El camión era para transportar alimentos y, de algún modo, sigue haciéndolo. Alimento para el alma, para la imaginación, para los sueños: libros. Las latas laterales fueron retiradas. El costado izquierdo es un ventanal, con vista a El viejo y el mar. El derecho, se abre hacia arriba, como una reja. Unos 1.600 libros están en dos estanterías de seis pisos cada una. Es una librería en un furgón Hyundai blanco, y todo lo que le queda a Ómar Castellanos.
Él es un hombre de unos 165 centímetros. De cabello a blanco y negro. Es de Cabrera, Cundinamarca. Describe su pueblo, en la región del Sumapaz, como un hermoso municipio que está estigmatizado. Las Farc lo convirtieron en zona roja. Huyó de la violencia, no alcanzó a terminar el colegio y llegó a Bogotá con el deseo de salir adelante.
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“Me vine de Cabrera a buscar oportunidades en esta ciudad, en un pueblito no se tiene nada que hacer, allá era vivir de la agricultura, pero el clima, los precios de los productos, todo es muy difícil. Hacen falta las oportunidades, la mayoría que llegamos a esta ciudad llegamos a trabajar; en este país no se vive bien, se sobrevive”, cuenta mientras organiza algunos títulos en su librería móvil, que hoy tiene parqueada en la calle 138 con carrera 54D, en Colina Campestre, en Suba.
Empezó sin nada. Un día le dieron algunos libros y alguien se los compró. Le pareció buen negocio y empezó a buscar más para venderlos por ahí. Vendió en la calle, en la 7.ª con 22, principalmente, aunque recorría todo el centro. Cuando la policía no lo molestaba, y lo dejaban trabajar, le iba mejor. Cuenta que ese negocio se empezó a dañar porque hace 25 años llegó mucha gente a hacer lo mismo. Era una época en la que no estaba el boom de los celulares y la tecnología, y la gente solía entretenerse más entre las páginas de alguna novela o cuento que en las redes sociales.
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En medio de esto conoció a la mujer que se convirtió en su esposa, y tras varios años de ahorrar y de muchos sacrificios, logró pasar de los andenes a un local, en el mismo lugar de la carrera 7.ª.
Consiguieron el primer arriendo, y de a poco fueron sumando libros. Era un buen sector, la presencia de varias universidades los hizo florecer económicamente, hasta que una obra de infraestructura los arruinó.

En este camión librería hay al menos 2.500 títulos, con los que Ómar Castellanos recorre Bogotá y algunos pueblos cercanos.
Óscar Murillo Mojica
“Tuve una librería propia, pegada al teatro Jorge Eliécer Gaitán. Se llamaba librería OM, iniciamos allá, nos iba bien, pero con el tiempo bajaron las ventas y en la 7.ª se realizó una obra, la famosa peatonalización, que, como todas las obras en Colombia, duran 10 o 15 años. Nosotros pagando arriendo, servicios, administración, y con una polisombra al frente, duró siete años así, y todavía no la han terminado”, lamenta Ómar.
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Esta intervención se hizo en dos fases. Una inicial, entre el 2013 y el 2015. Aunque se planeó para 10 meses, tardó 16. La segunda etapa fue entre la calle 7.ª y la 26. El cronograma indicaba que tardaría 24 meses, pero se demoraron 51 meses y 26 días.
Las ventas se desplomaron. Las deudas crecieron. La relación con su esposa, de tantos problemas, se fue deteriorando, lo que terminó por generar el divorcio. Esto pasó hace cuatro años.
La librería OM hoy es un café internet, un local de venta de tecnología, con pocos libros. Ómar le vendió su parte a su expareja, y estaba desenfocado, sin saber a qué dedicarse, con un hijo de 12 años al que sacar adelante. No sabía qué hacer con el dinero que le quedó.
Quería un local, pero no tenía la plata suficiente para un arriendo, que está entre 4 y 5 millones de pesos. Buscó inspiración en los camiones de comida rápida y recordó la experiencia de un amigo librero, mexicano, que le había hablado años atrás de la idea de llevarle los libros a la gente a sus barrios, a sus casas. La pandemia se convirtió en una nueva oportunidad, ya que los lectores reciben sus libros en sus residencias.
“Compré este camión de transporte de alimentos, le acondicioné los laterales para que sea una vitrina de exhibición. La idea es que las personas vean y lean; le mandé a poner un traslúcido, entonces eso ayuda mucho, las personas pasan y se quedan mirando. Próximamente le vamos a poner una publicidad de compra y venta de libros”, dice orgulloso este emprendedor, que aunque reconoce que invade el espacio público, manifiesta que no ha tenido ni un solo problema con algún policía o vecinos en las zonas en las que permanece.
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Se le puede ver en La Colina, en el centro de la ciudad o Chapinero. También va a pueblos cercanos como Chía y Cajicá. Esto era algo que no esperaba para su vida, pero lo acepta con orgullo. Dice que lo hace sentir bien y que le sirve a la gente, principalmente en tiempos de pandemia y aislamiento. Su libro favorito es Cien años de soledad. También le gusta Eduardo Galeano y Paulo Freire. “Escritores que digan la verdad, que no estén acomodados, que le digan la verdad a la sociedad”, reflexiona.
Explica que hoy en día están buscando libros de Mario Mendoza, principalmente los jóvenes. Son historias urbanas, fuertes, que los atraen. Otros están leyendo sobre emprendimientos, sobre negocios; algunos buscan libros de motivación y literatura clásica. Lo interesante, dice Ómar, es que los clientes son en su mayoría personas entre los 15, 20 y 25 años. Además de vender, Ómar cambia. Si algún cliente le compró alguna obra, y ya la leyó, se la recibe como parte de pago para una nueva. También hace encargos y lleva domicilios.
“Trato de comprar obras que roten, porque con el pasar de los años, con el avance de la tecnología, hay obras que nadie las lee. Por ejemplo, en la época que sacaban obras en el Círculo de Lectores, novelas románticas, ya casi no se venden o autores clásicos. Buscan más libros de filosofía, ciencias humanas, sociología, autoayuda, hay libros que se van quedando y los ponemos en promoción, y si no se venden, se llevan a venderlos por kilos”, cuenta.
Mientras ahorra para hacerle mejoras a su camión, por ahora no es solo su lugar de trabajo, también es su medio de transporte. Lo usa para ir a hacer diligencias o resolver asuntos personales. Aunque le gusta ir a varios lugares, el mejor sitio es donde pueda estar parqueado, ahorrando gasolina y evitando trancones. Los que estén interesados en apoyar a este librero móvil, pueden hacerlo comunicándose con él al número celular 3202452669.
REDACCIÓN BOGOTÁ