Nervios por comenzar el año lectivo, por afrontar la primera clase de álgebra o porque ya alcanzaron el grado once fue lo que sintieron este lunes cientos de estudiantes en el inicio de clases. En la Institución Educativa San José Norte (Engativá), la mejor de las entidades distritales en las Pruebas Saber, la bienvenida transcurrió como una fiesta.
A las 7 de la mañana, la muchachada estaba lista para las palabras de su rectora, pero se toparon con una sorpresa. El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, y la secretaria de Educación, María Victoria Angulo, acudieron allí para darle inauguración al calendario académico. Tras su intervención, un nutrido grupo abordó al mandatario para tomarse con él la respectiva foto del recuerdo. Los cerca de dos metros de altura de Peñalosa fueron motivo de comedia entre los espontáneos chicos, que para verle la cara tenían que levantar la cabeza como mirando al cielo. Por fortuna para ellos, el alcalde se sentó y ahí sí quedaron nivelados.
“Fue interesante conocer al alcalde en persona y que nos contara sus propuestas para la educación”, expresó Laura Valentina Riaño, de grado once (16 años). “En cuanto al regreso al colegio, ahora somos los más grandes del colegio y nos toca darles ejemplo a los más pequeños”.
Saco verde de lana, camisa blanca, falda o pantalón grises y zapatos negros eran los uniformes de muchachos y señoritas, que llegaron frescos y dispuestos para el reto que comienzan.
Santiago Quintana, por ejemplo, quien pasó al grado seis, se mostró confiado en lo que viene. El domingo, su mamá lo llevó al peluquero, y la rapada casi que le deja la cabeza brillante. “No me da nervios empezar la secundaria porque uno aquí se siente relajado. Lo que más me gusta aquí es la disciplina y los profesores. Bueno, las vacaciones estaban chéveres, pero mi mamá dijo que ya había que venir a estudiar”, reveló Santi, como le decían sus amigos, haciendo gala de la camiseta bien metida entre el pantalón y unas zapatillas que parecían espejos, de lo brillantes que lucían.
RetosA Esteban Jiménez, que inicia el grado ocho, las vacaciones le dejaron un fuerte recuerdo, aún visible. Mientras veía la presentación artística de un grupo que llegó invitado del colegio Gran Yomasa (Usme), no soltaba una muleta con la cual se ayuda a caminar. “Es que me atropelló un carro y me partió la pierna. Fue un descuido”, reveló con una risita nerviosa, la misma que lo acompañó mientras respondía sobre la clase de álgebra que por primera vez le impartirán en los próximos días. “Pues, a mí personalmente siempre me va bien en todas las clases, nunca pierdo materias. Pero sí estoy un poquito nervioso con álgebra porque nunca la hemos visto y dicen que tiene su complique”.
La expectativa de Esteban es avanzar más grados y seguir el rumbo de su hermana mayor, que ya se graduó de la secundaria y entrará a la universidad en las próximas semanas.
También, con una buena dosis de mariposas en el estómago, se confesó Juan Carlos Bernate, que personificaba a un campesino. Él arribó con la comparsa del Gran Yomasa, con un ojo pintado de azul, pañoleta en la cabeza y atuendo color turquesa. “Me siento nervioso de estar en el último año, ya empiezo a cerrar otra etapa de mi vida. Cuando uno sale del colegio como que ya se empieza a hacer grande”, opinó, con un mohín entre alegre y expectante.
El resto de la mañana transcurrió así, amable y entre amigos: una niña haciéndole trenzas a la otra. Dos amigos caminando abrazados. Un aficionado del fútbol haciendo cabriolas con un balón. Todos con la guía de los profesores y la única preocupación de ganar un nuevo año.
FELIPE MOTOA FRANCO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter @felipemotoa
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