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Bogotá

La huerta que acoge a personas con síndrome de Down

Once jóvenes mayores de 18 años participan en los talleres que se realizan en Huertolaria, desde el año pasado.

Once jóvenes mayores de 18 años participan en los talleres que se realizan en Huertolaria, desde el año pasado.

Foto:César Malgrejo

En el corazón de la capital cultivan lulo, fresas y otros productos apoyados por una fundación.

Cuando Nelsy nació, su madre, Ana Mercedes (hoy de 65 años), tuvo que retirarse del trabajo como empleada doméstica y comenzar a vender dulces, durante algunas horas del día.
Su hija nació con síndrome de Down, y en aquellos días le decían que Nelsy eran ‘mongólica’. “La gente me decía que eso era retraso mental, yo no tenía idea, pero no me importó. Siempre que me la miraban raro en la calle, yo hacía de cuenta que esas miradas no existían y me dediqué a ella, porque para criarla se necesita estar muy pendiente, y tener mucha paciencia”, reconoce Ana Mercedes.
Hoy sabe que la condición de discapacidad de su hija no ha sido un impedimento para que ella pueda conocer el mundo, y en Huertolaria, un centro de cultivo urbano ubicado en el corazón de La Candelaria, Nelsy ha aprendido que las plantas que cuida a diario tienen tanta vida como ella.

La huerta

Sobre la calle 9.ª con carrera 3.ª, en la localidad La Candelaria, una vivienda se distingue de las demás casas coloniales. Es la única en esa cuadra que no tiene techo ni grandes ventanales, y de la que sobresalen las ramas de los árboles sembrados en su interior.
Su fachada es amarilla con rojo, y cuando la puerta está cerrada, nadie se imagina que hay un pulmón verde que recoge a 11 adultos con síndrome de Down, que con la fundación Friese se dedican a la agricultura urbana.
´Huertolaria´ se llama el lugar. El letrero está en la entrada, y el predio está dividido por senderos a través de los cuales los visitantes recorren las ‘camas’ de tierra sobre las que se cultivan lulo, aguacate, lechugas, coliflor, hortalizas, fresas, entre otros alimentos.
En ocasiones, cuando hay abundante cosecha, realizan jornadas de puertas abiertas, como señaló Teresa Sprenger, una alemana que llegó hace tres años a Colombia y fundó esta iniciativa en La Candelaria. “Una vez al mes realizamos esta actividad, en donde dejamos que los vecinos y los interesados entren y conozcan lo que estamos haciendo. Trabajamos con personas mayores de 18 años porque, al crecer, no pueden asistir a algunos de los programas del Gobierno”, explicó.
En esos días venden mermeladas que realizan con las moras y las cerezas que plantaron desde hace meses, y que sirven para que los asistentes les colaboren con aportes voluntarios. También tienen un horno artesanal que vecinos del barrio crearon de manera voluntaria hace unos días.
El proyecto de Teresa comenzó en el barrio Santa Bárbara (centro de la capital), en un espacio comunitario distrital, en donde realizaba talleres con niños en condición de discapacidad. Desde mayo del 2015 se trasladó a este lote abandonado, que hoy está en manos de la Alcaldía Local, mientras se resuelve la situación legal de esta propiedad. Allí contaron con la colaboración del Jardín Botánico de Bogotá, José Celestino Mutis, quien les entregó la tierra y las semillas para comenzar la plantación.
“Sabemos que nos tendremos que ir en algún momento, lo cual es triste porque mucha gente se ha involucrado en el proyecto, pero mientras tanto aprovechamos esta huerta como un espacio para construir lazos con la comunidad y así generar inclusión para los once jóvenes que vienen”, señaló la mujer, que es profesional en Educación Especial y quien desarrolló proyectos pilotos con cultivos de menor tamaño en colegios de Alemania.

Sabemos que nos tendremos que ir en algún momento, lo cual es triste porque mucha gente se ha involucrado en el proyecto

“Allí se hacían siembras muy pequeñas, para desarrollar la autoestima en los estudiantes, y el reconocimiento visual de las plantas. Pero en La Candelaria el proyecto tiene más impacto, por el tamaño de la huerta”, indicó la mujer.
Cuando los jóvenes de la fundación Friese ingresan a la huerta se sienten en un terreno casi rural, en donde pueden tener conexión con la naturaleza.
“Aquí desarrollan la autoestima porque ellos siembran, cuidan las plantas y recogen los frutos; buscan las lombrices, riegan las especies, entre otras tareas que nos dividimos y en las que ellos se comprometen totalmente”, explicó Teresa, quien recordó que la importancia de este proyecto radica en darles inclusión a los jóvenes:
“A muchas de las mamás de los niños les dijeron que sus hijos nunca podrían trabajar, que tendrían que dedicarse de lleno a ellos. Ellas se mueren de la felicidad cada vez que los chicos llegan a sus casas con los productos que cultivan”, comentó Teresa.
Este fue el caso de Ana Mercedes, la mamá de Nelsy, quien la ha recibido con huevos, hortalizas y mora. “Yo me pongo muy contenta cuando veo lo que hace”.
Apoyados por Guillermo Peña (foto), se realizó un lombricultivo en la huerta, a la que 14 restaurantes aportan sus residuos orgánicos.

Apoyados por Guillermo Peña (foto), se realizó un lombricultivo en la huerta, a la que 14 restaurantes aportan sus residuos orgánicos.

Foto:César Melgarejo

Apoyo de la comunidad

Para poder producir abono que les permita a las plantas de la huerta adquirir nutrientes, los jóvenes de la fundación Friese cuentan con el apoyo de 14 restaurantes del barrio, que les aportan los residuos orgánicos para generar el aprovechamiento que plantea el proyecto.
Gracias a la colaboración de Guillermo Peña, uno de los voluntarios, se instaló un lombricultivo. “Aprovechamos los residuos orgánicos de 14 restaurantes de La Candelaria, que nos donan y que ya reconocen a los jóvenes del proyecto”, relató el hombre.
Al mes, logran recuperar 1,5 toneladas de residuos orgánicos, que incluyen cáscaras de frutas o tubérculos, alimentos podridos o dañados, hojas de lechuga, acelga, entre otros.
Luego, los depositan en las camas de lombricultivo que construyeron, para que se dé su transformación en un tiempo aproximado de entre dos y tres meses. Esta tierra va a las plantaciones, cuando está lista.
Los talleristas y los jóvenes de la fundación crearon camas de tierra para sembrar las plantas, dado que el suelo no es totalmente apto.

Los talleristas y los jóvenes de la fundación crearon camas de tierra para sembrar las plantas, dado que el suelo no es totalmente apto.

Foto:César Melgarejo

Huertas en Bogotá

Según el Jardín Botánico, a la fecha hay 319 huertas urbanas y periurbanas en Bogotá, principalmente familiares y comunitarias. La entidad presta asesoría a estos ecosistemas, que en su mayoría son agroecológicos.
Los estimados de la entidad señalan que Suba y Engativá son las dos localidades con más número de huertas (37 y 35, respectivamente). En La Candelaria hay 18.
MICHAEL CRUZ ROA
Periodista de EL TIEMPO
Escríbanos a miccru@eltiempo.com
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