Cuando Juan Vargas se internó en una chalupa metálica en el humedal Jaboque, ubicado en la localidad de Engativá, nunca se imaginó que captaría con su cámara una de las escenas más bellas de la naturaleza: el nacimiento de un ave.
Con su lente encontró un huevo que reposaba en un nido de ramas de junco californiano y vio cuando de este nació una delicada garza ibis, una de las 30 especies que tienen desde ahora, en este recuperado ecosistema del occidente de la ciudad, una isla de cinco hectáreas para vivir.
Hace 18 meses, las 148 hectáreas del lugar parecían un potrero. Especies vegetales y sedimentos se habían apoderado de la totalidad del espejo de agua, y en esas condiciones ningún ave podía sobrevivir ni procrear con facilidad.

El humedal Jaboque limita con Villas de Alcalá, Unir II y Bosques de Mariana, entre otros barrios de la localidad de Engativá.
Juan Manuel Vargas / EL TIEMPO
Por esta razón, el Distrito, a través de la Empresa de Acueducto de Bogotá (EAB), invirtió cerca de 2.854 millones de pesos para recuperar el agua del humedal, el segundo más grande Bogotá, y para proteger a estos animales.
“El proyecto incluyó la remoción de 28.000 metros cúbicos de sedimentos y especies vegetales que poblaban de forma incontrolada el territorio, restaurando la lámina del espejo de agua en más de 15 hectáreas”, explicó Germán González, gerente de la EAB.
Hoy, gracias a esta intervención, especies de aves nativas y migratorias encontraron un hogar con las condiciones necesarias para habitar o reproducirse.
La idea de los ingenieros fue crear la ‘isla de las aves’, una zona que alejara a los perros salvajes de los nidos y que estuviera conformada de vegetación nativa, como los juncos bogotanos y californianos, necesarios para que aves como la monjita bogotana, la tingua, el alcaraván, el ibis y el pato turrio pudieran permanecer.

La monjita bogotana es difícil de observar.
Juan Manuel Vargas / EL TIEMPO
Jaime Moncada, profesional de la gerencia ambiental de la EAB y quien ha estado en todo el proceso, contó que cuando empezaron el proyecto no se veían aves: “Esporádicamente, tinguas pico rojo”.
Esta afirmación es difícil de creer después de estar en el lugar. Hoy, el Jaboque –que en muisca traduce ‘tierra de abundancia’– es un paraíso de los pájaros. Están en el aire, en las plantas y en el agua. Vuelan en manadas, como vigilando su hogar, y jamás dejan de cantar, como dando las gracias.
Sin embargo, el proceso para hacer una isla en estas condiciones no es sencillo. Fueron necesarias máquinas de construcción y muchas volquetas que entraban y salían del ecosistema, lo que generó confusión y malestar entre la comunidad aledaña, que pensó que el movimiento se debía a obras de relleno que afectaban el humedal.

Los chorlos patiamarillos.
$ 2.800 millones en el nuevo santuario de aves
“En algún momento, las obras parecían malas por algunas afectaciones, pero ahora siento que es muy bueno como comunidad que el entorno haya mejorado no solo para nosotros, sino para los animales”, manifestó Olga Lucía Melo, vecina del ecosistema.
Finalmente, el gerente del Acueducto explicó que con el nuevo humedal se aumentó la oferta de hábitats para las aves. “Se han brindando condiciones de seguridad para los nidos y polluelos, favoreciendo así su reproducción, resultado visible en las grandes bandadas que sobrevuelan el cuerpo de agua”, afirmó González.
Por lo pronto, el Distrito piensa en una estrategia que permita, en el futuro, que el humedal Jaboque se convierta en aula ambiental.
Además de la implementación de la isla que realizó en el humedal Jaboque, la Empresa de Acueducto de Bogotá instaló dos estructuras de control de nivel, para garantizar la permanencia de la lámina de agua en este sector. Esto se hizo para favorecer las dinámicas de regeneración ambiental que se vienen presentando allí. Adicionalmente, la EAB dijo que están próximos a firmar un convenio de $ 3.400 millones con el que se realizarán el mantenimiento y la atención de todos los humedales de la ciudad.
ÓSCAR MURILLO MOJICA
Redacción EL TIEMPO ZONA