En la esquina de la carrera 6.ª con calle 12 se ubica desde el año 1905 la joyería Manosalva, la más antigua del centro de Bogotá.
Sus muebles de madera y un gran reloj de péndulo alemán de marca Junghans con cerca de 100 años de fabricación sobresalen en medio de las joyas hechas en oro, plata y piedras preciosas.
“Soy la tercera generación que hereda este negocio que fue fundado por mi abuelo. Él traía los relojes desde Alemania. Llegaban al puerto de Barranquilla, de donde salía en barco por el río Magdalena para llegar a Girardot, y de allí por carretera hasta Bogotá”, asegura Juan Manosalva, actual propietario de la legendaria joyería. Él aprendió de la mano de su familia el oficio de la orfebrería, que perfeccionó años después en Europa.
“Hemos sobrevivido al 9 de abril de 1948 y a miles de marchas que nos han hecho cerrar las puertas por algunas horas, pero aquí seguimos en pie sacando adelante este bello oficio de darle forma al oro, que unido a las esmeraldas son nuestro mejor patrimonio”, puntualiza Manosalva.
Pero este es apenas uno de los más de 250 locales dedicados a este arte, que se asentaron en el corazón de Bogotá desde hace más de un siglo. En menos de cincuenta metros se pueden encontrar hasta 50 de estas joyerías, unas pegadas a las otras.
“En la época del tranvía que era jalado por mulas, no existían las máquinas laminadoras que hoy hay en el mercado. Entonces, los joyeros aprovechaban los rieles para poner las láminas de oro ahí y adelgazarlas y así darles forma”, asegura Carlos Chávez, presidente de la Asociación de joyerías y artesanos joyeros de La Candelaria y propietario del Taller del Orfebre.
El hombre es enfático en decir que en ninguna parte del mundo existe una concentración tan grande de joyerías como la que hay en estas seis cuadras del barrio La Catedral, de la localidad de La Candelaria.
“Esta es la meca de este tipo de negocios, aquí producimos para llevar a las demás ciudades de Colombia y del mundo. Cada pieza creada en este punto es única”, agregó Carlos.
En las carreras 5.ª, 6.ª y 7.ª y las calles 11, 12 y 12B se pueden observar los locales cuyas vitrinas están finamente adornadas con anillos, argollas, dijes, pulseras, cadenas, gargantillas, prendedores, mancuernas, solaperos y todo lo que usted se imagine que se puede hacer en estos bellos metales (platino, oro y plata) y piedras preciosas.
Al fondo, en algunos de los locales, se ven a los orfebres con las cucharas de arcilla al rojo vivo vertiendo el oro líquido en moldes para luego, con pequeños martillos, hacer los lingotes que por último darán forma a los artículos.
Otra de las joyerías con más tradición es La Candelaria, fundada en 1957. Allí, una lámpara gigante cuelga del techo para iluminar el lugar y un sofá de impecable blanco invita a que los compradores se sienten un rato a observar las alhajas que se exhiben en las vitrinas mientras deciden cuál comprar. Norteamericanos, rusos, japoneses, europeos y chinos son los principales clientes extranjeros que visitan este punto.
Entre los grandes productos hechos en oro y esmeralda, principales insumos, Carlos recuerda que durante meses trabajaron unos artículos para un monseñor de Caracas (Venezuela). “Hemos realizado piezas originales para embajadores de Estados Unidos y otros países. Hay que tener en cuenta que la esmeralda se debe tallar a mano, esto la hace exclusiva y la diferencia de las demás piedras preciosas como el rubí, el zafiro y el diamante, que se tallan con máquina”, asegura el platero, al tiempo que funde una pieza de oro con la que fabricará unas argollas para un matrimonio.
Cifras de los comerciantes señalan que en este sector se puede elaborar al año entre 200 y 250 pares de argollas para matrimonio. Carlos Feria y Claudia Parra son una de pareja que decidió mandar a hacer sus anillos de compromiso allí. “Cuando decidimos casarnos, el primer sitio que se nos vino a la cabeza para comprar las alhajas fue el centro. Tenemos confianza en estos locales, el trabajo es bueno, económico y legal”, asegura Carlos, mientras deja ver el anillo que adorna el dedo anular de su mano izquierda.
Lo que sí ha disminuido es la fabricación de anillos de grado. “Hoy los muchachos prefieren un buen teléfono o una tableta a un anillo de oro. Esto ha bajado las ventas en este público. Hace 20 o 30 años hacíamos hasta 350 anillos por temporada”, aseguró otro joyero.
Entre los plateros sobresale Daniel Silva, de 16 años, quizá el más joven del sector, pero con muchas ganas de seguirle los pasos a su papá, quien es su maestro. “Manejo la filigrana, que es la joyería a base de hilos. En el Sena aprendí lo más básico, pero aquí lo perfeccioné viendo a los que llevan años en este oficio”, concluye, al instante que prende el soplete para fundir el oro.
Sobre la seguridad en el sector, los joyeros afirman que tienen una red de Avantel monitoreada las 24 horas por la policía. “Instalamos un sistema cerrado de televisión que permite que cada propietario vea su local a la hora que quiera en tiempo real”, concluye Carlos Chávez.
Desde este viernes y hasta el 3 de diciembre se realiza el sexto desfile de joyas en La Candelaria. Entre los atractivos está la simulación de un socavón de donde extraen las esmeraldas, y se podrán ver estas piedras preciosas gracias al apoyo del museo de la Esmeralda. Otros museos que se unen al evento son: el del Oro, Trajes Típicos, Colonial, Arqueológico, Quinta de Bolívar, 20 de Julio, el de Ciencias Naturales de la U. de La Salle, Santa Clara y otros.
“Este oficio es uno de los más representativos de nuestra localidad. No solo representa un saber ancestral, lleno de tradiciones y patrimonio, sino que constituye un sector dinámico que genera cerca de 5.000 empleos directos”, aseguró Manuel Calderón, alcalde local de La Candelaria.
“La Alcaldía Mayor a través de la Alcaldía Local de La Candelaria apoyan y promocionan las muestras y exposiciones propias del sector, en las cuales los bogotanos podrán conocer el proceso artesanal y de creación de valor en la joyería”, agregó Calderón.
JOHN CERÓN
Twitter: @CeronBastidas
johcer@eltiempo.com