José es un bachiller de 19 años que administra una pequeña tienda en el barrio Simón Bolívar, en la localidad de Barrios Unidos. El negocio se llama Supertienda Los Naranjos, que funciona en un pequeño local cuyo frente no excede los cinco metros y que a la entrada tiene colgadas en una especie de reja pequeñas bolsas con tomates y papas a 1.000 y plátanos a 2.300 pesos.
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El joven señaló que en los tres años que lleva al frente del negocio no había visto las alzas que están sufriendo ahora los productos de la canasta familiar. “No han sido paulatinas, sino de un sopetón. Todo ha subido 100, 200 o 300 pesos. Así el dinero no alcanza”, aseguró.
En ese momento un cliente entra por el estrecho callejón que hay entre una vitrina contra la pared y el mostrador. Solo preguntó por 1.000 pesos de cilantro. No llevó nada más. Mientras está pagando, el hombre, de unos 45 años, se percata de lo que el tendero comenta y decide interrumpirlo: “Todo ha subido por encima del (salario) mínimo, fue un error que le hubieran incrementado, sigan votando”, dijo mientras pasa una moneda y luego sale refunfuñando.
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“Bastantes se ponen bravos, pero no pasan de ahí. La gente es comprensiva”, aseguró José como intentado justificar el comentario del cliente que acaba de irse. Pero preciso en ese momento llega una mujer de unos 60 años hasta el andén y pregunta: “¿A cómo tiene la libra de plátano?”.
-“A 2.300”, le respondió el joven bachiller.
-“Es absurdo, si es un producto colombiano, de la tierra -señaló la mujer visiblemente ofuscada-. Si yo compraba a 1.300 pesos y hasta me daban tres plátanos a 1.000”. La mujer se refiere a plátanos tipo pica (los más pequeños y que en épocas de alta oferta se pueden perder en los cultivos porque no los compran), no de segunda o de primera o extra, como los que se consiguen en supermercados.
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La dama, que dijo llamarse Ana, dio la vuelta y tras alejarse unos pasos, no aguantó y regresó: “Que porque le subieron al mínimo, ahora le suben a todo. Yo pago la pensión, arriendo y el bono de salud”, se quejó indignada como culpando al joven de los incrementos en los precios.
“Es un absurdo –insistió-. Ahora no puedo comer. Un plátano para una familia de 3 o 4 personas ya vale 4.000”, afirmó Ana, quien no contenta agregó: “Vengo de preguntar en tres partes diferentes y me piden a 1.650, 1.950 y 2.200 pesos. ¿Cómo es eso? Ya no se puede comprar nada”, y reclamó porque la papa había estado hace poco a 1.350 pesos la libra y ahora se encuentra a 1.800 (aunque días antes llegó a estar en 2.000 pesos).
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Central de abastos Corabastos, en Bogotá.
Mauricio Moreno.El Tiempo
Hace menos de seis meses, este apetecido tubérculo se podía comprar incluso a 20.000 pesos el bulto de cinco arrobas (125 libras) y lo vendían los mismos productores en camiones a orillas de las vías, porque había abundancia y los intermediarios y grandes comerciantes no estaban comprando o no les pagaban lo que costaba recoger el producto de los cultivos.
Un poco apenado por la situación, José dijo que comprende a los clientes, pero que él no puede hacer nada. “Como trabajador, pienso cómo se puede hacer para dar las cosas más económicas, no se puede, no alcanza. Todo ha subido 100, 200 o 300 pesos por encima”, aseguró, mientras le pone las etiquetas de precios a las bolsas de kilo de azúcar.
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No desconoce que todo está muy caro, más que nunca antes. Cita como ejemplo que la papa estuvo el año pasado a 700 y 800 la libra, pero ahora no la puede vender a menos de 1.800 (más del doble); igual pasa con el limón, la naranja, el tomate, la habichuela, la arveja… y hasta los huevos, que no se bajan de 500 pesos la unidad del tipo doble A, cuando estaban a 300 o 350 pesos. “Y ya la cubeta no viene toda pareja, hay unos más pequeños”, advirtió el muchacho.
- “¿A cómo está el limón?”, preguntó otra clienta que ingresó a la tienda mientras otra mujer que la acompañaba se quedó a la entrada con una niña.
- “A 2.000 la libra”, respondió el tendero bachiller.
La mujer replicó con un sonoro “ufff”, mientras mira sorprendida al joven. La dama continuó su camino hasta el fondo de la tienda y luego regresó hasta el mostrador con tres limones y una cebolla cabezona en una bolsa.
Mientras el tendero le pesaba dos trozos de yuca, la mujer preguntó: “¿Qué es lo que está barato?”, y luego ella misma respondió: “¡Nada!”.
En el mismo sector se encuentra Surtidepósito de la 65, otra pequeña tienda que es atendida por el profesor Alejandro Valbuena, quien le ayuda a su hermana con la administración del negocio. Para Valbuena, si bien las personas pueden tener razón en quejarse por las alzas, no es mucho lo que los tenderos pueden hacer. “Uno, como tendero, no puede comprar a 500 pesos para vender a 500 pesos”.
Por el contrario. Según el docente, las ventas han caído un 20 por ciento y porque la gente ha dejado de comprar o está supliendo los artículos más caros por otros más económicos, o ha recurrido a las tiendas de cadena, que tienen más opciones de manejar los costos y, por tanto, los precios.
Valbuena explicó que la causa de los incrementos son el IVA del 19 por ciento –que se suspendió por la pandemia y se restableció en este 2022–, el IPC y la devaluación del peso, lo que afecta las importaciones de ciertos productos.
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Un ejemplo para él de los incrementos son los jabones y productos de aseo, que, en general, tuvieron este año un aumento del 19 por ciento por cuenta del restablecimiento del IVA. Pero, igualmente, se han registrado alzas considerables en los granos, en especial en la arveja seca, el garbanzo y la lenteja, productos que son traídos desde Estados Unidos, México y Canadá, y que dependen de la cotización de la divisa, pero, además, del IVA.
Un caso de elevado incremento es la lenteja, que, según el docente, pasó de 2.500 pesos la libra a 3.200 o 3.300. El arroz es también otro ejemplo. En pandemia, el bulto de 125 libras llegó a estar en 170.000 o 180.000 pesos para los tenderos, pero luego bajó a 100.000 y ahora se encuentra entre 125.000 y 130.000.

La reforma plantea monotributo para tiendas y peluquerías con locales de menos de 50 metros cuadrados.
Abel Cárdenas / EL TIEMPO
“Los afectados con todas estas alzas son las familias, y detrás de ellas hay personas, chicos y jóvenes que, como yo, estudiamos con lo que produce la tienda”, advirtió este profesor y tendero.
A un poco más de una cuadra y media de esta tienda se encuentra Carnes San Miguel La 77, un negocio que es atendido por Daniel Guarnizo, un joven de 22 años que dijo ser de Ibagué y que desde hace dos años y medio le administra la distribuidora a un hermano.
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“La gente se queja bastante, pero cuando prueba el producto que lleva, después vuelve”, afirmó Daniel, quien, no obstante, reconoció que al ser la carne y el pollo productos esenciales de la canasta familiar, las personas lo siguen llevando, aunque algunas familias han reducido su consumo. Esos dos productos son los que más rotación tienen en este expendio de carnes, aunque también la menudencia (a 1.000 pesos) y los huevos (a 15.000 pesos la cubeta de 30).
Los afectados con todas estas alzas son las familias, y detrás de ellas hay personas, chicos y jóvenes que, como yo, estudiamos con lo que produce la tienda
Daniel contó que un efecto de los altos precios es que cada vez son más las personas que ya no piden una libra de carne o de pechuga, sino 6.000 o 7.000 (pesos) de carne, o incluso, ya no llevan 2 o 3 libras sino una, o no prefieren la cadera, que vale 12.500 pesos la libra, sino la milanesa, que cuesta 10.500.
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“La gente ha bajado el consumo, pero sigue comprando carne y pollo”, aseguró el joven administrador, quien explicó que la carne ha subido porque el ganado y, sobre todo, el mejor ganado que se produce en el país lo están exportando a otros países. El cerdo, otro producto demandado por los bogotanos y que igual que el pollo también se importan grandes volúmenes, se ha mantenido relativamente estable. En un año pasó de 9.000 a 10.500 pesos la libra.
Por el contrario, el pollo es más barato. La libra de pierna pernil vale 4.000 pesos y si es con espinazo a 3.500. Aunque la excepción es la pechuga, que sí se ha encarecido “muchísimo”, está a 7.500 pesos. “No entiendo por qué vale más si es del mismo pollo”, se cuestionó el joven vendedor.
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Definitivamente, muchos productos de la canasta familiar están más caros hoy que hace unos meses y esas alzas, por supuesto, no pasan inadvertidas por los clientes, quienes, a pesar de que reclaman y hasta se ofuscan, no tienen otra opción que comprar productos sustitutos o de menos calidad o buscar donde les venden más barato.
GUILLERMO REINOSO
Editor de Redacción Bogotá
EL TIEMPO
En Twitter: @guirei24