Ya han pasado años desde que Lucas Andrés Restrepo Caicedo y María Cristina Restrepo llegaron a vivir a un apartamento en el norte de la ciudad, donde habitan varias familias.
De su vida solo se conocen rumores porque entrar en contacto con ellos es difícil: que el padre de familia murió, que desde hace muchos años madre e hijo comparten un apartamento, que se agreden entre sí. El 601 guarda la historia de lo que pasó en su intimidad. Nadie lo sabe con exactitud. (Vea: Hombre golpeó a dos mujeres en el interior de un ascensor en Bogotá)
Lo que sí se destapó es la desazón que han tenido que soportar sus vecinos desde hace años. “Señorita, le ruego el favor de desconectar los cables que llegan a mi apartamento, para molestar nuestras cabezas y quemarnos el estómago, pies y caras (...)”. Este es solo un fragmento de las misivas que la mujer envió el 31 de julio de 2016 a una de las residentes con acusaciones que la destinataria nunca entendió. Pero no han sido los únicos episodios extraños.
Según varios vecinos, que por miedo ocultan su identidad, madre e hijo sienten que hay una especie de confabulación de brujería en su contra, así lo han hecho explícito en varias cartas. “Especulan que es viuda de un exempleado médico de Ecopetrol, que el esposo tuvo problemas con el alcohol, que sus vidas no han sido fáciles. Lo que sí es cierto es que actúan como si tuvieran un delirio de persecución, pero todo lo que hacen es de forma premeditada, todo es absolutamente planeado”, contó uno de los afectados.
Hay muchas más conductas extrañas. La primera agresión grave fue en contra de un joven residente del edificio, golpeado hasta quedar completamente lesionado. Por este caso ya cursa un proceso en la Fiscalía contra Lucas. De hecho, cursan en total tres, según la entidad.
No es la única agresión violenta. Los vecinos denuncian carros rayados, vidrios rotos, huevos estallados en las puertas de los apartamentos. “Ellos se ensañan con los residentes que les caen mal, los acosan y en algunos casos, seis familias exactamente, se han ido del edificio. Una vez rompieron unos vidrios dejando caer una especie de pesas amarradas de una cadena”. A María Cristina la han visto en las puertas de los apartamentos tratando de escuchar de qué hablan las personas que los habitan.
No han valido nada las quejas de los residentes ante la administración del edificio porque Lucas siempre responde de forma violenta o incoherente. “El bobito solo tiene que hacer caso a los apartamentos. Ellos son los que mandan a la administración. Pobrecito (...), el brutico, busque oficio”. Nunca hubo una respuesta que se pudiera entender.
Hasta ese momento las agresiones se podían ignorar, pero de unos meses para acá, la violencia copó la paciencia de los residentes, sobre todo por la forma premeditada en las que se llevan a cabo. “Madre e hijo atacan a los vecinos y hasta a empleados de empresas públicas en forma verbal y física en pasillos, corredores y hasta fuera del edificio”.
María Cristina Restrepo suele llamar con frecuencia a la policía. Según los vecinos, eso se puede corroborar en la estación de La Cabrera. Las víctimas aseguran que hay un registro de hasta 70 llamadas allí para acusar a sus vecinos de hacerle brujería, de meterle cables por los ductos de la electricidad, de quemarles la cara o por, supuestamente, estar en riesgo de ser envenenada.
El 15 de mayo del 2016, los residentes quedaron consternados cuando Lucas Andrés llegó a la madrugada a su apartamento. “No sabemos qué pasó, pero cogió a puños a su mamá”.
Todo esto quedó registrado ante las cámaras del edificio así como los daños que le causó al ascensor.
Pero aunque es una escena cruel, por tratarse de alguien cercano a Lucas, impactó más la del mismo hombre golpeando de forma violenta a otra residente del edificio.
Desde hace un tiempo, María Cristina se ensañó contra *Lorena. “A la señora se le metió que mi tía le hacía brujería. Comenzó con ofensas verbales y un día apareció con la policía”. La misma víctima conoció de cartas con contenidos absurdos que la mujer había enviado a la administración acusándola de toda clase de extrañezas: “Todos están enterados de las reuniones que hacen por las noches algunos propietarios para ver quién resiste más a las brujerías que hacen (…)”. Esta la envió el 17 de octubre de 2016. El tiempo pasaba y era más difícil ignorar a la madre y al hijo.
Hace un poco más de cuatro semanas, Lorena iba saliendo del edificio en compañía de una amiga cuando, sin saber por qué, fue rociada con gas pimienta. Otra vez, María Cristina era la atacante. “El susto fue terrible porque ella pensó que había sido un ácido. Aun así, fue a Medicina Legal y tenía quemaduras leves. También puso la denuncia en la Fiscalía y en la URI”.
Otra vez la denuncia llegó a la administración, pero Lucas Andrés se burló diciendo que a él no le interesaba ir a la cárcel. “Eso se lo dijo al administrador”, agregó el familiar de la víctima. Después, el odio hacia Lorena creció más.
Así fue que se dio la agresión más grave, cuando, al encontrársela en el ascensor, Lucas Andrés la emprendió contra ella con puños y patadas. “Ella estaba con su perro y a este también le pegó. Yo estaba en mi apartamento, pero mi mamá no me dejó salir para evitar una tragedia. Esto es muy grave, puede ser el preludio de un caso como el de Manotas Char, que mató a su vecino”.
Cuando llegó la Policía, el agresor se había encerrado en su apartamento. Esa siempre fue su estrategia para escaparse del pedido de las autoridades.
Lorena, de 63 años, tuvo que marcharse del edificio, y aun padece de afectaciones psicológicas, vive asustada desde que fue agredida por un hombre en el edificio donde siempre vivió.
Hoy es incierto el paradero de Lucas Andrés Restrepo Caicedo y María Cristina Restrepo. Las cámaras captaron que un día un pariente cercano los sacó de su apartamento. Hoy, por lo menos, la comunidad se cansó de callar, tienen un abogado para no permitir que la pareja dilate las decisiones judiciales con cartas de perdón o procedimientos de conciliación porque saben que si lo aceptan puede ocurrir una tragedia.
EL TIEMPO recibió un audio de María Cristina respondiendo al impacto mediático que generó su caso, pero sus explicaciones son más extrañas que los hechos, incluso cuando se le preguntó a ella por la agresión de la que fue víctima. “Yo soy la mamá de Lucas y quiero decirle que este edificio se mueve a punta de brujería, de día y de noche. Ese día mi hijo llegó a las 3 de la mañana, con tragos, entró normal, pero comenzaron las brujas, me dolía el estómago (...). Luego mi hijo entró con la mandíbula luxada. Luego nos subimos al ascensor y ahí me golpeó”.
Agregó que su hijo fue hospitalizado y tratado.
De la agresión contra Lorena dijo: “Ella tiene un defecto, no creció. Esa mujer está dedicada a hacer brujería día y noche. Yo llamé a los de la electricidad porque mi apartamento se calienta porque le colocaron cosas en las luces. Esta señora se ha entrado a mi apartamento y me ha roto las cosas, tiene las puertas rayadas y yo un día la encontré a ella”.
Dice que su hijo la agredió llevado por la brujería de los residentes del edificio. “Ella tiene unos brujos que hacen cosas como las del ascensor, ese día le ligaron el corazón a mi hijo, otros días me he despertado como un papel y luego ella me persigue para ver cómo amanecí después de sus brujerías”. Respecto al ataque con gas dice que fue un agua y que sí se la echó, así como también acepta que Lucas agredió a un funcionario de Codensa. “Mi hijo se vuelve violento, dice que empieza a romper una cosa y no puede parar, pero para mí lo de él no es enfermedad, son brujos que se meten en el cerebro de la gente (…); un día me quemaron la lengua y el estómago, eso hacen calentar las cosas (…), otras veces iluminan y ahí es cuando Lucas se pone agresivo (…), otras veces siento mi boca llena de sal. Mi hijo y yo tenemos marcas en la cara”.
Aunque no en todos los casos los problemas entre vecinos son de la complejidad de esta historia, sí son comunes.
Según la Personería de Bogotá, este año han recibido 800 quejas por problemas en la vecindad, la mayoría de casos relacionados con ruido. Este ente de control le dijo a EL TIEMPO que hoy cursan 8.466 querellas en las inspecciones de policía por problemas entre vecinos que no han sido resueltas y que vienen de años atrás. “Muchas son por ruido, por obras que afectan predios ajenos, entre otros”. Según la última Encuesta de Percepción Ciudadana 2016, del Programa Bogotá Cómo Vamos, una de las razones por las que los ciudadanos se sienten insatisfechos con el barrio donde viven son aspectos como el ruido, la música con alto volumen y la actitud de los vecinos, todos muy relacionados con problemas de convivencia. Por otro lado, según la última Encuesta de Percepción y Victimización de la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), el 24 % de los ciudadanos señaló que fue víctima de una situación que afecta su convivencia.
CAROL MALAVER
Subeditora de EL TIEMPO
*Escríbanos a carmal@eltiempo.com, nombres cambiados por solicitud de las víctimas.
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