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Bogotá

Gatos y Blues, el café donde los mininos relajan a los clientes

En Café y Blues les dan acogida a los gatitos abandonados. Los cuidan, los vacunan y les curan cualquier infección o malestar que padezcan.

En Café y Blues les dan acogida a los gatitos abandonados. Los cuidan, los vacunan y les curan cualquier infección o malestar que padezcan.

Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

Los visitantes pueden pasar un rato agradable mientras toman una bebida o comen un sándwich.

Se dejan consentir, se acuestan en las piernas de las personas, comienzan a ronronear, o amasan a los clientes, todo mientras se degusta de una taza de café, eso sí, debidamente tapada.
Un cat café, Gatos y Blues, llegó a La Soledad. La primera vez todos entran por curiosidad, la segunda porque quedan encantados de la paz que les genera acariciar un gatico mientras se toman una aromático café o un delicioso té.
Toda esta idea surgió en la intimidad de una familia. Ante los cambios laborales en sus respectivas profesiones se dieron a la tarea de hacer realidad un sueño de negocio guardado.
Andrea Echeverri, escritora y docente de cine, y Diego Martínez, periodista, son esposos y padres de un joven que está a punto de graduarse de bachiller. “A mí siempre me han gustado los gatos pero la decisión de tener una mascota surgió cuando mi hijo cumplió 12 años y era un adolescente tímido. Pensamos que un gato le ayudaría a superar esa etapa”.
Publicaron un mensaje en Facebook y al poco tiempo alguien en el municipio de La Calera (Cundinamarca) dio cuenta de una camada de gatitos. “Así fue que llegó Gató a mi familia, una especie atigrada que cambió la historia de mi familia”.
De hecho, se ganó el cariño de Diego, hasta ese momento reticente a tener mascotas. El amor fue mutuo. “Solo tiene ojos para mi esposo, de hecho se hace en la mitad de nosotros para separarnos, es muy celoso”, contó Andrea.
Pero luego más gatos fueron llegando a sus vidas. El primero abandonado en la portería de un conjunto. “Estaba enfermo pero era una bola de pelos divina. Yo intenté darlo en adopción pero al final me encariñé otra vez” y así fue que se quedó Aki, cuyo nombre fue inspirado en el director de cine Aki Kaurismäki, uno de los favoritos de Andrea. Eso fue en el 2014.
El último animal adoptado por esta familia llegó en el 2016. Se lo encontraron en Villa de Leyva, abandonado en la carretera. “Otra vez pasó lo mismo. Se subía a un árbol y se bajaba cuando yo lo llamaba entonces me enamoré de Lulú, ese fue el nombre que le pusimos”.
Esta familia se volvió aficionada a esta especie. En un viaje a Europa en el 2015 se enteraron de la existencia de los cafés de gatos, no pudieron entrar pero la idea les quedó sonando. Cuando llegaron a Bogotá todo se dio para el montaje del negocio y además con un toque original, pues Diego es experto en blues, de hecho, tiene un programa de música en la emisora de la universidad Javeriana. “Él siempre quiso tener un bar nocturno, muy clásico. Al final lo que hicimos fue unir nuestras ideas. Así surgió Gatos y Blues”.
Pero no fue tan fácil. En enero del 2017 Andrea se puso a hacer cuanto cursos se le atravesara en la Cámara de Comercio, sabía que por ser un modelo de negocios inusual no iba a ser tan rápido obtener los permisos, mientras eso pasaba su esposo cursó estudios de barismo. “Hice estudio de mercadeo, de gerencia, de finanzas. Mi asesora, Natalia Bedoya, fue un ángel en todo este proceso”.
Así consolidó no solo un café sino lo que también funciona como un hogar de paso y una central de adopciones para gatos abandonados.
Tuvieron que asesorarse para lograr las medidas que permitieran que el proyecto funcionara con todas las normas de salubridad. De hecho, en el café, los animales están separados del resto con una estructura de vidrio donde solo entran de a 6 personas, las mismas que antes deben leer ciertas condiciones y cumplirlas. “Por ejemplo, si entran bebidas estas deben estar tapadas, no deben molestar a los gatos, ni hacer mucho ruido. Solo relajarse y disfrutar de su compañía”. Los que quieran ingresar pagan 3.000 pesos, dinero que sirve para sostener la causa.
En otro sector de la casa está el cuarto de adaptación que es a donde se preparan a los gaticos que van llegando. “Teníamos claro que además de tener un negocio queríamos ayudar en algo, tener una causa. Yo miro y cada rincón es lo que yo quería”. Por eso no solo rescatan a los felinos sino que todos sus proveedores son de microempresarios, como el de su café, que proviene de un cultivo de sustitución o el de los muebles que son de material reciclable.
Todas esas ideas claras y bien estructuradas permitieron que el cat café abriera su puertas el 15 de agosto del 2017. “Los gatos nos han traído buenas energías. Ellos son seres sanadores. Gracias a ellos, que me alertaron posando su cuerpo sobre mí, yo me traté una enfermedad”.
Hoy ya han dado en adopción 13 gatos, y vienen muchas más. Eso sí, no sin antes estudiar muy bien a las familias, de explicarles cómo cambian sus vidas con una mascota y de curar a los animales de todas sus dolencias y vacunarlos.
Los clientes salen relajados, los niños emocionados de tener un peludo entre sus brazos, los gatos tienen la oportunidad de encontrar un hogar y esta familia tiene hoy muchos motivos para seguir con su idea.

Datos del negocio

Gatos y Blues está en la calle 42 n.° 22-54, en el barrio La Soledad.
Los martes, miércoles y jueves abren de 11 de la mañana a 8 de la noche; los viernes y sábados, de 11 a. m a 9 p.m. y los domingos de 11 a. m. a 7 de la noche.
Cat café es un proyecto ecologista, animalista y con responsabilidad social.
El café proviene de la Asociación EcoSierra, compuesta por indígenas arhuacos y campesinos de la Sierra Nevada de Santa Marta adscritos al Programa de Sustitución de Cultivos Ilícitos.
CAROL MALAVER
Twitter: @CarolMalaver
carmal@eltiempo.com
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