Breinier Stiven Merchán nunca debió salir solo del CAI. Tuvo que decidir irse a casa luego de que el guía del programa Al Colegio en Bici lo dejó en ese punto de encuentro y no vio a su abuelo llegar.
A pocos metros de donde fue dejado perdió el equilibrio por las malas condiciones de la vía, fue golpeado, arrastrado y terminó muerto debajo de las llantas de un camión conducido por José Sarvita Padilla Fajardo.
Contra el niño de 10 años estuvieron los baches de la carrera 88C con 59 sur en el barrio Bosa La Libertad, que desde el día del accidente fue priorizada para el arreglo vial que se llevará a cabo en el 2018, según dijo a EL TIEMPO la alcaldía local de Bosa, el 22 de septiembre pasado.
En todo este drama también pudo conspirar la ausencia de su abuelo o de cualquier otro familiar en el punto de recogida. Cuando esta familia fue beneficiada por el mismo programa que acoge a más de 6.000 niños en la ciudad, se comprometió con la rectora del Colegio Distrital Orlado Higuita Rojas en ir a “buscar y llevar al niño”, aseguró Diana Vidal, de la subsecretaría de Movilidad, quien no considera que tengan “responsabilidad en el accidente porque el niño fue conducido por una ruta segura hasta el punto de encuentro”.
La muerte de Breinier Stiven parece no tener más responsables directos que el conductor del camión. Sin embargo, los abuelos, Luis Alberto Castiblanco e Isabel Morera, tienen una larga lista de culpables. “Ya nada me repara a mi niño. No era mi hijo, pero al otro día de nacido yo lo recibí en mis brazos”, dice el abuelo.
No puede evitar que las lágrimas le impidan hablar y en cuanto puede culpa al guía, a la rectora del colegio, al conductor del camión, a la alcaldía por ocuparse tan poco de las vías del barrio y a los padres, quienes según Castiblanco no sirven para nada.
Para Isabel, la abuela, Kendry Merchán –su hija y madre de Stiven– tampoco tiene responsabilidad. “La niña fue mamá tan pequeña, con 13 años la embarazaron” y, cuenta que “ella no pudo con el niño, yo lo crié. El papá nunca respondió, eso es verdad, y al comienzo ni siquiera lo reconoció porque el niño fue muy enfermito de los bronquios”.
Kedry Merchán no pudo criar a su hijo, pero es ahora la encargada de hacer pagar a los que la familia señala como responsables. “Yo no estoy tras de la plata”, aclara la abuela, quien ha comenzado a recibir tratamiento psiquiátrico porque no puede lidiar sola con la pérdida, pero “la que está haciendo todas las vueltas es la mamá”.
Se refiere a las demandas legales al colegio y al conductor del camión, y aunque toma distancia entre las decisiones de su hija agrega: “Yo lo crie y tuve la custodia del niño, pero yo no me voy a poner a pelear como mamá e hija, ¿usted me entiende? Ella tenía una póliza y se encargó de todos los gastos, y ahorita tienen que desembolsarle lo suyo, lo que gastó en funeraria y el arreglo con el conductor”. Por esos motivos pasó el poder legal que tenía del niño a manos de los abogados que ya contrató Kendry.
Merchán no quiso hablar con la prensa porque no cree que pueda ser de gran ayuda a sus propósitos, según se disculpó Isabel Morera. “Es que es duro”, dice, y Castiblanco trata de analizar la situación en medio de su dolor. “Él (guía) tenía que marcar, y ya yo alcanzaba a llegar divinamente. Yo no sé si fue que empujaron al niño porque a la cicla no le pasó un rasguño, solo mi bebé”, y explica por qué no estuvo esa tarde a las 6 y media en el CAI: “Vea, yo vivo con un aparato en el estómago, con diálisis, y ese día desgraciadamente me recosté y me paré con pereza y no fui. Y precisamente, vea lo que pasó”.
Pero en el compromiso de responsabilidad que se firma con el colegio no está contemplada la “obligación” del guía de llamar a los acudientes, y “el programa está estructurado de esa manera para todos los niños”, explica la subsecretaria de Movilidad, Diana Vidal, aun cuando los niños sean muy pequeños para conducirse solos entre el tráfico.
“Si (no) es porque la gente se le mandó, no frena”. El abuelo cuenta lo que le dijeron los testigos y no encuentra razón para que el conductor no esté en la cárcel. “Él tiene culpabilidad y tiene que pagar, pero ya nadie me repara a mi pequeñito”, y no sabe con certeza qué ha pasado porque nadie les ha informado.
Stiven cursaba el cuarto año de primaria, quería ser futbolista y soñaba con hacer videos para Youtube, como Fernanfloo, un joven salvadoreño al que sus videos y juegos lo han llevado a tener 16 millones de suscriptores.
Su tío Leandro lo recuerda como su compañero de “jodedera”, “poníamos unas canecas y los palos de la escoba y jugábamos a pasar el balón, y se ofendía si yo le ganaba. No le gustaba perder”.
El abuelo define lo que para ellos será un estado permanente. “Aquí estamos muertos en vida”, dice Castiblanco, mientras esperan una “ayuda” que les han prometido, aunque lo que realmente necesiten sea respuestas, justicia y programas públicos que contemplen todas y cada una de las vulnerabilidades de sus beneficiados.
Al Colegio en Bici nació en el 2013 y se institucionalizó como un programa de la ciudad en el 2014. Cuenta con 219 guías que acompañan a los estudiantes en 92 rutas de 12 localidades.
Más de 6.000 estudiantes de colegios públicos se benefician. Busca garantizar la seguridad de los estudiantes en sus rutas escolares, al tiempo que promueve el uso de la bicicleta como medio alternativo de transporte. Por eso trabajan en conjunto las secretarías de Educación y Movilidad.
MARÍA MATIENZO PUERTO
Especial para EL TIEMPO
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