidad Nacional con el método Suzuki, en el que la familia hace parte primordial del aprendizaje musical de los niños entre 2 y 14 años. Ahora se encuentra en el quinto semestre de música en la misma universidad.
“Para mí es una gran alegría ser parte de una orquesta donde hay tantas mujeres tan talentosas. He aprendido mucho, estoy muy agradecida”.

Ingrid Cardozo
Daniela García. El Tiempo
'La concertina'
Tiene 33 años y es la primera vez en la vida que ocupa el lugar de concertina o violín principal de una orquesta. Siendo niña escogió su instrumento y desde los 6 años se soñó haciendo parte de una orquesta.
Al igual que Sara, comenzó con el método Suzuki de la Universidad Nacional y luego hizo un pregrado en música. “Soy muy feliz. Es muy emocionante llegar al trabajo y sonreírte con todas, ver en sus rostros esta emoción de estar creando esto tan gigante”.
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Daniela Lupán
Richard León. El Tiempo
'Desde lejos'
Tiene 25 años, pero ya hizo dos carreras: licenciatura en música y violín. Ella, a diferencia de Sara e Ingrid, no hizo parte del programa Suzuki, porque no fue hasta el 2019 cuando vino a vivir a Bogotá.
Nació en Popayán y empezó a tocar violín a los 8 años y ya a los 10 estaba en los escenarios. Formó parte de la agrupación Caucamerata, de Popayán y luego pasó a la Filarmónica de Cámara de Bogotá.
“Voy a poder contar que soy de las que dio inicio a las orquestas de mujeres”.
María Paz Arbaléz Patiño
Escuela de periodismo multimedia de El Tiempo
REDACCIÓN BOGOTÁ
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